(129) –Veamos, caro investigatore, un bonito ejemplo de
‘albricias’.
-Ha quedado, querido maestro, como exclamación de alegría, pero no era
exactamente eso, sino el premio por una buena noticia, y da la sensación de que
se consideraba obligatorio. “El soldado Alonso Ortiz suplicó a Sandoval que le
diese licencia para adelantarse a llevar las noticias (la ejecución de Olid, etc.) a Cortés y a todos nosotros, para que
le diésemos albricias. Y se lo concedió, de las cuales nuevas se holgó Cortés,
y todo el real, creyendo que acabaríamos de pasar tantos trabajos como
pasábamos (ya, ya), pero se nos
doblaron mucho más. E Cortés le dio un caballo muy bueno, que se llamaba Cabeza
de Moro, y todos le dimos de lo que entonces teníamos”. Quiso Cortés ir el
primero, con poca compañía, al poblado en el que estaban los soldados de Gil
González Dávila, “e desde que supieron que el que llegaba era él, que tan
mentado era en todas las partes de las Indias y en Castilla, no sabían qué
hacer de placer”. Satisfecho de lo que vio, mandó recado Cortés al resto de la
expedición para que se pusieran en marcha, pero con precaución al atravesar un río peliagudo. Y
hubo otro pique, daddy.
-Pero Sandoval, my dear son, lo solucionó a la brava, sin ninguna
diplomacia. Cortés le había encargado dirigir la peligrosa maniobra, y, por
respeto, Sandoval mandó que unos frailes pasaran en primer lugar; entonces, un
tal Saavedra le exigió que él y sus hermanos, parientes de Cortés, lo hicieran
antes, pero no lo permitió. En mala hora: “Y como la envidia de mandar vino
desde Lucifer (¡non serviam!), no
quiso que Sandoval le pusiera impedimento, y le respondió no tan bien mirado
como correspondía. Como Sandoval no se lo sufría, tuvieron palabras, de manera
que el Saavedra echó mano a su puñal, y aunque Sandoval estaba dentro del río,
arremetió al Saavedra y le derrocó en el agua, y si de presto no los
separáramos, ciertamente Saavedra se librara mal”. El paso del río no era
ninguna broma: “Se ahogó un soldado que se llamaba Tarifa, con su caballo. Y
otros dos caballos, uno de ellos de un soldado que se llamaba Solís Casquete,
que hacía bramuras por su pérdida, e maldecía a Cortés e su viaje”. Entretanto,
la situación de los vecinos de San Gil de la Buena Vista era lamentable, debido
a una sola causa: ¡el hambre!: “eran 40 hombres, 4 mujeres de Castilla y 2
mulatas, todos dolientes y muy amarillos”. Había que remediarlo. Solo se
explica la situación desesperada de los vecinos de San Gil de la Buena Vista
por un círculo vicioso de abatimiento. Cuando vio el problema, Cortés recurrió
a su herramienta preferida: la acción. “Como no teníamos qué comer nosotros ni
ellos, mandó que saliésemos con el capitán Luis Marín a buscar maíz. En unos
poblados que estaban a 8 leguas, hallamos mucho maíz, frijoles y otras
legumbres, y volvimos con diez fanegas de ello, repartiéndose también a los
vecinos de la villa; como se hartaron de tortillas de maíz, se les hincharon
las barrigas, e por estar dolientes se murieron siete. Aportó entonces en la
villa un navío que venía cargado de Cuba con puercos y pan cazabe; Cortés lo
compró todo fiado, repartió de ello a los vecinos, y se hartaron tanto de carne
salada, que a muchos les dio cámaras (diarrea),
de lo que murieron catorce”. Cortés, cuyo prestigio y riqueza le daban una
solvencia absoluta, podía comprar a crédito lo que quisiera; dueño ya del navío
recién llegado, incluidos los marineros, y alistando en sus tropas a los pocos
que quedaron vivos en San Gil después de las “hartazgas” de comida, abandonó el
poblado costero por la misma razón que, poco antes, Francisco de las Casas: no
reunía condiciones. “En ocho días de navegación fue a desembarcar adonde ahora
llaman Puerto Caballos, y que él llamó Natividad”. En realidad, renacería el nombre puesto
anteriormente por Gil González Dávila cuando, para aligerar un barco que hacía
agua, se vio obligado en aquella zona a echar varios caballos al mar. La
carambola final se produjo en el siglo XIX, porque, para darle más lustre a la
población, se la denominó Puerto Cortés. (Foto.- No se me confundan vuesas
mersedes. Lo de la foto no es un cuadro de Tenochtitlán. Estamos en Honduras.
Ahí fundó Cortés la población de Natividad durante su farragosa expedición tas
los pasos de Cristóbal de Olid (e inútil, porque ya le habían ejecutado). Como
hemos visto, volvió a llamarse, durante siglos, Puerto Caballos. En la
actualidad tiene el nombre de Puerto
Cortés. Residen en la ciudad unos 130.000 habitantes, y, con su hermosa bahía,
constituye la zona portuaria más importante de Honduras).
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