(136) –Tranquilicemos
a nuestros queridos tertulianos, baby.
-Falta hará, daddy, porque nos
han acompañado un largo y áspero trecho. Un poquito más de esfuerzo y
remataremos la escalada hasta la cima del maravilloso libro que escribió
Bernal. ¿Lo harán?
-¿Por qué lo dudas, hombre de poca fe? Ellos saben que en aquellas
próximas alturas tendrán, de un solo golpe, la visión completa de la Nueva
España y de cuanto hicieron por esas tierras Cortés y los suyos en tan
grandiosa epopeya. Así que, prosigamos y demos ejemplo, pusilánime mancebo.
¿Llegó el fraile?
-Vale, Sancho. Me agarraré a la manita de Bernal: “Fray Diego Altamirano
llegó al puerto de Trujillo, y cuando salió a tierra con los que traía en su
compañía, Cortés conoció a algunos que había visto en México, e fueron a
besarle las manos, y el fraile le abrazó. Luego le contó todo lo acaecido
en México, según lo tengo escrito más
largamente. Y Cortés mostró gran sentimiento de ello, y dijo que Nuestro Señor
Dios fue servido de que aquello pasase así y de que México estuviese ya en paz.
Luego dijo que quería ir allá presto, y se embarcó con sus amigos para llegar a
Nueva España desde el puerto de La Habana”. Así que, reverendo, por fin
resucitó Cortés.
-Y parece, secre, que con fuerza; afortunadamente, porque la iba a
necesitar, aunque no de momento. En cuanto puso pie en territorio de la Nueva
España, quedó sorprendido de la buena acogida que le hicieron, y después, el
viaje hasta México fue un paseo triunfal lleno de loores: llegaba, por fin, ‘el
deseado’. “En el puerto de Veracruz le hicieron muchas fiestas y regocijos; y
desde que lo supieron todos los indios de la redonda, le trajeron muchos
presentes de oro y bastimentos, y según hacía el viaje, le tenían los caminos
limpios y hechos aposentos. Y en llegando a la laguna de México, todos los indios
hicieron alegrías, y le enviaron a decir que, en cuanto vaya, harán todo lo que
son obligados, y le servirán como a su capitán que los conquistó. Los de
Tlaxcala salieron a recibirle con danzas y bailes y mucho bastimento”. Y el no
va más: un traidor le hizo la pelota: “De Texcoco salió el contador Albornoz
para estar a bien con él, y juntó a muchos españoles y caciques, y con grandes
invenciones de juegos y danzas fueron a recibir a Cortés; de lo cual se holgó”.
Pero no fue nada para lo que le tenían preparado
en México. Cortés vivió de nuevo la ebriedad de la mitificación. Algo había en
Cortés, coleguita, que le hacía demasiado sensible a la adulación y al deseo de
hacerse querer. Seguro que al entrar en México babeaba de placer. Hubo
hipócritas que fingieron alegría, pero el entusiasmo general era sincero:
“Salió el (honrado) tesorero Estrada
con todos los caballeros y todos los caciques, y la laguna estaba llena de
canoas con indios guerreros como cuando peleaban con nosotros en el tiempo de
Cuauhtémoc, y durante todo el día hubo bailes y danzas por las calles de
México; y cuando Cortés entró en sus aposentos, allí era servido y tenido por
todos como un príncipe”. Cuando llegó la oportunidad, quiso mostrar su
autoridad haciendo dura justicia sobre los responsables de los alborotos
pasados, pero, al final, el cañonazo fue de fogueo, quizá en otro momento de
debilidad: “Cuando Cortés hubo descansado, mandó prender a los bandoleros y
comenzó a hacer pesquisas sobre los tratos del factor (Salazar) y el veedor (Almírez
Chirinos): tenía pensamiento de
hacer proceso contra ellos y por justicia despacharlos (pero no lo hizo); y si de
presto lo hiciera, no habría en Castilla quien dijera ‘mal hizo’, y Su Majestad
lo habría tenido por bien hecho”. Ese parecer debió de ser general, porque
permanecía muy fresco tras largo tiempo: “Y yo les oí decir a los del Real
Consejo de Indias el año 1540, cuando allá fui sobre mis pleitos, que Cortés se
descuidó mucho en ello, e se lo tuvieron como flojedad y descuido”.
(Foto: Con mucho amor, muy queridos
tertulianos, vos suplicamos que sigáis con la cruz a cuestas fasta la cumbre
bernaliana. Falta poco y merese la pena. Fased como Diego de Ordaz tomando un
reposo poco antes de alcansar la cumbre maxestuosa del Popocatepetl, e cuando
lleguéis, se vos fará la mersed de ver Tenochtitlán y entender totalmente lo
que fue su imperio e la locura de un puñado de españoles).
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