lunes, 17 de julio de 2023

(2085) Cortés perdía prestigio, y le aconsejaron que se diera más importancia. Bernal reacciona poniendo por las nubes los méritos de Cortés. Entra en escena un militar de gran valía, pero sumamente cruel: Nuño Beltrán de Guzmán.

 

     (138) – Muerto Ponce, trovatore, Cortés  se las vería con Aguilar.

     -Y como siempre, ilustre abad, se hizo el generoso: “Dijo que, según el testamento de Ponce, Marcos de Aguilar  no podía entender en aquella causa, mas que, si quería hacerlo, que fuese en buena hora”. Los del cabildo insistían en que Aguilar “no podía gobernar solo, porque era muy viejo y caducaba, estaba tullido de bubas y era de poca autoridad”. Pero el anciano era testarudo. “Y el Marcos Aguilar dijo que  no saldría ni poco ni mucho de lo que Luis Ponce mandó en su testamento. Y por más que le aconsejaban a Cortés, no quiso tocar ya en esa tecla, y dijo que el viejo Aguilar gobernase solo, aunque estaba tan doliente que le daba de mamar una mujer de Castilla (ridícula escena, pero mitificado remedio para enfermos ricos)”. Fue por entonces cuando Bernal, incorporado a las tropas de Pedro de Alvarado, volvió a México después de permanecer más de dos años y tres meses batallando en diversos lugares por mandato de Cortés, que les recibió con todos los honores, a pesar de que su situación era muy precaria porque el rey le había quitado la gobernación. Apareció por allí Diego de Ordaz, a quien se atribuía el bulo de que Cortés y los suyos habían muerto. Se defendió “diciendo con grandes juramentos que nunca tal escribió, sino solamente que en Xicalango habían reñido los marineros de los navíos y se habían matado los de un bando con los de otro, y que, si el factor Salazar había glosado sus cartas, él no tenía culpa”. Lo que añade Bernal nos muestra que, de nuevo, el prestigio de Cortés iba cayendo en picado: “Diego de Ordaz, como era hombre de buenos consejos, y viendo que a Cortés ya no le tenían acato, ni se daba nadie por él un cantar desde que vino Luis Ponce de León y le había quitado la gobernación, y que muchas personas se le desvergonzaban e  no le tenían en nada, le aconsejó que se sirviese como señor y se llamase señoría; y que pusiese dosel, y que  no se llamase solamente Cortés, sino don Hernando Cortés. También le dijo que mirase que el factor Salazar fue criado de don Francisco de los Cobos, que era el que mandaba en Castilla; y que el mismo Cortés no estaba bien acreditado con su Majestad, y que  no matase al factor sin sentenciarle antes, porque había grandes sospechas en México de que quería hacerlo en la misma prisión”. Siempre que Bernal habla de Ordaz, pone de relieve su sensatez. Luego Bernal nos explica con claridad un detalle: “Quiero decir por qué hablo tan secamente de Cortés, sin llamarle don Hernando Cortés, ni marqués, ni capitán, salvo Cortés a boca llena. La causa es que en aquel tiempo no era marqués, y él mismo se preciaba de que le llamaran Cortés, y era tan temido y estimado este nombre en toda Castilla, como los de Julio César, Pompeyo, Aníbal, y nuestro Gran Capitán Hernández de Córdoba, o aquel valiente nunca vencido caballero Diego García de Paredes (capitán legendario por sus  proezas de fuerza y valor, muerto en 1533; curiosamente, un hijo suyo, de igual nombre, pondría fin a la vida del desquiciado Lope de Aguirre). Pero éramos pocos, ruiseñor cantarín..., y murió Aguilar. Se estaba cociendo la  anarquía: “Con leche de  mujer y de cabras se sostuvo ocho meses, hasta que falleció, y en su testamento mandó que solo gobernase el tesorero Alonso de Estrada. Pero el cabildo vio que solo no podía gobernar tan bien como convenía”. Por una razón de peso: andaba metiéndose en la delimitación de México Nuño Beltrán de Guzmán, un sádico y temible energúmeno que fue compañero de mi sobrino Juan Ortiz de Matienzo, y además, gobernador de Pánuco.

     (Foto: Para desgracia de los mexicanos, Nuño de Guzmán fue un  militar de gran eficacia profesional, pero muy dado a someterlos a sangre y fuego, literalmente. Se le considera el hombre  más despiadado de cuantos lucharon en la Nueva España, y el cabildo de México sabía que Estrada no sería capaz de  frenar sus brutales incursiones. Si algo hizo bien esta bestia desatada, hijo de muy ilustre familia, fue fundar varias ciudades, entre ellas Guadalajara, a la que le puso el nombre de su lugar de origen. El rey cometió el error de hacerle presidente de la Audiencia de México cuando se fundó, ayudado por varios oidores nefastos, ente ellos, mi sobrino Juan; y, además, con el objetivo principal de rebajar el brillo de Cortés, como nos contará Bernal. Fueron tantos los abusos de Nuño, que terminó siendo enviado preso a España, muriendo en la cárcel. La escena que vemos la pintó el mexicano Juan O´Gorman el siglo pasado. Representa la conquista de Michoacán. Vemos a Nuño centrado en  la parte inferior sobre un caballo blanco y bajo unas simbólicas raíces. Menos mal que, para compensar el espanto, aparece al pie del mural, con capa roja, el obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga, sin duda uno de los hombres más humanos y constructivos que ha registrado la historia de las colonizaciones).




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