(138) – Muerto
Ponce, trovatore, Cortés se las vería
con Aguilar.
-Y como siempre, ilustre abad, se hizo el generoso: “Dijo que, según el
testamento de Ponce, Marcos de Aguilar
no podía entender en aquella causa, mas que, si quería hacerlo, que
fuese en buena hora”. Los del cabildo insistían en que Aguilar “no podía
gobernar solo, porque era muy viejo y caducaba, estaba tullido de bubas y era
de poca autoridad”. Pero el anciano era testarudo. “Y el Marcos Aguilar dijo
que no saldría ni poco ni mucho de lo
que Luis Ponce mandó en su testamento. Y por más que le aconsejaban a Cortés,
no quiso tocar ya en esa tecla, y dijo que el viejo Aguilar gobernase solo,
aunque estaba tan doliente que le daba de mamar una mujer de Castilla (ridícula escena, pero mitificado remedio
para enfermos ricos)”. Fue por entonces cuando Bernal, incorporado a las
tropas de Pedro de Alvarado, volvió a México después de permanecer más de dos
años y tres meses batallando en diversos lugares por mandato de Cortés, que les
recibió con todos los honores, a pesar de que su situación era muy precaria
porque el rey le había quitado la gobernación. Apareció por allí Diego de
Ordaz, a quien se atribuía el bulo de que Cortés y los suyos habían muerto. Se
defendió “diciendo con grandes juramentos que nunca tal escribió, sino
solamente que en Xicalango habían reñido los marineros de los navíos y se
habían matado los de un bando con los de otro, y que, si el factor Salazar
había glosado sus cartas, él no tenía culpa”. Lo que añade Bernal nos muestra
que, de nuevo, el prestigio de Cortés iba cayendo en picado: “Diego de Ordaz,
como era hombre de buenos consejos, y viendo que a Cortés ya no le tenían
acato, ni se daba nadie por él un cantar desde que vino Luis Ponce de León y le
había quitado la gobernación, y que muchas personas se le desvergonzaban e no le tenían en nada, le aconsejó que se sirviese
como señor y se llamase señoría; y que pusiese dosel, y que no se llamase solamente Cortés, sino don
Hernando Cortés. También le dijo que mirase que el factor Salazar fue criado de
don Francisco de los Cobos, que era el que mandaba en Castilla; y que el mismo
Cortés no estaba bien acreditado con su Majestad, y que no matase al factor sin sentenciarle antes,
porque había grandes sospechas en México de que quería hacerlo en la misma
prisión”. Siempre que Bernal habla de Ordaz, pone de relieve su sensatez. Luego
Bernal nos explica con claridad un detalle: “Quiero decir por qué hablo tan
secamente de Cortés, sin llamarle don Hernando Cortés, ni marqués, ni capitán,
salvo Cortés a boca llena. La causa es que en aquel tiempo no era marqués, y él
mismo se preciaba de que le llamaran Cortés, y era tan temido y estimado este
nombre en toda Castilla, como los de Julio César, Pompeyo, Aníbal, y nuestro
Gran Capitán Hernández de Córdoba, o aquel valiente nunca vencido caballero
Diego García de Paredes (capitán legendario
por sus proezas de fuerza y valor,
muerto en 1533; curiosamente, un hijo suyo, de igual nombre, pondría fin a la
vida del desquiciado Lope de Aguirre). Pero éramos pocos, ruiseñor
cantarín..., y murió Aguilar. Se estaba cociendo la anarquía: “Con leche de mujer y de cabras se sostuvo ocho meses,
hasta que falleció, y en su testamento mandó que solo gobernase el tesorero
Alonso de Estrada. Pero el cabildo vio que solo no podía gobernar tan bien como
convenía”. Por una razón de peso: andaba metiéndose en la delimitación de
México Nuño Beltrán de Guzmán, un sádico y temible energúmeno que fue compañero
de mi sobrino Juan Ortiz de Matienzo, y además, gobernador de Pánuco.
(Foto: Para desgracia de los mexicanos, Nuño de Guzmán fue un militar de gran eficacia profesional, pero
muy dado a someterlos a sangre y fuego, literalmente. Se le considera el
hombre más despiadado de cuantos
lucharon en la Nueva España, y el cabildo de México sabía que Estrada no sería
capaz de frenar sus brutales
incursiones. Si algo hizo bien esta bestia desatada, hijo de muy ilustre
familia, fue fundar varias ciudades, entre ellas Guadalajara, a la que le puso
el nombre de su lugar de origen. El rey cometió el error de hacerle presidente
de la Audiencia de México cuando se fundó, ayudado por varios oidores nefastos,
ente ellos, mi sobrino Juan; y, además, con el objetivo principal de rebajar el
brillo de Cortés, como nos contará Bernal. Fueron tantos los abusos de Nuño,
que terminó siendo enviado preso a España, muriendo en la cárcel. La escena que
vemos la pintó el mexicano Juan O´Gorman el siglo pasado. Representa la
conquista de Michoacán. Vemos a Nuño centrado en la parte inferior sobre un caballo blanco y
bajo unas simbólicas raíces. Menos mal que, para compensar el espanto, aparece
al pie del mural, con capa roja, el obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga, sin
duda uno de los hombres más humanos y constructivos que ha registrado la
historia de las colonizaciones).
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