(146) –Te veo radiante, pequeñín: va a
llegar tu preferido.
-Es que resulta un alivio, querido
preceptor, darnos de bruces en Indias con un español extraordinariamente
ejemplar y positivo.
-Y, además, también cuenta que lo
conocieron tus antepasados de Madrigal de las Altas Torres. Pero no te precipites: tenemos que aguantar un
ratito aún el mal olor de Nuño. “Como supo que lo quitaban de presidente e
venían otros oidores, el Nuño de Guzmán allegó todos los soldados que pudo para
que fuesen con él a la provincia de Jalisco, y los que no querían ir de grado
apremiábalos para que fuesen por fuerza, o habían de dar dinero a otros
soldados que fuesen en su lugar. Y llevó muchos indios mexicanos cargados y
otros de guerra, y hacía grandes
molestias con su fardaje por los pueblos que pasaban. Y en Michoacán,
porque el principal cacique no le dio tanto oro como le pedía, le atormentó y
le quemó los pies, y por algunas trancanillas (calumnias) que le levantaron al pobre cacique, le ahorcó, que fue
una de las malas cosas que un presidente no podía hacer, y todos los que iban
en su compañía lo tuvieron a crueldad. Y el
Nuño de Guzmán siempre se estuvo en aquella provincia hasta que le
trajeron a México preso a dar cuenta de las sentencias que contra él dieron”.
Llega tu idolatrado, baby.
-Pues vamos a oxigenarnos, reve. “Quitada
la audiencia anterior, llegó la nueva, y
vino por presidente don Sebastián Ramírez de Villaescusa, obispo de Santo
Domingo, y cuatro oidores, Alonso de Maldonado, el licenciado Zaínos, el
licenciado Salmerón, y el licenciado Vasco de Quiroga, de Madrigal (quitémonos la gorra, Sancho), que
después fue obispo de Michoacán”. No me digas que lo mitifico, santo padre: cómo tuvo que ser el
hombre para que el amor popular le hiciera pasar a la historia (hasta hoy, ¡y
siendo español!) con el apelativo de Tata Vasco. ¡Qué cambiazo!: de un extremo a
otro. Tan ejemplares fueron los nuevos jefes como desastrosos los anteriores.
Examinaron de inmediato la situación: “Y de todas las villas vinieron muchos
vecinos y aun caciques, y dieron tantas quejas del presidente y oidores pasados
que estaban espantados los que les sucedieron. El Delgadillo y Matienzo decían
que todas las demandas que les ponían eran a cargo de Nuño de Guzmán, que, como
presidente, lo mandaba, pero les vendieron sus bienes para pagar las sentencias
que hubo contra ellos, y les echaron presos”. ¿Cómo pudieron abusar tanto tiempo?
-Fueron las circunstancias, hijo mío. Mi
sobrino llevaba 18 años inmerso en el caldo de cultivo de corrupción judicial
de ambas audiencias, la de Santo Domingo y la de México (inauguró las dos).
Bernal llega a afirmar (por supuesto, exagerando) que esos funcionarios tenían
un poder mayor que el que poseyeron luego los virreyes. También exagera al
decir que mi sobrino murió arruinado, pero sí es cierto que perdió gran parte
de su fortuna, y que murió en España
rumiando como alma en pena el estacazo que le dieron los nuevos jueces, aunque
esos sufrimientos le vinieron bien para abreviar su paso por el Purgatorio,
adonde llegó en 1536. El peor de todos, Nuño de Guzmán, intentó escurrirse como
una anguila, pero, a pesar de sus poderosas influencias familiares, lo apresaron,
le enviaron a España y murió en 1540 encerrado en el castillo de Torrejón de
Velasco. Terminemos con los piropos que Bernal les echa a los recién llegados:
“Ciertamente eran tan buenos jueces y rectos en hacer justicia que no entendían
sino en hacer lo que Dios y Su Majestad mandaban, en que los indios conociesen
que les favorecían y en que fuesen bien adoctrinados en la Santa Doctrina. Y además
de esto, luego prohibieron que se herrasen esclavos, e hicieron otras cosas
buenas. Pues el licenciado Quiroga era tan bueno, que le dieron el obispado de
Michoacán”. Te puedes sentir orgulloso de él, querido monaguillo: gran
humanista de extensa cultura; como reunía todos los requisitos, incluso el de
ser soltero, y el clamor general lo exigía, le hicieron sacerdote y obispo de
una tacada. ¡Y cómo acertaron!
(Imagen: Entre las paredes del hoy
arruinado castillo de Torrejón de
Velasco, a unos 30 km de Madrid, acabó
sus días apresado uno de los peores españoles que llegaron a Indias: soberbio,
sádico y despótico, aunque hay que
reconocerle que fue un brillante fundador de ciudades en tierras mexicanas. La contrapartida: Vasco de Quiroga. Acabó con los desmanes de Nuño,
se empeñó en hacer realidad en Indias la Utopía de Tomás Moro (a quien vemos
detrás de él como susurrándole sabios consejos), y lo consiguió en gran parte,
permaneciendo su obra hasta nuestros días.
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