lunes, 3 de julio de 2023

(2073) Surgieron graves conflictos por la falta de alimentos, y Cortés perdía autoridad. Hubo enfrentamientos y muertos. Bernal consiguió comida para Cortés y su entorno.

 

     (126) –Me pregunto, querido hijo, si un líder ha de ser masoquista.

     -Somos un misterio, daddy; la verdad es que el poder resulta una carga muy pesada. En su marcha, Cortés no dejaba de tener complicaciones: “Pareció ser que ciertos caciques mexicanos que venían con nosotros apañaron tres indios, y por el hambre que traíamos, los mataron y se los comieron. Sabiéndolo Cortés, riñó malamente con ellos, y mandó por justicia quemar a uno de ellos, disimulando que sabía que todos eran culpables”. Sigue Bernal con algo cómico, que  no deja de ser una crítica al boato de Cortés: “Los que tocaban las chirimías y sacabuches y dulzainas, como en Castilla estaban acostumbrados a regalos y no sabían de trabajos, y con el hambre habían adolecido, no le daban música a Cortés, excepto uno, y renegábamos todos los soldados de lo oír, y decíamos que aullaba como los zorros y adives (chacales), que valiera más tener maíz para comer que música”. Y allá va otro puyacito  a Cortés: “Algunas personas me han preguntado por qué no comíamos la manada de puercos que traía Cortés, ya que a la necesidad de hambre no hay ley. A esto digo que su mayordomo hacía creer que, al pasar los ríos, se los habían comido los lagartos, y para que no los viésemos, los traían siempre cuatro jornadas rezagados, y además, para tantos soldados como éramos, no habrían durado un día”. De inmediato, nuevo desastre, y bien estúpido. Mandó Cortés al capitán Francisco de Medina al encuentro de Simón de Cuenca, que había ido antes con dos navíos a buscar vituallas. Al verse, “tuvieron palabras sobre el mandar ambos capitanes, vinieron a las armas y murieron casi todos los soldados del capitán Cuenca; cuando los indios de los poblados vieron aquella revuelta, dieron en ellos y acabáronlos de matar a todos, e quemaron los navíos, y nunca supimos cosa alguna hasta dos años y medio después”. El hambre iba dañando la autoridad de Cortés. Cuéntalo, reve.

     -Y hasta Bernal se puso algo respondón, secre; aunque sin faltarle al respeto: “Cortés me mandó a mí que fuese con ciertos indios principales a unos poblados para tomar todo el mayor bastimento posible; volví con 130 cargas de maíz y otras  muchas cosas. Y así que llegué, como era de  noche y los soldados me estaban esperando, cargaron con ello y lo tomaron todo, que no dejaron a Cortés ni a ningún capitán cosa alguna”. Lamentable situación. Y siguió el desmadre: “El despensero de Cortés les decía que dejaran siquiera una carga, y como era de  noche, le replicaban los soldados: ‘Buenos puercos habéis comido vos y Cortés’, y todo lo apañaban. Cuando supo Cortés que  no le dejaron cosa alguna, renegaba de la paciencia y pateaba, y estaba tan enojado que decía que quería hacer pesquisa de quién lo tomó. Cuando vio que el enojo era dar voces en el desierto, me mandó llamar a mí, y muy enojado me dijo que cómo dejé hacer eso con el bastimento; yo le dije que su merced debería haber enviado guardas para eso, y que, aunque él hubiera estado guardándolo, se lo habrían tomado. Y como vio que no había remedio y él tenía mucha necesidad, me halagó con palabras melosas, diciéndome que, si dejé algo escondido por el camino, que lo partiese con él. Y desde que oí sus palabras y de la manera que lo dijo, hube pena de él”. Cortés estaba en los cierto: Bernal, por si acaso, había retenido en el camino  doce cargas de maíz, y le dijo a Cortés que las traería de noche para repartirlas con él y con su gran amigo Sandoval. “Y Cortés se holgó en el alma y me abrazó, y el Sandoval dijo que quería ir conmigo por el bastimento, y lo trajimos, de manera que así pasaron aquella hambre (lo que quiere decir que Cortés y su entorno de capitanes ya se habían comido los puercos). He traído aquí esto a la memoria para que vean en cuánto trabajo se ponen los capitanes en tierras nuevas, que hasta a Cortés, que era muy temido,  no le dejaron maíz que comer”.

     (Foto: Da la impresión de que la desmedida ambición de Cortés terminó mezclada con una buena dosis de vanidad, propia del  más refinado estilo aristocrático. Se fue de campaña  militar a una de las zonas más inhóspitas de Centroamérica con aires de príncipe borgoñón, rodeado de capitanes, criados y hasta titiriteros. El no va más del amaneramiento fue el primoroso grupo de músicos que, dadas las circunstancias, provocaron la risa y el cabreo de los hambrientos soldados).




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