(266) Creo que merece la pena escucharle
parte de lo mismo (resumidamente) a Alonso Enríquez de Guzmán, pues, aunque
todo lo caricaturiza con un apasionamiento que daña su objetividad, siempre
tiene un fondo de verdad en los hechos, y sabe contarlos. Recordemos que estuvo
en el Cuzco luchando bajo el mando de Hernando Pizarro todo el tiempo que duró
el cerco de los indios. Pero no lo tragaba
porque Hernando era hombre soberbio, y él, acostumbrado a tratar de tú a
tú a la más alta aristocracia, no admitía su prepotencia. Así que, en cuanto apareció Almagro por el
Cuzco, se pasó a su bando. Días atrás vimos que Enríquez hablaba elogiosamente,
y se supone que sinceramente, de Pizarro. Ahora le pondrá por las nubes a
Almagro, y le arrastrará por el fango a Hernando Pizarro. En ambos casos, habrá
que aplicar una criba a sus exageraciones para que nos quedemos con la verdad.
Probablemente, eliminando lo añadido por su corazón apasionado, veremos la
auténtica cara de los personajes. Don Alonso era mal enemigo, pero un tipo muy
valioso. En varias ocasiones hizo de mediador entre Pizarro y Almagro para que
reinara la paz, pero nadie lo habría conseguido.
Empieza
hablando del viaje de la vuelta de Almagro de Chile, dedicándole unas alabanzas
disparatadas por la proeza (que lo fue) de su viaje a Chile: “Había avanzado
hacia Chile ochocientas cincuenta leguas, con quinientos hombres, todos
hidalgos, y por esto, así como por la calidad de su persona (no tenía nada de aristocrático),
esfuerzo, liberalidad y lealtad a su Rey, lo podemos comparar con el Cid, Ruy
Díaz, de gloriosa memoria y de famosas hazañas, pues como sabréis por los que
de él hablen y escriban, ni el dicho Cid, ni Salomón, ni Alejandro le han hecho
ventaja (qué pasada)”.
Trata también de justificar, tergiversando los verdaderos motivos, que
Almagro ocupara el Cuzco, y se despacha a gusto con Hernando Pizarro: “Don
Diego de Almagro, que fue parte principal con su persona y su hacienda de la
primera conquista de estos reinos de
Perú, quiso acabar de ganarlos, y al saber que estábamos afligidos y cercados, volvió de
Chile y entró en esta gran ciudad del Cuzco, donde halló por capitán a Hernando
Pizarro, hombre poco temeroso de Dios, y menos de nuestro rey. El cual quiso hacerme matar
solamente porque se había deslenguado contra Dios, el Rey y su Consejo, pues es
hombre fanfarrón, y temía que, siendo yo criado del Rey (con acceso muy directo al soberano), se lo dijese a Su Alteza, y
los de su Consejo le quitasen cien mil castellanos de oro que había robado a
los caciques de esta tierra amenazándolos, quemándolos y atormentándolos, que
fue por lo que se alzaron los indios y se marchó de esta ciudad Manco Inca (como ya vimos, su motivo principal era el
intento de recuperar el imperio). Por las cuales cosas trataba de que los
vecinos del Cuzco se revolviesen contra mí y me matasen, o yo matase a alguno (era peleón y había tenido numerosos desafíos
ya antes de llegar a Perú), cuya conclusión sería que muriese mi cuerpo y
mi crédito”.
(Imagen) Poco falta para terminar esta primera parte de la conquista de
Perú, y lo vamos haciendo de la manita de DON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN. Qué
personaje tan complejo, en sus grandes virtudes y grandes defectos. Si alguien
le tenía ganas a Hernando Pizarro, ese era Enríquez. Vimos hace tiempo que le
montó un pleito en España por la ejecución de Almagro. En 1540 (antes del
asesinato de Pizarro) ya andaba por Sevilla. En los archivos de PARES veo otras
referencias curiosas. Experto en ‘enchufes’ y en dar sablazos (económicos),
cuando partió para las Indias (año 1526), el rey dio orden al tesorero de
México para que le entregara 400 ducados de oro. En Perú, le reclamó
judicialmente a Francisco Pizarro 700 pesos de oro que le había ganado jugando
a la pelota. A su vez, a Enríquez lo procesó Villalobos, fiscal del Consejo de
Indias, por haber traído a España plata y oro sin registrar. Vino también con
dos cartas de recomendación para presentarse ante el rey. En una de ellas se
aseguraba que Enríquez tuvo el mérito de conseguir que Manco Inca abandonara su
rebeldía contra la Corona. Lo que de verdad ocurrió fue que Almagro lo envió
ante Manco Inca con la misión de negociarlo, pero fracasó. En la otra (la
imagen muestra su primera página) el Tesorero Manuel de Espinar cuenta un hecho
cierto, pero, siendo tan apasionado almagrista como Enríquez, afirma
categóricamente que PIZARRO fue el gran culpable de los graves conflictos
civiles. Le dice al rey que el que lleva la carta, ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN,
fue apoderado por el difunto ALMAGRO
para tratar con FRANCISCO PIZARRO sobre los límites de su jurisdicción,
lo cual no tuvo efecto por los chismes de FRAY FRANCISCO DE BOBADILLA (las
cosas no fueron tan simples), quien
encendió los ánimos de Pizarro y su gente, y fue la causa de la muerte de
Almagro y 200 hombres suyos.
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