martes, 24 de abril de 2018

(Día 676) Alonso Enríquez de Guzmán nos da su versión de la llegada de Almagro, a cuyo bando se pasa, justificando que se apoderara del Cuzco, y lo alababa sin medida. Luego muestra su odio personal contra Hernando Pizarro, acusándolo de incitar a la gente a que lo mataran a él.


     (266) Creo que merece la pena escucharle parte de lo mismo (resumidamente) a Alonso Enríquez de Guzmán, pues, aunque todo lo caricaturiza con un apasionamiento que daña su objetividad, siempre tiene un fondo de verdad en los hechos, y sabe contarlos. Recordemos que estuvo en el Cuzco luchando bajo el mando de Hernando Pizarro todo el tiempo que duró el cerco de los indios. Pero no lo tragaba  porque Hernando era hombre soberbio, y él, acostumbrado a tratar de tú a tú a la más alta aristocracia, no admitía su prepotencia.  Así que, en cuanto apareció Almagro por el Cuzco, se pasó a su bando. Días atrás vimos que Enríquez hablaba elogiosamente, y se supone que sinceramente, de Pizarro. Ahora le pondrá por las nubes a Almagro, y le arrastrará por el fango a Hernando Pizarro. En ambos casos, habrá que aplicar una criba a sus exageraciones para que nos quedemos con la verdad. Probablemente, eliminando lo añadido por su corazón apasionado, veremos la auténtica cara de los personajes. Don Alonso era mal enemigo, pero un tipo muy valioso. En varias ocasiones hizo de mediador entre Pizarro y Almagro para que reinara la paz, pero nadie lo habría conseguido.
    Empieza hablando del viaje de la vuelta de Almagro de Chile, dedicándole unas alabanzas disparatadas por la proeza (que lo fue) de su viaje a Chile: “Había avanzado hacia Chile ochocientas cincuenta leguas, con quinientos hombres, todos hidalgos, y por esto, así como por la calidad de su persona (no tenía nada de aristocrático), esfuerzo, liberalidad y lealtad a su Rey, lo podemos comparar con el Cid, Ruy Díaz, de gloriosa memoria y de famosas hazañas, pues como sabréis por los que de él hablen y escriban, ni el dicho Cid, ni Salomón, ni Alejandro le han hecho ventaja (qué pasada)”.
     Trata también de justificar, tergiversando los verdaderos motivos, que Almagro ocupara el Cuzco, y se despacha a gusto con Hernando Pizarro: “Don Diego de Almagro, que fue parte principal con su persona y su hacienda de la primera conquista de estos reinos de  Perú, quiso acabar de ganarlos, y al saber que  estábamos afligidos y cercados, volvió de Chile y entró en esta gran ciudad del Cuzco, donde halló por capitán a Hernando Pizarro, hombre poco temeroso de Dios, y menos de  nuestro rey. El cual quiso hacerme matar solamente porque se había deslenguado contra Dios, el Rey y su Consejo, pues es hombre fanfarrón, y temía que, siendo yo criado del Rey (con acceso muy directo al soberano), se lo dijese a Su Alteza, y los de su Consejo le quitasen cien mil castellanos de oro que había robado a los caciques de esta tierra amenazándolos, quemándolos y atormentándolos, que fue por lo que se alzaron los indios y se marchó de esta ciudad Manco Inca (como ya vimos, su motivo principal era el intento de recuperar el imperio). Por las cuales cosas trataba de que los vecinos del Cuzco se revolviesen contra mí y me matasen, o yo matase a alguno (era peleón y había tenido numerosos desafíos ya antes de llegar a Perú), cuya conclusión sería que muriese mi cuerpo y mi crédito”.
    
     (Imagen) Poco falta para terminar esta primera parte de la conquista de Perú, y lo vamos haciendo de la manita de DON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN. Qué personaje tan complejo, en sus grandes virtudes y grandes defectos. Si alguien le tenía ganas a Hernando Pizarro, ese era Enríquez. Vimos hace tiempo que le montó un pleito en España por la ejecución de Almagro. En 1540 (antes del asesinato de Pizarro) ya andaba por Sevilla. En los archivos de PARES veo otras referencias curiosas. Experto en ‘enchufes’ y en dar sablazos (económicos), cuando partió para las Indias (año 1526), el rey dio orden al tesorero de México para que le entregara 400 ducados de oro. En Perú, le reclamó judicialmente a Francisco Pizarro 700 pesos de oro que le había ganado jugando a la pelota. A su vez, a Enríquez lo procesó Villalobos, fiscal del Consejo de Indias, por haber traído a España plata y oro sin registrar. Vino también con dos cartas de recomendación para presentarse ante el rey. En una de ellas se aseguraba que Enríquez tuvo el mérito de conseguir que Manco Inca abandonara su rebeldía contra la Corona. Lo que de verdad ocurrió fue que Almagro lo envió ante Manco Inca con la misión de negociarlo, pero fracasó. En la otra (la imagen muestra su primera página) el Tesorero Manuel de Espinar cuenta un hecho cierto, pero, siendo tan apasionado almagrista como Enríquez, afirma categóricamente que PIZARRO fue el gran culpable de los graves conflictos civiles. Le dice al rey que el que lleva la carta, ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN, fue apoderado por el difunto ALMAGRO  para tratar con FRANCISCO PIZARRO sobre los límites de su jurisdicción, lo cual no tuvo efecto por los chismes de FRAY FRANCISCO DE BOBADILLA (las cosas  no fueron tan simples), quien encendió los ánimos de Pizarro y su gente, y fue la causa de la muerte de Almagro y 200 hombres suyos.



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