(264) Hernando Pizarro, con toda razón,
insistió en que era un engaño medir las distancias como Almagro pretendía: “Por
lo cual le dijo que había que medir por los grados del cielo, como miden los
marineros el mar. De esta manera, dando a cada grado diecisiete leguas y media,
había ciento noventa y dos leguas y media desde la línea equinoccial (sobre la que está Quito) hasta la ciudad
de Lima, y doscientas cuarenta y cinco
leguas hasta el Cuzco”. Este era el sistema correcto, pero Garcilaso comete un
error. Se estima que en aquel tiempo una legua medía 5,5 km. De manera que, cada
grado (que hoy sabemos son 113,3 km) no equivalía a 17,5 leguas, sino a 20,6,
lo cual resultaría catastrófico para las pretensiones de Pizarro, porque las
270 leguas solamente ocuparían 13,10 grados. Es posible que también equivocara
desde dónde había que tomar las medidas, porque todo indica que había que
considerar como punto de partida, no Santiago de Quito, sino la población de
Santiago, situada junto a lo que hoy es línea fronteriza con Colombia. Fue tal
el desmadre de la precipitación, que veremos a los de Almagro, no solo
apoderándose del Cuzco, sino pretendiendo hacer lo mismo con Lima, lo cual ya
era totalmente disparatado.
Aunque todo se resolvió ‘a la brava’, no
vendrá mal hacer una última consideración. Con los datos actuales, no hay duda
de que el Cuzco correspondía a la gobernación de Almagro si lo concedido a
Pizarro eran estrictamente 270 leguas (incluso contando desde la ciudad de
Quito, lo cual era ventajoso para el trujillano): la distancia aérea
Quito-Cuzco es de 1.648 km, y 270 leguas son 1485 km. Pero en los mismos
documentos del emperador hay, desgraciadamente, ambigüedades que dieron pie a
la tragedia porque los actores del drama no se comportaron cono nobles
caballeros.
Ocurre, además, que, cuando Hernando
Pizarro consiguió de Carlos V otras setenta leguas (para llegar hasta
doscientas setenta), pidió también que se dijera expresamente que se consideraba
incluido el Cuzco dentro de los límites. Los miembros del Consejo de Indias no
quisieron pillarse los dedos y evitaron pronunciarse, pero hicieron una
indicación que lo embrolló todo. Hernando consiguió que manifestaran que el
límite de la gobernación de Pizarro incluía los territorios de los caciques
Coli y Chepi. Nadie sabe con exactitud cuánto ocupaban esos territorios, pero
el gran historiador peruano Raúl Porras Barrenechea tenía una certeza, y sacó
sus conclusiones. Escribió textualmente: “Puesto que el Cuzco se
hallaba muy al norte de donde pudieran situarse los poblados de esos caciques,
quedaba indiscutiblemente dentro de la gobernación de Pizarro, que Almagro
intentó usurpar descaradamente en la guerra de las Salinas”. El historiador
Esteban Mira Caballos (que no da estos detalles concretos) dice tajantemente en
su reciente biografía de Francisco Pizarro que Barrenechea se equivocaba, dando
por hecho que la razón estaba de parte de Almagro. Más bien parece que el
esperpento de la confusión puede seguir en pie: según la medición técnica,
Almagro tenía razón, pero, según las ambigüedades de los documentos, la tendría
Pizarro. O eran 270 leguas estrictas, o era, como añade textual e
imprecisamente el documento, ‘hasta aquellos territorios (los de Coli y Chepi),
que estarán a unas 270 leguas”.
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