sábado, 21 de abril de 2018

(Día 674) No solo los límites estaban confusamente situados: había también un error en lo que medía cada legua (o en las leguas que tenía cada grado geográfico). Incluso los documentos señalaban cosas contradictorias: indicaban la distancia de 270 leguas, pero llegando hasta unos territorios indios que estaban más lejos.


     (264) Hernando Pizarro, con toda razón, insistió en que era un engaño medir las distancias como Almagro pretendía: “Por lo cual le dijo que había que medir por los grados del cielo, como miden los marineros el mar. De esta manera, dando a cada grado diecisiete leguas y media, había ciento noventa y dos leguas y media desde la línea equinoccial (sobre la que está Quito) hasta la ciudad de Lima, y  doscientas cuarenta y cinco leguas hasta el Cuzco”. Este era el sistema correcto, pero Garcilaso comete un error. Se estima que en aquel tiempo una legua medía 5,5 km. De manera que, cada grado (que hoy sabemos son 113,3 km) no equivalía a 17,5 leguas, sino a 20,6, lo cual resultaría catastrófico para las pretensiones de Pizarro, porque las 270 leguas solamente ocuparían 13,10 grados. Es posible que también equivocara desde dónde había que tomar las medidas, porque todo indica que había que considerar como punto de partida, no Santiago de Quito, sino la población de Santiago, situada junto a lo que hoy es línea fronteriza con Colombia. Fue tal el desmadre de la precipitación, que veremos a los de Almagro, no solo apoderándose del Cuzco, sino pretendiendo hacer lo mismo con Lima, lo cual ya era totalmente disparatado.
    Aunque todo se resolvió ‘a la brava’, no vendrá mal hacer una última consideración. Con los datos actuales, no hay duda de que el Cuzco correspondía a la gobernación de Almagro si lo concedido a Pizarro eran estrictamente 270 leguas (incluso contando desde la ciudad de Quito, lo cual era ventajoso para el trujillano): la distancia aérea Quito-Cuzco es de 1.648 km, y 270 leguas son 1485 km. Pero en los mismos documentos del emperador hay, desgraciadamente, ambigüedades que dieron pie a la tragedia porque los actores del drama no se comportaron cono nobles caballeros.
     Ocurre, además, que, cuando Hernando Pizarro consiguió de Carlos V otras setenta leguas (para llegar hasta doscientas setenta), pidió también que se dijera expresamente que se consideraba incluido el Cuzco dentro de los límites. Los miembros del Consejo de Indias no quisieron pillarse los dedos y evitaron pronunciarse, pero hicieron una indicación que lo embrolló todo. Hernando consiguió que manifestaran que el límite de la gobernación de Pizarro incluía los territorios de los caciques Coli y Chepi. Nadie sabe con exactitud cuánto ocupaban esos territorios, pero el gran historiador peruano Raúl Porras Barrenechea tenía una certeza, y sacó sus conclusiones. Escribió textualmente: “Puesto que el Cuzco se hallaba muy al norte de donde pudieran situarse los poblados de esos caciques, quedaba indiscutiblemente dentro de la gobernación de Pizarro, que Almagro intentó usurpar descaradamente en la guerra de las Salinas”. El historiador Esteban Mira Caballos (que no da estos detalles concretos) dice tajantemente en su reciente biografía de Francisco Pizarro que Barrenechea se equivocaba, dando por hecho que la razón estaba de parte de Almagro. Más bien parece que el esperpento de la confusión puede seguir en pie: según la medición técnica, Almagro tenía razón, pero, según las ambigüedades de los documentos, la tendría Pizarro. O eran 270 leguas estrictas, o era, como añade textual e imprecisamente el documento, ‘hasta aquellos territorios (los de Coli y Chepi), que estarán a unas 270 leguas”.




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