(261) Nos habla Garcilaso del momento en
que Diego de Almagro se presenta en el Cuzco: “Cuando Almagro llegó , Manco
Inca había aflojado del todo el cerco del Cuzco al creer que iba a socorrer a
los suyos, sin saber la intención que traía contra los Pizarros. Don Diego
procuró hablarle para atraerle a su bando, porque se conocían de antes. El Inca
consintió en verle con propósito de matarlo, porque pensaba que así podría
matar más fácilmente a los demás. Se vieron y hablaron, mas ninguno salió con
su intención, porque don Diego, como soldado prudente, fue bien acompañado de
los suyos, ni el Inca quiso inclinarse al bando de don Diego”.
También entre los españoles andaban las
argucias: “Hernando Pizarro envió un mensajero con el fin de que tentase a Juan
de Saavedra, que había quedado solo con la gente de Almagro (mientras este visitaba a Manco Inca),
para que se la entregase, diciéndole que le haría grandes favores y honra. Mas
Juan de Saavedra, que era caballero de la muy noble sangre sevillana de este
apellido, y él por sí de gran bondad y virtud, no hizo caso de las promesas por
no hacer cosa contra su honra”.
Explica muy bien Inca Garcilaso la
situación de los tres personajes que van a entrar en terrible discordia: “Así
quedaron los tres bandos mirándose unos a otros sin querer avenirse. Manco Inca
veía que don Diego de Almagro había vuelto de Chile con más de cuatrocientos
cincuenta españoles, aunque allá había perdido casi doscientos en el paso de la
sierra nevada y en la conquista de aquel reino, y que, si en tantos meses de
cerco del Cuzco no había podido someter a ciento sesenta españoles, menos
podría ahora con seiscientos, aunque estuvieran enemistados, pues en cuanto
acometiera a una de las partes, se habían de juntar todos contra los indios, lo
que sería su destrucción. Consideraba que en poco más de un año que llevaban
alzados, faltaban más de cuarenta mil indios, que habían muerto a manos de sus
enemigos, de hambre y de los demás
trabajos que la guerra trae consigo.
Habiendo consultado estas cosas con los pocos parientes que tenía, resolvió
dejar la guerra”.
De la misma manera que vimos cómo Cieza,
aunque informado por testigos, compuso la arenga que Manco Inca echó a los más
notables de su pueblo cuando decidió alzarse contra los españoles, también
ahora Inca Garcilaso recrea las palabras que utilizó para justificar la
sensatez de abandonar la lucha. La narración de Cieza abrió el escenario del
alzamiento indio y la de Garcilaso lo cierra (temporalmente), aunque imagina un discurso más propio de alguien que
ve en el triunfo de los españoles un designio divino, porque nos muestra a
Manco Inca diciéndoles a sus oyentes que era inútil seguir luchando contra unos
hombres que habían sido favorecidos por grandes milagros (el fuego que no
ardía, etc.), y que ya su padre Huayna Cápac había profetizado que “gentes no
conocidas habían de quitarnos nuestro imperio, y que su ley sería mejor que la
nuestra”.
(Imagen) Vale: la ilustre sangre de JUAN
DE SAAVEDRA sería sevillana (como dice Inca Garcilaso), pero él no. Lo que sí
resulta incuestionable es que fue un hombre sensato y humano. Por ser uno de
sus capitanes de confianza, Almagro, durante la campaña de Chile, le confió la
misión de avanzar explorando hacia el sur
en aquel barco que, como ya vimos, había traído con refuerzos Francisco
Noguerol de Ulloa. Llegaron los dos hasta una bahía a la que Saavedra le puso el
nombre de VALPARAÍSO. Sería muy hermosa, pero ha quedado así llamada porque Saavedra
nació en un pueblín de Cuenca llamado
VALPARAÍSO DE ARRIBA. Dicen que la patria de un hombre es la infancia, y en
medio de las batallas constantes, los horrores, el sufrimiento y la enorme
lejanía del lugar en el que vino al mundo, Juan de Saavedra mostró su
agradecimiento por lo que más amaba. Cuando, como veremos, Almagro apresó a
Hernando Pizarro, Saavedra fue uno de los que se opusieron a que fuera
ejecutado. En las guerras civiles (las aborrecía) solo fue fiel a los
almagristas hasta que se rebelaron contra la Corona. Siempre escogió lo que le
parecía más correcto. Tuvo que abandonar las tropas de Almagro el Mozo y
pasarse a las de Gonzalo Pizarro para ser fiel a la Corona. Y, lo que son las
cosas, muerto ya ‘el Mozo’, decidió luchar junto al virrey contra Gonzalo por
su clara rebeldía. Consta que en
1551 vivía en el Cuzco, pero pronto partió para España, muriendo el año 1554 en
el conquense pueblo de sus amores, Valparaíso de Arriba. La chilena VALPARAÍSO
(hoy con un millón de habitantes) la fundó PEDRO DE VALDIVIA ocho años después,
pero respetó el nombre que Saavedra le puso a su bahía. Bien hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario