miércoles, 18 de abril de 2018

(Día 671) Manco Inca no se atrevió a matar a Almagro en la entrevista que tuvieron, ni quiso asociarse con él. Hernando Pizarro también fracasa al intentar que Saavedra se pase a su bando con los hombres de Almagro. Manco Inca, sabiendo que, si atacase a un bando, se unirían todos los españoles, decide renunciar temporalmente a la guerra.


     (261) Nos habla Garcilaso del momento en que Diego de Almagro se presenta en el Cuzco: “Cuando Almagro llegó , Manco Inca había aflojado del todo el cerco del Cuzco al creer que iba a socorrer a los suyos, sin saber la intención que traía contra los Pizarros. Don Diego procuró hablarle para atraerle a su bando, porque se conocían de antes. El Inca consintió en verle con propósito de matarlo, porque pensaba que así podría matar más fácilmente a los demás. Se vieron y hablaron, mas ninguno salió con su intención, porque don Diego, como soldado prudente, fue bien acompañado de los suyos, ni el Inca quiso inclinarse al bando de don Diego”.
     También entre los españoles andaban las argucias: “Hernando Pizarro envió un mensajero con el fin de que tentase a Juan de Saavedra, que había quedado solo con la gente de Almagro (mientras este visitaba a Manco Inca), para que se la entregase, diciéndole que le haría grandes favores y honra. Mas Juan de Saavedra, que era caballero de la muy noble sangre sevillana de este apellido, y él por sí de gran bondad y virtud, no hizo caso de las promesas por no hacer cosa contra su honra”.
          Explica muy bien Inca Garcilaso la situación de los tres personajes que van a entrar en terrible discordia: “Así quedaron los tres bandos mirándose unos a otros sin querer avenirse. Manco Inca veía que don Diego de Almagro había vuelto de Chile con más de cuatrocientos cincuenta españoles, aunque allá había perdido casi doscientos en el paso de la sierra nevada y en la conquista de aquel reino, y que, si en tantos meses de cerco del Cuzco no había podido someter a ciento sesenta españoles, menos podría ahora con seiscientos, aunque estuvieran enemistados, pues en cuanto acometiera a una de las partes, se habían de juntar todos contra los indios, lo que sería su destrucción. Consideraba que en poco más de un año que llevaban alzados, faltaban más de cuarenta mil indios, que habían muerto a manos de sus enemigos, de hambre y  de los demás trabajos  que la guerra trae consigo. Habiendo consultado estas cosas con los pocos parientes que tenía, resolvió dejar la guerra”.
     De la misma manera que vimos cómo Cieza, aunque informado por testigos, compuso la arenga que Manco Inca echó a los más notables de su pueblo cuando decidió alzarse contra los españoles, también ahora Inca Garcilaso recrea las palabras que utilizó para justificar la sensatez de abandonar la lucha. La narración de Cieza abrió el escenario del alzamiento indio y la de Garcilaso lo cierra (temporalmente), aunque  imagina un discurso más propio de alguien que ve en el triunfo de los españoles un designio divino, porque nos muestra a Manco Inca diciéndoles a sus oyentes que era inútil seguir luchando contra unos hombres que habían sido favorecidos por grandes milagros (el fuego que no ardía, etc.), y que ya su padre Huayna Cápac había profetizado que “gentes no conocidas habían de quitarnos nuestro imperio, y que su ley sería mejor que la nuestra”.

     (Imagen) Vale: la ilustre sangre de JUAN DE SAAVEDRA sería sevillana (como dice Inca Garcilaso), pero él no. Lo que sí resulta incuestionable es que fue un hombre sensato y humano. Por ser uno de sus capitanes de confianza, Almagro, durante la campaña de Chile, le confió la misión de avanzar explorando hacia el sur  en aquel barco que, como ya vimos, había traído con refuerzos Francisco Noguerol de Ulloa. Llegaron los dos hasta una bahía a la que Saavedra le puso el nombre de VALPARAÍSO. Sería muy hermosa, pero ha quedado así llamada porque Saavedra nació  en un pueblín de Cuenca llamado VALPARAÍSO DE ARRIBA. Dicen que la patria de un hombre es la infancia, y en medio de las batallas constantes, los horrores, el sufrimiento y la enorme lejanía del lugar en el que vino al mundo, Juan de Saavedra mostró su agradecimiento por lo que más amaba. Cuando, como veremos, Almagro apresó a Hernando Pizarro, Saavedra fue uno de los que se opusieron a que fuera ejecutado. En las guerras civiles (las aborrecía) solo fue fiel a los almagristas hasta que se rebelaron contra la Corona. Siempre escogió lo que le parecía más correcto. Tuvo que abandonar las tropas de Almagro el Mozo y pasarse a las de Gonzalo Pizarro para ser fiel a la Corona. Y, lo que son las cosas, muerto ya ‘el Mozo’, decidió luchar junto al virrey contra Gonzalo por su clara rebeldía. Consta que en 1551 vivía en el Cuzco, pero pronto partió para España, muriendo el año 1554 en el conquense pueblo de sus amores, Valparaíso de Arriba. La chilena VALPARAÍSO (hoy con un millón de habitantes) la fundó PEDRO DE VALDIVIA ocho años después, pero respetó el nombre que Saavedra le puso a su bahía. Bien hecho.



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