(249) También Pedro Pizarro ve la intervención
divina, como Inca Garcilaso, en algo que ya nos contó este cronista: “Aconteció
en el Cuzco un milagro, y fue que los indios deseaban mucho quemarnos la
iglesia, echaron alguna piedra o flecha de fuego, y la iglesia, que era de
paja, empezó a arder, y sin apagar nadie el fuego, él mismo se apagó; y
acaecido, desmayaron los indios, y como se les acababa la comida, al cabo de
cuatro meses de poner el cerco, empezaron a ir a sus tierras para hacer sus
sementeras, sin que pudieran detenerlos sus capitanes. Luego supimos que un
capitán indio que había estado en la fortaleza, que se llamaba Gualparoca, con
parte de la gente que estaba en el cerco, lo envió Manco Inca a las Ciudad de
los Reyes para que matase a los españoles que allí estaban con el Marqués don
Francisco Pizarro, pero visto que no
podían con los españoles se volvieron a su tierra”.
“Desde que nos pusieron el cerco hasta que
tomamos la fortaleza, pasaría un mes, y en este tiempo se pasó el mayor riesgo.
Cuando nos acometieron por todas partes y pusieron fuego, se nos escondieron
dos españoles entre la paja que quitábamos para que no nos quemasen. Lo
hicieron creyendo que ya nos llevaban los indios. Hernando Pizarro afrentó a
uno de ellos, y al otro quiso ahorcar, y por sus ruegos lo dejó. Otro español
se nos huyó a los indios, y lo llevaron adonde Manco Inca, y a este y al dicho
Francisco Martín (en quien confiaba mucho) los tuvo consigo bajo vigilancia,
pero no los mató”. Haciendo cuentas, el asedio ya duraba cinco meses. Si Inca
Garcilaso nos dijo que fueron ocho, sin duda se refiere a que el cerco continuó
después.
También
el episodio de las cabezas cortadas lo cuenta don Alonso Enríquez de
Guzmán, y como siempre, con estilo pintoresco y aportando datos de relieve,
incluso con algunas variantes. Dando muestras de que, a pesar de su complicada
biografía, era un hombre piadoso, él le agradece a la Virgen lo que ocurrió,
porque llevaban mucho tiempo cercados en el Cuzco, sin noticias del exterior y
con la moral por los suelos: “No quiero que quede en la oscuridad lo que
Nuestra Señora la Virgen María hizo por nosotros en el santo día de su
festividad, que cae a ocho de septiembre (día
de su Natividad), alumbrando nuestros sentimientos y esforzando nuestros
corazones. Llevábamos cinco meses cercados en el Cuzco por unos cien mil
hombres, nos habían combatido muchas veces, quemado la ciudad, matado a nuestro capitán general, Juan Pizarro, y a
otros muchos cristianos, sin saber nada del Gobernador, que estaba a ciento
cincuenta leguas de nosotros, teniéndole a él y a sus hombres por muertos,
porque nos lo decían nuestros enemigos. Nosotros mismos no nos teníamos por
vivos. Como hombres desesperados quisimos mandar a los mejores cincuenta de a
caballo a saber si el Gobernador estaba vivo. Como había división de opiniones,
se determinó que se hiciese según la voluntad de otro hermano del Gobernador
que quedó por general (Hernando Pizarro).
Los oficiales del Rey y los miembros del cabildo le pidieron que no enviase a
la gente. Pero determinó enviarla al día siguiente, no faltándole razón porque
era hombre cuerdo y pensaba que en ello
acertaba”.
(Imagen) Vamos a jugar en PARES a
investigadores (que es una gozada), porque apenas se dice nada de FRANCISCO
MARTÍN. Hemos visto que, apresado por los indios, Manco Inca lo trataba bien y
que le tenía mucha confianza. Pero lo más probable sería que Martín lo
estuviera manipulando, porque es casi seguro que fuera él quien, haciendo
teatro, le aconsejó al inca que les tirara a los españoles un saco con cabezas
de soldados para desmoralizarlos, donde metió él ocultamente correspondencia española
con noticias vitales para los sitiados en el Cuzco. Así supieron que Pizarro y
su gente seguían vivos en Lima. Consta que era de Alburquerque, y eso, junto a
otros pequeños datos, lleva a la conclusión de que tenía que tratarse de
FRANCISCO MARTÍN SOTÍN. El documento de
la imagen, del año 1519, es parte de una hoja de registro de pasajeros para las
Indias. He señalado en rojo lo que nos interesa: “Francisco Martín Soytín (por Sotín), hijo de Alonso Yáñez Sotín y
de Beatriz Alonso, vecinos de la villa de Alburquerque, partió en la nao de
Juan Martín”. Se sabe también que
Rodrigo Orgóñez lo liberó de las manos de Manco Inca. Pero en PARES viene otro
dato triste: un año después murió (en1538), se supone que batallando, y sus
herederos reclamaron sus bienes, que serían cuantiosos porque en 1533 había
recibido su parte del tesoro de Atahualpa.
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