lunes, 9 de abril de 2018

(Día 663) Pedro Pizarro dice que lo peor del cerco lo sufrieron al comienzo. Los gritos de los indios no paraban de noche ni de día. Luego ‘retrata’ a varios de los conquistadores. Subraya la bondad de Pizarro y carga las tintas contra Almagro, aunque reconoce su valentía.


     (253) Hace también Pedro Pizarro un comentario sobre cómo fue el cerco en su momento más duro: “Cuando estuvimos con mayor aprieto al comienzo del cerco, velábamos todos todas las noches, y el rato que reposábamos era armados y con los caballos ensillados y enfrenados, porque era tanto el ruido que los indios hacían, que si no era de por muy cansados, no había manera de dormir. El resto del tiempo, hasta que los indios se alejaron algo, velábamos todas las noches en cuatro turnos, y cuando ya se fueron, nos tocaba vela una  noche sí y otra no. Esto duraría unos seis meses, hasta que Almagro volvió de Chile (con su numerosa tropa)”. Diré de paso que Bernal Díaz del Castillo también vivió el mal dormir durante tres meses por los aullidos (de día y de noche) de los aztecas en México. Cómo sería la cosa que, cuando apresaron a Cuauhtémoc, los indios, sintiéndose derrotados, dejaron automáticamente de gritar, y a Bernal le pareció sobrecogedor aquel silencio repentino.
     El cronista Pedro Pizarro, antes de seguir contando lo que ocurrió cuando llegó Almagro al Cuzco, tras volver de Chile, se detiene para hacer una pequeña descripción de cómo eran varios de los principales protagonistas de esta historia. En toda su crónica se trasluce un aprecio exagerado por los Pizarro (al fin y al cabo, eran sus parientes) y una especie de inquina contra Almagro que resulta sospechosa de injusta parcialidad: “Quiero decir ahora quién era el Marqués don Francisco Pizarro, y sus hermanos, y don Diego de Almagro, y sus condiciones; también hablaré de algunos conquistadores a los que aquí tengo nombrados. El Marqués don Francisco Pizarro, hijo de Gonzalo Pizarro el Tuerto, capitán en la guerra de Navarra, nació en Trujillo. Era hombre muy cristiano y muy celoso del servicio de Su Majestad. Alto, seco, de buen rostro, la barba rala, valiente y de gran verdad. Tenía por costumbre cuando algo le pedían decir siempre que no, y lo hacía por no faltar a su palabra, pues luego no tenía inconveniente en concederlo”. Cuenta Pedro, como ejemplo, que a Pizarro, que  normalmente se levantaba una hora antes de amanecer, se le acercó un español pidiéndole que le diera una encomienda de indios en Guaitará. A pesar de su insistencia, Pizarro se lo negaba. El lastimero conquistador le dijo que había renunciado a la que tenía porque pensaba ir a España, pero había cambiado de idea: “El Marqués le dijo: ‘Eso de Guaitará está ya dado’. El hombre respondió que no. Y el Marqués le dijo: ‘Pues tomadlo; id a que os hagan el depósito’. He querido contar esto para dar a entender su bondad”.
     De inmediato, Pedro Pizarro nos da una comparación desfavorable para Almagro: “Don Diego de Almagro era lo contrario, pues a todos decía que sí, y con pocos cumplía (sin embargo ya vimos que el cronista López de Gómara alabó su desmedida generosidad cuando perdonó a sus soldados todo lo que le debían). A este  don Diego de Almagro nadie le conoció pariente (lo dice con mala intención, porque había algún rumor de que descendía de musulmanes). Decía él que era de Almagro (otra suspicacia). Era hombre muy profano, de muy mala lengua, que cuando se enojaba trataba muy mal a todos, aunque fuesen caballeros. Hacía pocas mercedes, y las hacía profanas y no a quien le servía”. Después de ‘machacarlo’, dice algo positivo: “Era Almagro hombre pequeño, bien hecho, valiente en la guerra y animoso en el gastar (en esto se contradice)”.

     (Imagen) No estará de más, ahora que Pedro Pizarro hace una pequeña semblanza de los Pizarro, comentar un detalle. En el estupendo libro que acaba de publicar el historiador ESTEBAN MIRA CABALLOS, expone una nueva teoría que, lamentablemente, me parece rocambolesca. Siempre resultó extraño que Gonzalo Pizarro legitimara a siete hijos bastardos y no lo hiciera con Francisco Pizarro, que era el mayor (aunque le dio el apellido). Pero nunca ha sido obstáculo para que, dejando de lado con algunas suposiciones el asunto, los cronistas y los historiadores de todas las épocas hayan dado por cierta la versión de que Gonzalo Pizarro fue su padre, y una criada de la casa, Francisca González, su madre. Hace poco vimos que Alonso Enríquez de Guzmán, uno de los que sufrieron el cerco del Cuzco, así lo dice. Lo decían también el mismo Pizarro y sus cuatro hermanos, tres por parte de padre y uno por la de madre. Mira Caballos lanza la asombrosa hipótesis (mostrando sus razones) de que Francisco Pizarro era solamente hijo adoptivo, tanto de Gonzalo Pizarro como de Francisca González (quienes, como sabemos, ni siquiera eran marido y mujer). Creo que no hace falta explicar por la vía más complicada lo que puede ser sencillo: Gonzalo Pizarro falleció en 1522 sin saber si su hijo seguía vivo en las Indias, y hasta cabe la hipótesis de que lo rechazara por algun viejo enfrentamiento entre los dos. No me puedo imaginar al soberbio Hernando Pizarro, único legítimo de la familia, apuntalando esa patraña. Dicho lo cual, dejo constancia de que, en mi opinión, EL LIBRO ES EXTRAORDINARIAMENTE INTERESANTE.



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