(253) Hace también Pedro Pizarro un
comentario sobre cómo fue el cerco en su momento más duro: “Cuando estuvimos
con mayor aprieto al comienzo del cerco, velábamos todos todas las noches, y el
rato que reposábamos era armados y con los caballos ensillados y enfrenados,
porque era tanto el ruido que los indios hacían, que si no era de por muy
cansados, no había manera de dormir. El resto del tiempo, hasta que los indios
se alejaron algo, velábamos todas las noches en cuatro turnos, y cuando ya se
fueron, nos tocaba vela una noche sí y
otra no. Esto duraría unos seis meses, hasta que Almagro volvió de Chile (con su numerosa tropa)”. Diré de paso
que Bernal Díaz del Castillo también vivió el mal dormir durante tres meses por
los aullidos (de día y de noche) de los aztecas en México. Cómo sería la cosa
que, cuando apresaron a Cuauhtémoc, los indios, sintiéndose derrotados, dejaron
automáticamente de gritar, y a Bernal le pareció sobrecogedor aquel silencio
repentino.
El cronista Pedro Pizarro, antes de seguir
contando lo que ocurrió cuando llegó Almagro al Cuzco, tras volver de Chile, se
detiene para hacer una pequeña descripción de cómo eran varios de los
principales protagonistas de esta historia. En toda su crónica se trasluce un
aprecio exagerado por los Pizarro (al fin y al cabo, eran sus parientes) y una
especie de inquina contra Almagro que resulta sospechosa de injusta
parcialidad: “Quiero decir ahora quién era el Marqués don Francisco Pizarro, y
sus hermanos, y don Diego de Almagro, y sus condiciones; también hablaré de
algunos conquistadores a los que aquí tengo nombrados. El Marqués don Francisco
Pizarro, hijo de Gonzalo Pizarro el Tuerto, capitán en la guerra de Navarra,
nació en Trujillo. Era hombre muy cristiano y muy celoso del servicio de Su
Majestad. Alto, seco, de buen rostro, la barba rala, valiente y de gran verdad.
Tenía por costumbre cuando algo le pedían decir siempre que no, y lo hacía por
no faltar a su palabra, pues luego no tenía inconveniente en concederlo”.
Cuenta Pedro, como ejemplo, que a Pizarro, que
normalmente se levantaba una hora antes de amanecer, se le acercó un
español pidiéndole que le diera una encomienda de indios en Guaitará. A pesar
de su insistencia, Pizarro se lo negaba. El lastimero conquistador le dijo que
había renunciado a la que tenía porque pensaba ir a España, pero había cambiado
de idea: “El Marqués le dijo: ‘Eso de Guaitará está ya dado’. El hombre
respondió que no. Y el Marqués le dijo: ‘Pues tomadlo; id a que os hagan el
depósito’. He querido contar esto para dar a entender su bondad”.
De inmediato, Pedro Pizarro nos da una
comparación desfavorable para Almagro: “Don Diego de Almagro era lo contrario,
pues a todos decía que sí, y con pocos cumplía (sin embargo ya vimos que el cronista López de Gómara alabó su desmedida
generosidad cuando perdonó a sus soldados todo lo que le debían). A
este don Diego de Almagro nadie le
conoció pariente (lo dice con mala
intención, porque había algún rumor de que descendía de musulmanes). Decía
él que era de Almagro (otra suspicacia).
Era hombre muy profano, de muy mala lengua, que cuando se enojaba trataba muy
mal a todos, aunque fuesen caballeros. Hacía pocas mercedes, y las hacía
profanas y no a quien le servía”. Después de ‘machacarlo’, dice algo positivo:
“Era Almagro hombre pequeño, bien hecho, valiente en la guerra y animoso en el
gastar (en esto se contradice)”.
(Imagen) No estará de más, ahora que Pedro
Pizarro hace una pequeña semblanza de los Pizarro, comentar un detalle. En el
estupendo libro que acaba de publicar el historiador ESTEBAN MIRA CABALLOS, expone
una nueva teoría que, lamentablemente, me parece rocambolesca. Siempre resultó
extraño que Gonzalo Pizarro legitimara a siete hijos bastardos y no lo hiciera
con Francisco Pizarro, que era el mayor (aunque le dio el apellido). Pero nunca
ha sido obstáculo para que, dejando de lado con algunas suposiciones el asunto,
los cronistas y los historiadores de todas las épocas hayan dado por cierta la
versión de que Gonzalo Pizarro fue su padre, y una criada de la casa, Francisca
González, su madre. Hace poco vimos que Alonso Enríquez de Guzmán, uno de los
que sufrieron el cerco del Cuzco, así lo dice. Lo decían también el mismo Pizarro
y sus cuatro hermanos, tres por parte de padre y uno por la de madre. Mira
Caballos lanza la asombrosa hipótesis (mostrando sus razones) de que Francisco
Pizarro era solamente hijo adoptivo, tanto de Gonzalo Pizarro como de Francisca
González (quienes, como sabemos, ni siquiera eran marido y mujer). Creo que no
hace falta explicar por la vía más complicada lo que puede ser sencillo:
Gonzalo Pizarro falleció en 1522 sin saber si su hijo seguía vivo en las
Indias, y hasta cabe la hipótesis de que lo rechazara por algun viejo
enfrentamiento entre los dos. No me puedo imaginar al soberbio Hernando
Pizarro, único legítimo de la familia, apuntalando esa patraña. Dicho lo cual,
dejo constancia de que, en mi opinión, EL LIBRO ES EXTRAORDINARIAMENTE
INTERESANTE.
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