(254) Sigue Pedro Pizarro ‘pasando
revista’: “El Marqués llevó consigo a tres hermanos: Hernando, Juan y Gonzalo (casi nunca se menciona a otro hermano de
madre de Pizarro que fue muy querido por él y que murió a su lado, Francisco
Martín de Alcántara). Hernando Pizarro era hombre de buen cuerpo, valiente,
sabio y animoso, aunque pesado a la jineta (se
ahorra que era muy soberbio). Juan Pizarro era valiente y muy animoso,
gentilhombre, magnánimo y afable. Gonzalo Pizarro era valiente, sabía poco,
tenía muy buen rostro y buena barba; hombre apretado y no largo, y muy buen
hombre de a caballo”.
“Hernando de Soto era hombre pequeño,
diestro en la guerra de los indios, valiente y afable con los soldados (habrá que recordar con qué mimo sumergieron
sus compañeros su cuerpo en las aguas del Misisipi), dicen que era de
Badajoz (de la provincia). Este Soto
fue el que partió después a la Florida como gobernador. Gabriel de Rojas era
hombre muy prudente en la guerra; dijeron que era de los principales Rojas.
Hernán Ponce de León era hombre bien dispuesto, cauteloso, no de a caballo; se
le tenía por hidalgo; era hombre bien entendido y buen soldado”.
Cita a otros, y da algunos datos de sí
mismo: “Juan de Pancorbo es vecino del Cuzco. Alonso de Mesa era buen soldado. Valdivieso
era buen hombre en la guerra y tenido por hidalgo, natural de Toro. Pedro
Pizarro era hombre en la guerra, muy buen hombre de a caballo; lo llevó el
Marqués don Francisco Pizarro como paje, de edad de quince años (nació en 1515), y cuando tuvo que
ejercerse en la guerra tenía dieciocho años; señalose en algunas cosas; es de
los buenos Pizarros de Extremadura; nació en Toledo; fue vecino en Jauja,
después en el Cuzco, y ahora (año 1571)
de Arequipa”. Se acuerda también con elogios, sobre todo militares, de Hernando
de Aldana (toledano), Alonso de Toro (trujillano y muy importante en las
guerras civiles del lado de Gonzalo Pizarro), Juan Julio (burgalés), Cárdenas,
Castenda, Miguel Cornejo (salmantino), Solar, Tomás Vázquez, Juan Román,
Figueroa y Villafuerte. Pero es una lástima que Pedro no contara más cosas de
todo lo que conoció sobre el destino de los compañeros a los que recuerda, ni
de los acontecimientos históricos de las guerras civiles (quizá no le agradara
tocar el tema). Todo apunta a que, por ejemplo, Tomás Vázquez fuera uno, del
mismo nombre, cuyos herederos reclamaron, en 1572, los bienes que se le habían
confiscado al condenarlo a muerte por haber sido cómplice en el alzamiento de
Francisco Hernández Girón contra la Corona. Por otra parte, dada su trayectoria
y su parentesco, aunque lejano, se nota en su crónica una fuerte tendencia a
ensalzar a los Pizarro y criticar a Almagro,
siendo lógico que apreciara especialmente a los pizarristas.
Hace una última aclaración sobre este listado:
“De otros muchos pudiera hablar, pero por no ser prolijo he dicho de estos
porque fueron señalados como hombres especiales en la guerra para un peligro
tan grande como era ir desde el Cuzco
hasta Lima, estando la tierra alzada y los caminos quebrados”. Aporta un dato
humano: “En el Cuzco hubo setenta hombres señalados en la guerra, y decía
Hernando Pizarro que con ellos se atrevería a acometer al triple de indios. He
escogido los quince que tengo dichos, y de estos quince hoy están vivos tres:
Pedro Pizarro en Arequipa, y Juan de Pancorbo y Alonso de Mesa en el Cuzco”.
(Imagen) Al margen del gran protagonismo
de Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro, FRANCISCO MARTÍN DE ALCÁNTARA contó con la
máxima confianza, y quizá también la mayor proximidad, de su también
hermanastro FRANCISCO PIZARRO (su madre común era Francisca González), quien lo
reclutó en 1530, durante su viaje a España, para ir a Perú junto a los otros
tres. Fue su confidente, y luchó con bravura (siendo capitán) cuando hizo
falta, como en el cerco que Manco Inca puso a la ciudad de Lima. En 1592,
Pizarro lo nombró en su testamento uno de sus albaceas. No sospechaba ninguno de
los dos cuánto los iba a unir la muerte. Dos años después, fueron asesinados
juntos en un furibundo y sangriento ataque de los almagristas. Se extendió el
pánico por Lima, donde muchos huyeron o se ocultaron. Pero hubo una increíble
mujer, INÉS MUÑOZ, que se atrevió a llamar a la cara traidores a los asesinos,
a sepultar los dos cuerpos, y a esconder a los hijos de Pizarro. Era la esposa
de FRANCISCO MARTÍN DE ALCÁNTARA. Se casó después con ANTONIO DE RIBERA,
Caballero de Santiago. Volvió enviudar, y fundó el Monasterio de la Concepción,
donde terminó sus días como abadesa. Mujer emprendedora, ella fue la que llevó
el trigo a Perú, y en el documento de la imagen la vemos peleando para que,
entre otras cosas, se reconocieran los méritos de sus dos maridos. Naturalmente,
lo consiguió. (En la imagen aparece primero ella, con el apellido Ribera, luego
Antonio de Ribera, y después Francisco Martín de Alcántara).
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