lunes, 23 de abril de 2018

(Día 675) Diego de Alvarado aplaca los exaltados ánimos consiguiendo que Almagro Y Hernando Pizarro acuerden una tregua hasta la llegada de una respuesta de Francisco Pizarro. Al apresar después a Hernando, Almagro está a punto de matarlo por consejo de sus capitanes. Diego de Alvarado y otros le quitan la idea. Almagro se hace nombrar Gobernador del Cuzco.


     (265) No es de extrañar que me haya sido imposible encontrar algún cronista que lo dejase claro. Pasaban como de puntillas por el problema de los límites. Desgraciadamente Pizarro y Almagro solo pensaron en sus intereses, convirtiendo el Perú en un territorio sin ley para zanjar la cuestión con la brutalidad de las guerras civiles.
     Hasta Inca Garcilaso se cansa de tantas discusiones: “En estas demandas y respuestas anduvieron muchos días los unos y los otros. Y habrían llegado muchas veces a las manos si no fuera por don Diego de Alvarado, que era un caballero principal muy discreto y muy cuerdo, tío del Adelantado don Pedro de Alvarado y de Gómez de Alvarado (se equivoca: era primo segundo de ellos), y que había ido a Chile con don Diego de Almagro. El cual, deseando paz y concordia, porque  imaginaba el mal que a todos vendría  si llegaban a una ruptura, intervino para concertarlos, y al final de muchos intentos, consiguió que se pusieran de acuerdo para que Hernando Pizarro escribiese al Marqués, su hermano, lo que Don Diego de Almagro pedía, y que, mientras respondía, estuviesen todos en paz en sus alojamientos, sobre lo cual se establecieron treguas por ambas partes”.
    Ya vimos que Almagro hizo la barbaridad de no respetar las treguas (algo sagrado militarmente), y tal acto, como una bola de nieve, va a provocar el enorme alud de las guerras civiles que arrastrará a todos. De cualquier manera, lo más probable era que, tarde o tempano, se produjeran inevitablemente. Porque no solo era cuestión de Pizarro y Almagro: los dos estaban rodeados de hombres que querían, como ellos, conseguir sus deseos por la fuerza. Y nadie se fiaba de los demás. Como ejemplo, vale lo que cuenta Garcilaso de la situación que se creó cuando Almagro apresó a Hernando Y Gonzalo Pizarro: “Los ministros de la discordia aconsejaban a don Diego de Almagro que matase a Hernando Pizarro. Decíanle que se acordasen de que siempre, desde la primera vez que vino de España, se había mostrado su enemigo y nunca había hablado bien de él, y que era hombre áspero y vengativo, de muy diferente condición que sus hermanos, y que se había de vengar si pudiese. Almagro estuvo por hacerlo, mas Diego de Alvarado, Gómez de Alvarado, Juan de Saavedra, Bartolomé de Terrazas, Vasco de Guevara, Jerónimo de Costilla, y otros que eran amigos de paz y de quietud, lo estorbaron diciéndole que no era razonable quebrar tan del todo con el Marqués habiendo sido tan buenos compañeros en todo el pasado. Le decían también que hasta el haber tomado la posesión del Cuzco se podía tolerar, aunque no dejaba de parecer mal haber quebrantado las treguas puestas; pero que matar a Hernando Pizarro sería cosa muy odiosa a todo el mundo y de gran infamia para él. Con estas razones y otras semejantes, aquietaron aquellos caballeros a don Diego de Almagro, el cual se hizo jurar como gobernador del Cuzco por el cabildo de la ciudad y de cien leguas de extensión, conforme a la provisión de Su Majestad (en realidad eran doscientas leguas)”.

     (Imagen) Hablemos de alguien que ya mencionamos: DIEGO DE ALVARADO EL BUENO, llamado así porque lo era, y para distinguirlo de otro del mismo nombre. Fue un bravo capitán, pero de los caballerescos. Su calidad humana le jugó una mala pasada (quizá sea ese el mayor problema de las democracias con los tramposos). Eligió el bando de ALMAGRO y le fue fiel sin veleidades. Cuando entraron en el Cuzco, apresaron a HERNANDO PIZARRO, quien durante largo tiempo vivió con la angustia permanente de que lo mataran. Muchos de los hombres de Almagro le aconsejaban que lo hiciera, especialmente, y hasta obsesivamente, el magnífico capitán RODRIGO ORGÓÑEZ (que fue, nada menos, uno de los que apresaron en Pavía a Francisco I). Pero Diego de Alvarado y otros le convencieron para que le perdonara la vida. Siguiendo nuevamente su opinión, también aceptó dejarlo libre previo juramento de mantener la paz. ¿La paz? Hernando Pizarro no tuvo el menor escrúpulo en atacar, vencer  y ejecutar a Almagro; pero  respetó a Diego de Alvarado. Sabía  que estaba vivo gracias a él y pagó su deuda. Pero eso no pudo evitar que Diego de Alvarado fuera a España para acusar a Hernando del sucio asesinato de Almagro. La imagen de hoy, que está muy borrosa, da fe de su denuncia, presentada a finales de 1540, poco antes de que Alvarado muriera en extrañas circunstancias. En el documento, Don Carlos y Doña Juana ordenan la presencia de algunos testigos en “un pleito de Diego de Alvarado  contra Hernando Pizarro sobre la muerte de Don Diego de Almagro, Gobernador que fue de Nueva Toledo”. DIEGO DE ALVARADO no pudo saborearlo, pero triunfó después de muerto: el proceso le costó a Hernando veinte años de presidio.



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