(252) Vieron que era imposible tomar Tambo:
“Hernando Pizarro mandó retirarse, y lo hicimos cuando oscurecía la noche. A la
pasada del río nos apretaron los indios con tanta furia que nos mataron algunos
indios amigos del servicio, sin poderlos socorrer. Los guerreros indios tienen
una particularidad: cuando van de victoria atacan como demonios, y cuando
huyen, son gallinas mojadas, y como aquí nos hacían retraer, luchaban con gran
ánimo”.
Aunque con menos agobios, el cerco sobre
el Cuzco continuaba: “Se tenía por orden enviar seis u ocho de a caballo a
correr el campo. Saliendo Gonzalo Pizarro con seis, que éramos Pedro Pizarro,
Alonso de Toro, Narváez, Beltrán del Conde, Cárdenas y Juan López, aconteció
que pasaban mil indios de guerra de una sierra a otra. Viéndolos en lo llano,
pusimos las piernas a los caballos y los alcanzamos cuando empezaban a subir un
cerro. Tomándoles la ladera por donde iban subiendo, los echamos a todos al
llano, y de mil que dicen que eran, no escaparon más que ciento”. Está claro
que, para indios y para españoles, aquello era como ir de caza, y lo que hizo
después Hernando Pizarro muestra que consideraban el escarmiento un método
necesario: “Matamos a unos, y a otros los llevamos presos al Cuzco, donde Hernando
Pizarro mandó que les cortasen la manos derecha a todos, y después de cortadas,
los echaron para que se fuesen. Los indios decían que esto había puesto gran
grima y miedo a los naturales, pues no
osaban ya bajar a los llanos”.
Las precauciones en las salidas del Cuzco
eran extremas, y también los indios de servicio corrían gran peligro: “Pasados
algunos días, faltó la comida de maíz, y mandó Hernando Pizarro a su hermano
Gonzalo Pizarro que fuese con treinta de a caballo a Jaquijaguana, donde había
mucho maíz, y que cada día seis de a caballo
protegiesen a los indios que traían la comida, y del Cuzco salían
asimismo otros seis acompañándolos, y así estaban hasta que se ponía el sol”.
Un despiste va a traer consecuencias fatales a los indios amigos: “Aconteció un
día que salimos seis a hacer esta guardia, Hinojosa (el que fue después general
en esta tierra), Lucas Martínez Vegaso,
Miguel Cornejo, Juan Flores, Pedro Pizarro y Cárdenas. Yendo caminando
oímos gritar a los indios amigos, que iban detrás, diciendo que venían indios
de guerra. Volvimos todos los rostros a ver qué era y no vimos la gente de
guerra porque venían ocultos entre los cerros, y como no vimos nada, creímos
que lo hacían fingido, por asustarse unos a otros. Seguimos caminando paso a
paso, y no hubimos andado diez pasos, cuando oímos que los indios de guerra
andaban envueltos con nuestros amigos, dándoles con porras en la cabeza y
matándolos; nos revolvimos a todo correr, y por presto que llegamos, no pudimos
coger más de tres indios: uno mató
Miguel Cornejo, otro Pedro Pizarro y otro Hinojosa”.
(Imagen) Hablemos telegráficamente de
vidas cruzadas. LUCAS MARTÍNEZ VEGASO,
paisano de los Pizarro, con parte del botín de Atahualpa se compró un buen caballo,
y luchó después como jinete, contra los indios y contra los almagristas. Le
vemos ahora (con unos 25 años) jugándose la vida en el cerco del Cuzco. Fue un
tipo polivalente y emprendedor que se hizo muy rico con las encomiendas de
indios, la producción agropecuaria y las minas de plata. Fundó en 1536 la
ciudad costera de Arica, hoy chilena y situada justamente en el límite con Perú.
Quizá por ser trujillano, siempre fue
fiel a los Pizarro. Ejecutado Almagro tras haber fracasado en Chile, hubo otra
persona extraordinaria que repitió la aventura (esta vez con éxito, pero
muriendo): el increíble PEDRO DE
VALDIVIA, que empezó en Indias luchando en la zona de Venezuela. Era territorio
concedido por Carlos V a los alemanes, mucho más crueles que los españoles. Estaba
al mando Ambrosio Alfinger, quien, en cierta ocasión, confió a 25 españoles un
traslado de 110 kilos de oro, por una ruta tan dificultosa que se fueron
muriendo. Al quedar pocos, enterraron el tesoro. Pero solamente sobrevivió uno,
apresado por los indios y viviendo un novelón que acabó bien porque tuvo de
amante a la hija del cacique. Pues bien: era FRANCISCO MARTÍNEZ DE VEGASO,
hermano de Lucas. Se asoció con Pedro de Valdivia para la campaña de Chile
(quizá con el oro enterrado), y también participó Lucas en la empresa. En 1567,
siendo ya muy mayor, Lucas se casó, y murió diez días después. El documento de
la imagen trata de una reclamación hecha por su viuda, MARÍA DE ÁVALOS, para
defender la herencia de su marido.
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