sábado, 7 de abril de 2018

(Día 662) Sigue el ataque contra la fortaleza, pero no consiguen tomarla. Se vuelven con gran peligro. Pillan por sorpresa a indios de guerra y matan a muchos. Hernando Pizarro castiga brutalmente a los apresados, pero sirvió para desmoralizar a las tropas indígenas Un despiste de los españoles dejó indefensos a los indios amigos y murieron muchos.


     (252) Vieron que era imposible tomar Tambo: “Hernando Pizarro mandó retirarse, y lo hicimos cuando oscurecía la noche. A la pasada del río nos apretaron los indios con tanta furia que nos mataron algunos indios amigos del servicio, sin poderlos socorrer. Los guerreros indios tienen una particularidad: cuando van de victoria atacan como demonios, y cuando huyen, son gallinas mojadas, y como aquí nos hacían retraer, luchaban con gran ánimo”.
     Aunque con menos agobios, el cerco sobre el Cuzco continuaba: “Se tenía por orden enviar seis u ocho de a caballo a correr el campo. Saliendo Gonzalo Pizarro con seis, que éramos Pedro Pizarro, Alonso de Toro, Narváez, Beltrán del Conde, Cárdenas y Juan López, aconteció que pasaban mil indios de guerra de una sierra a otra. Viéndolos en lo llano, pusimos las piernas a los caballos y los alcanzamos cuando empezaban a subir un cerro. Tomándoles la ladera por donde iban subiendo, los echamos a todos al llano, y de mil que dicen que eran, no escaparon más que ciento”. Está claro que, para indios y para españoles, aquello era como ir de caza, y lo que hizo después Hernando Pizarro muestra que consideraban el escarmiento un método necesario: “Matamos a unos, y a otros los llevamos presos al Cuzco, donde Hernando Pizarro mandó que les cortasen la manos derecha a todos, y después de cortadas, los echaron para que se fuesen. Los indios decían que esto había puesto gran grima y  miedo a los naturales, pues no osaban ya bajar a los llanos”.
     Las precauciones en las salidas del Cuzco eran extremas, y también los indios de servicio corrían gran peligro: “Pasados algunos días, faltó la comida de maíz, y mandó Hernando Pizarro a su hermano Gonzalo Pizarro que fuese con treinta de a caballo a Jaquijaguana, donde había mucho maíz, y que cada día seis de a caballo  protegiesen a los indios que traían la comida, y del Cuzco salían asimismo otros seis acompañándolos, y así estaban hasta que se ponía el sol”. Un despiste va a traer consecuencias fatales a los indios amigos: “Aconteció un día que salimos seis a hacer esta guardia, Hinojosa (el que fue después general en esta tierra), Lucas Martínez Vegaso,  Miguel Cornejo, Juan Flores, Pedro Pizarro y Cárdenas. Yendo caminando oímos gritar a los indios amigos, que iban detrás, diciendo que venían indios de guerra. Volvimos todos los rostros a ver qué era y no vimos la gente de guerra porque venían ocultos entre los cerros, y como no vimos nada, creímos que lo hacían fingido, por asustarse unos a otros. Seguimos caminando paso a paso, y no hubimos andado diez pasos, cuando oímos que los indios de guerra andaban envueltos con nuestros amigos, dándoles con porras en la cabeza y matándolos; nos revolvimos a todo correr, y por presto que llegamos, no pudimos coger más de tres indios: uno mató  Miguel Cornejo, otro Pedro Pizarro y otro Hinojosa”.

     (Imagen) Hablemos telegráficamente de vidas cruzadas. LUCAS MARTÍNEZ  VEGASO, paisano de los Pizarro, con parte del botín de Atahualpa se compró un buen caballo, y luchó después como jinete, contra los indios y contra los almagristas. Le vemos ahora (con unos 25 años) jugándose la vida en el cerco del Cuzco. Fue un tipo polivalente y emprendedor que se hizo muy rico con las encomiendas de indios, la producción agropecuaria y las minas de plata. Fundó en 1536 la ciudad costera de Arica, hoy chilena y situada justamente en el límite con Perú. Quizá por ser  trujillano, siempre fue fiel a los Pizarro. Ejecutado Almagro tras haber fracasado en Chile, hubo otra persona extraordinaria que repitió la aventura (esta vez con éxito, pero muriendo): el  increíble PEDRO DE VALDIVIA, que empezó en Indias luchando en la zona de Venezuela. Era territorio concedido por Carlos V a los alemanes, mucho más crueles que los españoles. Estaba al mando Ambrosio Alfinger, quien, en cierta ocasión, confió a 25 españoles un traslado de 110 kilos de oro, por una ruta tan dificultosa que se fueron muriendo. Al quedar pocos, enterraron el tesoro. Pero solamente sobrevivió uno, apresado por los indios y viviendo un novelón que acabó bien porque tuvo de amante a la hija del cacique. Pues bien: era FRANCISCO MARTÍNEZ DE VEGASO, hermano de Lucas. Se asoció con Pedro de Valdivia para la campaña de Chile (quizá con el oro enterrado), y también participó Lucas en la empresa. En 1567, siendo ya muy mayor, Lucas se casó, y murió diez días después. El documento de la imagen trata de una reclamación hecha por su viuda, MARÍA DE ÁVALOS, para defender la herencia de su marido.



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