sábado, 14 de abril de 2018

(Día 668) Almagro se planta frente al Cuzco. Hernando Pizarro, temiendo lo peor, le envía mensajeros para que no haga nada hasta que se sepa lo que decide Francisco Pizarro. Se establecen unas treguas, pero Almagro las viola y entra en el Cuzco por la fuerza. Rodea la casa en la que se encuentra Hernando con su hermano Gonzalo y otros capitanes.


     (258) La reacción de Hernando Pizarro fue inmediata: “Entendiendo  lo ya dicho, dimos la vuelta sin parar, temiendo que don Diego de Almagro entrase en el Cuzco. Cuando llegamos, Almagro no había salido aún de Yucay, y al otro día por la mañana se juntaron con los de Urcos para ir contra el Cuzco”. El cronista deja caer  otro comentario sobre la ‘nobleza’ de Hernando: “Bien habría podido, si quisiera, desbaratar a los españoles que habían quedado en Urcos, pero creyó que Almagro guardaría el juramento que tenía hecho con el Marqués Francisco Pizarro, y no lo hizo para no faltar al deseo de Su Majestad, pues bien comprendió él la mala intención que Almagro tenía (más parece que le frenara el desesperado deseo de no provocar al poderoso enemigo)”.
     Dando otro paso, Almagro va a abrir la caja de los truenos que serán la maldición de Perú durante muchos años, algo que Pedro Pizarro jamás olvidaría porque estaba allí presente: “Luego Almagro vino con todos sus hombres y se asentaron junto al Cuzco, donde está ahora el monasterio del bienaventurado San Francisco”. Hernando Pizarro tenía que estar muy angustiado porque sabía lo que pretendía Almagro y se encontraba en inferioridad para la batalla. Intentó negociar. Le envió a Almagro mensajeros para que nada se hiciera hasta que Pizarro estuviera al corriente de la situación y se manifestara sobre el conflicto: “Almagro  no lo aceptó, y le pidió a Hernando Pizarro que le dejara el Cuzco libre. Hubo muchos mensajes por parte de Hernando Pizarro, que bien entendía que no lograba estorbar el propósito de don Diego de Almagro, el cual nunca quiso entender en lo que se trató, sino solo en que le habían de dar el Cuzco libre. Estando en estas discusiones, pusieron treguas entre ellos para poner orden en lo ya dicho, y estando las treguas puestas, don Diego de Almagro, a medianoche, con tambor y pífano, entró en el Cuzco por tres partes, y lo tomó. Después de entrar en la plaza sin encontrar resistencia (lo que solo se entiende por la escasez de la tropa de Hernando Pizarro), fue luego Almagro con la gente más principal a las casas donde Hernando Pizarro vivía, para prenderle, y estaba  entonces con algunos amigos”.
     Nos encontramos en el mismísimo inicio de las guerras civiles y es oportuno hacer un comentario. El proceso de este desastre va a ser muy complejo debido a dos cosas: la falta de precisión al señalar el rey el límite entre las dos gobernaciones, la de Pizarro y la de Almagro, y (lo que fue más decisivo), la precipitación egoísta de intentar zanjar el asunto con argumentos viciados por el interés. Los dos van a tomar decisiones sin fundamento suficiente. Los dos se verán potenciados por la enorme fuerza de la ambición de sus propios seguidores. Los dos tratarán de hacer trampa, y quizá el menos culpable resulte a la larga Almagro. Pero una cosa es cierta: el primer paso en falso en esta locura lo acaba de dar Almagro porque, por mucho que se aferrara al argumento de que la provisión del rey dejaba claro que el Cuzco le pertenecía a él, no era así, ya que hacía falta la decisión de pilotos competentes que señalaran con exactitud si el Cuzco le pertenecía a uno o a otro. Y de no aceptarse por ambas partes su peritaje, habría sido necesario esperar la aclaración definitiva del rey, quedando, naturalmente, las cosas como estaban, es decir, con el Cuzco en poder de Pizarro. Es evidente que, quien encendió la mecha que iba a producir la enorme explosión, fue Almagro. Con el agravante jurídico de que nadie puede quitar algo por la fuerza a quien lo posee, y menos aún si sus derechos de propiedad son muy dudosos.

     (Imagen) Al margen de sus hipotéticos derechos, Almagro cometió un atropello jurídico al apoderarse del Cuzco violentamente  y apresar a Hernando Pizarro. Pronto volaron cartas hacia la Corte denunciándolo (también de Almagro intentando justificar lo imposible). La imagen es una comunicación al rey de una de las cartas recibidas. Y dice (resumido): “Hernando de Zaballos, en nombre del Marqués don Francisco Pizarro y de Hernando Pizarro, dice que Vtra. Majestad, siendo informado de las alteraciones que ha hecho el Mariscal don Diego de Almagro, mandó sus provisiones dirigidas al dicho don Diego de Almagro para que luego (pronto) él y la gente que tenía en la ciudad del Cuzco saliesen de ella y la dejasen libre al dicho Marqués, y soltase a Hernando Pizarro y a las otras personas que tiene apresadas, so ciertas penas de apercibimientos en las dichas provisiones contenidas. Y porque podría ser que el dicho Mariscal don Diego de Almagro, por estar tan lejos de Vtra. Majestad, o por causa de algunas personas que están con él, bulliciosas, no quisiese cumplir las dichas provisiones, y de ello se recrecieran otros muchos alborotos, para evitarlos y para que se cumplan las dichas provisiones, conviene que se nombren cuatro personas de letras y conciencia para que se las hagan cumplir, porque si se hubiese de venir hasta acá a poner remedio, la tierra se perdería antes”. DESESPERADA LLAMADA DE AUXILIO. La Corona no actuó con energía para eliminar el fuego incipiente. Años después tuvo que apagar un monstruoso mar de llamas.



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