(258) La reacción de Hernando Pizarro fue
inmediata: “Entendiendo lo ya dicho,
dimos la vuelta sin parar, temiendo que don Diego de Almagro entrase en el
Cuzco. Cuando llegamos, Almagro no había salido aún de Yucay, y al otro día por
la mañana se juntaron con los de Urcos para ir contra el Cuzco”. El cronista
deja caer otro comentario sobre la
‘nobleza’ de Hernando: “Bien habría podido, si quisiera, desbaratar a los
españoles que habían quedado en Urcos, pero creyó que Almagro guardaría el
juramento que tenía hecho con el Marqués Francisco Pizarro, y no lo hizo para
no faltar al deseo de Su Majestad, pues bien comprendió él la mala intención
que Almagro tenía (más parece que le
frenara el desesperado deseo de no provocar al poderoso enemigo)”.
Dando otro paso, Almagro va a abrir la
caja de los truenos que serán la maldición de Perú durante muchos años, algo
que Pedro Pizarro jamás olvidaría porque estaba allí presente: “Luego Almagro
vino con todos sus hombres y se asentaron junto al Cuzco, donde está ahora el
monasterio del bienaventurado San Francisco”. Hernando Pizarro tenía que estar
muy angustiado porque sabía lo que pretendía Almagro y se encontraba en
inferioridad para la batalla. Intentó negociar. Le envió a Almagro mensajeros
para que nada se hiciera hasta que Pizarro estuviera al corriente de la
situación y se manifestara sobre el conflicto: “Almagro no lo aceptó, y le pidió a Hernando Pizarro
que le dejara el Cuzco libre. Hubo muchos mensajes por parte de Hernando
Pizarro, que bien entendía que no lograba estorbar el propósito de don Diego de
Almagro, el cual nunca quiso entender en lo que se trató, sino solo en que le
habían de dar el Cuzco libre. Estando en estas discusiones, pusieron treguas
entre ellos para poner orden en lo ya dicho, y estando las treguas puestas, don
Diego de Almagro, a medianoche, con tambor y pífano, entró en el Cuzco por tres
partes, y lo tomó. Después de entrar en la plaza sin encontrar resistencia (lo que solo se entiende por la escasez de la
tropa de Hernando Pizarro), fue luego Almagro con la gente más principal a
las casas donde Hernando Pizarro vivía, para prenderle, y estaba entonces con algunos amigos”.
Nos encontramos en el mismísimo inicio de
las guerras civiles y es oportuno hacer un comentario. El proceso de este
desastre va a ser muy complejo debido a dos cosas: la falta de precisión al
señalar el rey el límite entre las dos gobernaciones, la de Pizarro y la de
Almagro, y (lo que fue más decisivo), la precipitación egoísta de intentar
zanjar el asunto con argumentos viciados por el interés. Los dos van a tomar
decisiones sin fundamento suficiente. Los dos se verán potenciados por la
enorme fuerza de la ambición de sus propios seguidores. Los dos tratarán de
hacer trampa, y quizá el menos culpable resulte a la larga Almagro. Pero una
cosa es cierta: el primer paso en falso en esta locura lo acaba de dar Almagro
porque, por mucho que se aferrara al argumento de que la provisión del rey
dejaba claro que el Cuzco le pertenecía a él, no era así, ya que hacía falta la
decisión de pilotos competentes que señalaran con exactitud si el Cuzco le
pertenecía a uno o a otro. Y de no aceptarse por ambas partes su peritaje,
habría sido necesario esperar la aclaración definitiva del rey, quedando,
naturalmente, las cosas como estaban, es decir, con el Cuzco en poder de
Pizarro. Es evidente que, quien encendió la mecha que iba a producir la enorme
explosión, fue Almagro. Con el agravante jurídico de que nadie puede quitar
algo por la fuerza a quien lo posee, y menos aún si sus derechos de propiedad
son muy dudosos.
(Imagen) Al margen de sus hipotéticos
derechos, Almagro cometió un atropello jurídico al apoderarse del Cuzco
violentamente y apresar a Hernando
Pizarro. Pronto volaron cartas hacia la Corte denunciándolo (también de Almagro
intentando justificar lo imposible). La imagen es una comunicación al rey de
una de las cartas recibidas. Y dice (resumido): “Hernando de Zaballos, en
nombre del Marqués don Francisco Pizarro y de Hernando Pizarro, dice que Vtra.
Majestad, siendo informado de las alteraciones que ha hecho el Mariscal don
Diego de Almagro, mandó sus provisiones dirigidas al dicho don Diego de Almagro
para que luego (pronto) él y la gente
que tenía en la ciudad del Cuzco saliesen de ella y la dejasen libre al dicho
Marqués, y soltase a Hernando Pizarro y a las otras personas que tiene
apresadas, so ciertas penas de apercibimientos en las dichas provisiones
contenidas. Y porque podría ser que el dicho Mariscal don Diego de Almagro, por
estar tan lejos de Vtra. Majestad, o por causa de algunas personas que están
con él, bulliciosas, no quisiese cumplir las dichas provisiones, y de ello se
recrecieran otros muchos alborotos, para evitarlos y para que se cumplan las
dichas provisiones, conviene que se nombren cuatro personas de letras y
conciencia para que se las hagan cumplir, porque si se hubiese de venir hasta
acá a poner remedio, la tierra se perdería antes”. DESESPERADA LLAMADA DE
AUXILIO. La Corona no actuó con energía para eliminar el fuego incipiente. Años
después tuvo que apagar un monstruoso mar de llamas.
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