(259) Sigamos con los penosos momentos que
van a vivir el desesperado Hernando Pizarro y sus hombres: “Pues estando
Hernando Pizarro en un galpón (cobertizo)
en medio de las casas en que vivía, al oír el ruido de Almagro con su gente, él
y los que le acompañaban salieron armados y se pusieron a la puerta. Queriendo
Almagro y los suyos prenderle, estuvieron peleando un gran rato, y aunque los
que estaban con Hernando Pizarro eran pocos, no pudieron entrar. Almagro
llevaba más de trescientos hombres. Hernando Pizarro tenía poca gente porque,
como he dicho, creyó que Almagro respetaría la tregua. Visto que Hernando
Pizarro no se quería rendir, Almagro mandó poner fuego al galpón, que era de
paja, y hasta que empezó a caerse abajo
con el fuego, no quiso entregarse, y lo hizo porque le dijeron que se
condenaría si allí se quemaba (se supone
que por falta de confesión, pues eran los incas quienes tenían ese temor por el
hecho de ser quemados vivos). Almagro lo entregó al capitán Rodrigo Orgóñez
y a algunos de sus amigos de los que más se fiaba, y lo metieron en una casa
fortalecida y tapiada, en la que dejaron solo un postigo pequeño por donde
cupiese un hombre”.
Tomaron posesión completa del Cuzco y
empezaron las precauciones y el mal trato: “Al día siguiente, los de Almagro
nos llamaban traidores a los que estábamos con Hernando Pizarro, siendo nosotros los que estábamos con
Hernando Pizarro sirviendo a Su Majestad en la defensa del Cuzco contra los
indígenas. Don Diego de Almagro mandó quitar las armas y los caballos a los
sospechosos de enemistad y a los que estábamos con Hernando Pizarro. Asimismo,
prendió a algunos amigos y parientes de Hernando Pizarro, como Gonzalo Pizarro,
Pedro Pizarro, Alonso de Toro y otros, y así los tuvo algunos días, excepto a
Hernando Pizarro y a Gonzalo Pizarro, pues no los soltó hasta después, como
adelante diré (Gonzalo huyó)”.
Así como Pedro Pizarro siempre adorna la
figura de los Pizarro y critica ásperamente a Almagro, hay alguien que carga las
tintas en sentido contrario: don Alonso Enríquez de Guzmán. A Francisco Pizarro
lo respetó, e incluso le dedicará algunos elogios, pero mostró un odio furibundo contra Hernando
Pizarro. También estaba en el Cuzco, y en cuanto pudo, se pasó al bando de
Almagro. Más que oportunismo de traidor, pareció ser la ocasión perfecta para
abandonar a un Hernando Pizarro que le resultaba insoportable, quizá porque lo
ninguneó a pesar de ser tan linajudo; pero Enríquez era mal enemigo, y aunque
cuenta hechos ciertos, sus rencores dañan la objetividad. En cuanto a Almagro,
que generalmente fue muy criticado por los cronistas, Enríquez lo ensalza de
forma exagerada, elevándolo a un pedestal casi mítico. Recogeré bastantes cosas
de las que cuenta Enríquez, pero no estará de más seguir ahora con la crónica
de Inca Garcilaso, retrocediendo algo, y llegando después al punto en que
estamos. Quizá sea el más equilibrado (junto con Cieza) al hacer juicios de
valor sobre Pizarro y Almagro, reconociendo que los dos tuvieron grandes
virtudes, pero sin ocultar los errores que cometieron.
(Imagen) La imagen es parte de
la primera página de una carta muy importante (abril 1538) que he encontrado en
PARES, y que nunca he visto mencionada. Es de CARLOS V y va dirigida a DIEGO DE
ALMAGRO. Le dice, entre otras cosas, que “volviendo Vos de la conquista de las
tierras de vuestra gobernación, os habéis venido a la ciudad del Cuzco, adonde
estaba Hernando Pizarro, hermano del gobernador Don Francisco Pizarro, con
otros españoles en su compañía, los cuales estaban cercados de los indios
naturales de la tierra…”. El Rey le van
contando lo que ocurrió, porque todo lo sabe: la exigencia de Almagro a
Hernando para que le entregue el Cuzco, cómo terminaron los dos
comprometiéndose a una tregua, y de qué manera Almagro la rompió violentamente,
apresando a Hernando y a los oficiales de la Corona. Hasta cuenta que DON
ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN hizo algo más que pasarse al bando de Almagro, como
contó en su libro. Hernando lo había enviado junto al licenciado Prado para
negociar con Almagro. Y dice Carlos V (que conocía de sobra las ‘mañas’ de
Enríquez): “Los cuales, dejando de hacer lo que se les había encargado y
debían, se concertaron con Vos para entregaros la ciudad del Cuzco”. La carta
tiene gran valor porque, en ese momento inicial de los conflictos, el Rey, con
justo criterio jurídico, le ordena tajantemente y con amenazas a Almagro que le
devuelva la ciudad a Pizarro. Se supone que la importantísima carta no llegó a
tiempo a su destino. Empezaron las guerras y tres meses después Almagro fue
derrotado. Lo que no se entiende es que HERNANDO PIZARRO (sin duda con la
conformidad de PIZARRO) lo ejecutara de inmediato (julio 1538). De no hacerlo, habrían tenido para siempre un
respaldo de la Corona tan sólido como el que aparece en esta carta.
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