(250) Seguro que Enríquez de Guzmán estaba
de acuerdo con esa decisión, porque es casi un milagro que alabe a Hernando
Pizarro, a quien odiaba sin paliativos. Lo que dice a continuación (y que tanto
le agradece a la Virgen) rectifica la versión de Pedro Pizarro. No parece
cierto que Hernando Pizarro zanjara las discusiones ordenando quedarse sin
salir del Cuzco, tomando después, como ya vimos, la acertada iniciativa de
atacar la fortaleza desde donde más daño les hacían los indios. Es más creíble lo que cuenta
Enríquez. Su primera decisión fue enviar gente adonde Pizarro, pero luego
cambió de idea porque ocurrió algo providencial (el episodio de las cabezas
cortadas a los españoles que ya nos ha contado Pedro Pizarro): “Pero mejor
acertó la Madre de Dios, que ese día, después de la misa, antes de que
partiesen, dieron gran grita en un cerro muchos indios, y salió Hernando
Pizarro con otros, huyendo los indios. Y dejaron en el camino cinco cabezas de
cristianos y muchas cartas que habían tomado a algunos cristianos que habían
matado y que el Gobernador había enviado en socorro de esta ciudad del Cuzco.
Los indios los habían vencido y nos traían esto para descorazonarnos, pero fue
darnos la vida, pues lo hacía la Virgen, y en su santo día”.
Fue así como se acabaron las discusiones
entre los cercados: “Por lo cual dejamos de dividirnos y de pensar en mandar
gente, porque por las dichas cartas supimos lo que queríamos saber, que era que
el Gobernador nos enviaría gente. Y supimos de la victoria que el Emperador
tuvo en Berbería, en la toma de Túnez, y nos vino un jubileo muy grande, el
mayor que se ha visto, que venía por medio de la Emperatriz, nuestra señora.
También me vinieron a mí las cartas que os he dicho de mi tierra y del
Gobernador. Durante otros tres meses, no tuvimos más noticias”. Fue entonces
cuando consiguieron expulsar a los indios de la amenazante fortaleza, de manera
que esos tres meses de que habla resultaron más tranquilos.
Los
españoles daban por hecho que los indios
volverían a atacar, pues tenían la curiosa costumbre de suspender las luchas
para ocuparse de sus cultivos. Seguimos con Pedro Pizarro: “Manco Inca y los
orejones se habían hecho fuertes en Tambo, y estaban aguardando que los indios
hubiesen sembrado y se pasase el invierno para tornar en verano a poner otro
cerco en el Cuzco. Entonces Hernando Pizarro acordó enviar a quince de a
caballo a dar aviso al Marqués don Francisco Pizarro de que estábamos vivos y
nos enviase socorro. Apercibidos ya para
salir, se juntaron don Alonso Enríquez y el tesorero Riquelme con otros
principales y le hicieron un requerimiento a Hernando Pizarro de que no los
enviase, porque era la flor de la tropa: Juan Pancorbo, Alonso de Mesa,
Valdivieso, Pedro Pizarro (el propio
cronista), Hernando de Aldana, Alonso de Toro, Juan Jullio, Cárdenas,
Escacena, Miguel Cornejo, Solar, Tomás Vázquez, Juan Román, Figueroa y
Villafuerte (casi todos, héroes anónimos
y brillantes jinetes de los que nunca se habla). Y ciertamente, tuvieron
razón don Alonso Enríquez y el tesorero Riquelme y los demás que contradijeron
la salida de estos, porque en verdad eran mucho sustento para la guerra y
defensa del Cuzco (un auténtico equipo
titular). Pues oído el requerimiento, Hernando Pizarro mudó de parecer
entendiendo que era acertado lo que le
pedían”.
(Imagen) Entre los selectos jinetes que
Hernando Pizarro había pensado mandar a Lima estaba JUAN DE VALDIVIESO. Nos va
a servir para encadenar una serie de triunfos y desgracias, como ejemplo de lo
que era habitual en las Indias. Había hecho fortuna y sobrevivido
milagrosamente al cerco de ocho meses mantenido en el Cuzco por el bravo Manco
Inca. Pero consta que en 1543 ya había muerto, probablemente en las carnicerías
de las guerras civiles. Tenía dos hijas mestizas y, probablemente por
disposición de los funcionarios del rey, fueron confiadas a otro personaje
heroico para que las llevara a España guardándoles el dinero que les
correspondía como herencia. Se trataba del prestigioso capitán PEDRO ANSÚREZ CAMPO
REDONDO. Desgraciadamente, en las Indias, los viajes podían ser tan peligrosos
como las batallas. Un ataque de piratas acabó con la vida de Ansúrez. Se ocupó
de las mestizas otro de los grandes, ALONSO DE ALVARADO, entregánsedolas en
España a un tío suyo. La herencia de las dos niñas desapareció, cosa también
frecuente, y su tutor la reclamó judicialmente a los herederos de Ansúrez, como
se ve en el documento de la imagen, que, muy resumido, dice: “Don Carlos y Doña Juana (llamada
‘la Loca’, y que figuró como reina durante toda su larga vida): Hacen saber
a los jueces que D. Francisco de Valdivieso, regidor de la ciudad de Toro, como
tutor de las hijas de Juan de Valdivieso, su hermano, reclama a los herederos
del capitán Pedro Ansúrez unos mil pesos de oro que le fueron dados en Perú al
dicho capitán de los bienes del dicho Juan de Valdivieso (difunto) para las dichas sus hijas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario