jueves, 12 de abril de 2018

(Día 666) Garcilaso cuenta anécdotas: Gonzalo Pizarro salva su vida con la ayuda de su hermano Hernando y de Alonso de Toro. Un indio muy bravo pone en ridículo a dos españoles, Gonzalo va a por él, pero no deja que le ayuden los otros. El indio al ver el gesto de Gonzalo se rinde agradecido y se convertirá en su fiel criado.


     (256) No vendrá mal enlazar en este punto con Inca Garcilaso de la Vega porque cuenta también bastantes anécdotas sobre el cerco que sufrieron los españoles en el Cuzco: “Con la muerte del buen Juan Pizarro (Garcilaso siempre ensalza los méritos), cobraron ánimo los indios viendo que era hermano del Gobernador y hombre tan principal y valiente. Los cristianos tenían que salir porque, mientras duró el cerco, siempre tuvieron necesidad de comida, pues la que traían los criados indios no bastaba para sustentarlos. Un día, saliendo Gonzalo Pizarro con veinte de a caballo con más animo que prudencia, pues eran pocos,  le atacaron tantos indios que, aunque su lanza fue de las mejores que hubo en el Nuevo Mundo, lo tuvieron casi rendido, y se salvó porque le socorrieron Hernando Pizarro y Alonso de Toro”. Cuenta después un caso en el que un indio dejó en ridículo a dos españoles, y tiene la delicadeza de no decir sus nombres: “Hubo una gran batalla en la que casi todos los indios huyeron, pero quedaron algunos capitanes que tuvieron por mejor morir ante su Inca, que los miraba desde un otero, que huir en su presencia. Contra uno de estos arremetió encima de un caballo y con una lanza un caballero que yo conocí, y el indio le asió de ella y se la quitó. Al verlo otro caballero, le atacó tirándole una lanzada, y el indio se la quitó también para defenderse de los dos, cuyos nombres se callan por respeto de sus descendientes, que uno de ellos fue mi condiscípulo en la gramática”. Lo que ocurrió después fue muy notable. Había visto lo que pasaba Gonzalo Pizarro (nos acaba de decir Garcilaso que era un artista con la lanza) y fue derecho hacia el indio gritando a los dos chasqueados que se apartaran. También le agarró la lanza, pero sin tanto éxito: “Gonzalo Pizarro, por no perder la lanza, echó mano de de ella con la mano izquierda,  y con la derecha sacó la espada para cortar las manos del enemigo. El indio, viendo la espada sobre sí, soltó la lanza y se agachó para coger una de las otras.  Los dos caballeros, que estaban mirando, arremetieron para matarle, pero Gonzalo Pizarro a grandes voces les dijo que el indio no merecía que le hicieran daño, sino mucha merced. Los caballeros se detuvieron, y el indio, dándose cuenta de que las voces de Gonzalo Pizarro le habían socorrido, soltó la lanza en señal de que se rendía, fue hacia él, le besó la pierna derecha y le dijo: ‘tú eres mi Inca, y yo soy tu criado’. Desde entonces, le sirvió lealísimamente, y Gonzalo Pizarro le amaba como a su hijo, hasta que el indio murió en la campaña de la Canela. Esto me contó Francisco Rodríguez de Villafuerte, que se hallaba en aquella batalla, y Gonzalo Pizarro decía que nunca luchando se había visto en tanto peligro como aquel indio le había puesto”. En varias ocasiones, los españoles admiraron el valor de algunos indios y procuraron salvarles la vida. La campaña de la Canela fue una terrible aventura de Gonzalo por el Amazonas (más adelante lo veremos), donde no solo murió el valiente indio, sino la mayoría de los integrantes de la expedición, pero que, sin embargo, le dio la oportunidad a Francisco de Orellana de seguir río abajo hasta convertirse en el primero que lo recorrió entero.

     (Imagen) GONZALO PIZARRO tenía ansias de alcanzar las alturas con vuelo propio. Hasta el punto de que le escribió una carta  al rey (la de la imagen) pidiéndole que le confiara alguna misión. En la misiva, le habla con muchos rodeos sobre la labor que ha hecho junto a su hermano Hernando Pizarro consiguiendo que la tierra esté como está, ya pacificada. Le pide que lo premie enviándolo a servir en más partes “porque quien ha podido con guerra ganar la paz, celoso de ella, servirá mejor a Vuestra Majestad para conservarla”. Seguro que ni le contestó, porque la petición era del todo inoportuna, ya que esa paz de la que habla Gonzalo había sido lograda a costa de una guerra entre españoles y de la ejecución de Almagro. Pero, pocos meses después, fue el propio Francisco Pizarro quien le dio su gran oportunidad. Le otorgó poderes como gobernador de Quito y licencia para lanzarse a una gran aventura: el descubrimiento, por el terrible cauce del Amazonas, del país de la canela y del mítico Dorado. La aventura terminó con éxito para Francisco de Orellana río abajo, y con un tremendo, aunque heroico, fracaso para Gonzalo. Murieron casi todos sus hombres, y también el bravísimo indio que le servía, al que (como hemos visto hoy) le perdonó la vida por su extraordinario valor. Durante ese tiempo, estando ausentes Hernando y Gonzalo, moría asesinado el gran Pizarro en medio del mayor desamparo.



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