(256) No vendrá mal enlazar en este punto
con Inca Garcilaso de la Vega porque cuenta también bastantes anécdotas sobre
el cerco que sufrieron los españoles en el Cuzco: “Con la muerte del buen Juan
Pizarro (Garcilaso siempre ensalza los
méritos), cobraron ánimo los indios viendo que era hermano del Gobernador y
hombre tan principal y valiente. Los cristianos tenían que salir porque,
mientras duró el cerco, siempre tuvieron necesidad de comida, pues la que
traían los criados indios no bastaba para sustentarlos. Un día, saliendo
Gonzalo Pizarro con veinte de a caballo con más animo que prudencia, pues eran
pocos, le atacaron tantos indios que,
aunque su lanza fue de las mejores que hubo en el Nuevo Mundo, lo tuvieron casi
rendido, y se salvó porque le socorrieron Hernando Pizarro y Alonso de Toro”.
Cuenta después un caso en el que un indio dejó en ridículo a dos españoles, y
tiene la delicadeza de no decir sus nombres: “Hubo una gran batalla en la que
casi todos los indios huyeron, pero quedaron algunos capitanes que tuvieron por
mejor morir ante su Inca, que los miraba desde un otero, que huir en su
presencia. Contra uno de estos arremetió encima de un caballo y con una lanza
un caballero que yo conocí, y el indio le asió de ella y se la quitó. Al verlo
otro caballero, le atacó tirándole una lanzada, y el indio se la quitó también
para defenderse de los dos, cuyos nombres se callan por respeto de sus
descendientes, que uno de ellos fue mi condiscípulo en la gramática”. Lo que
ocurrió después fue muy notable. Había visto lo que pasaba Gonzalo Pizarro (nos
acaba de decir Garcilaso que era un artista con la lanza) y fue derecho hacia
el indio gritando a los dos chasqueados que se apartaran. También le agarró la
lanza, pero sin tanto éxito: “Gonzalo Pizarro, por no perder la lanza, echó
mano de de ella con la mano izquierda, y
con la derecha sacó la espada para cortar las manos del enemigo. El indio,
viendo la espada sobre sí, soltó la lanza y se agachó para coger una de las
otras. Los dos caballeros, que estaban
mirando, arremetieron para matarle, pero Gonzalo Pizarro a grandes voces les
dijo que el indio no merecía que le hicieran daño, sino mucha merced. Los
caballeros se detuvieron, y el indio, dándose cuenta de que las voces de
Gonzalo Pizarro le habían socorrido, soltó la lanza en señal de que se rendía,
fue hacia él, le besó la pierna derecha y le dijo: ‘tú eres mi Inca, y yo soy
tu criado’. Desde entonces, le sirvió lealísimamente, y Gonzalo Pizarro le
amaba como a su hijo, hasta que el indio murió en la campaña de la Canela. Esto
me contó Francisco Rodríguez de Villafuerte, que se hallaba en aquella batalla,
y Gonzalo Pizarro decía que nunca luchando se había visto en tanto peligro como
aquel indio le había puesto”. En varias ocasiones, los españoles admiraron el
valor de algunos indios y procuraron salvarles la vida. La campaña de la Canela
fue una terrible aventura de Gonzalo por el Amazonas (más adelante lo veremos),
donde no solo murió el valiente indio, sino la mayoría de los integrantes de la
expedición, pero que, sin embargo, le dio la oportunidad a Francisco de
Orellana de seguir río abajo hasta convertirse en el primero que lo recorrió
entero.
(Imagen) GONZALO PIZARRO tenía ansias de
alcanzar las alturas con vuelo propio. Hasta el punto de que le escribió una
carta al rey (la de la imagen)
pidiéndole que le confiara alguna misión. En la misiva, le habla con muchos
rodeos sobre la labor que ha hecho junto a su hermano Hernando Pizarro
consiguiendo que la tierra esté como está, ya pacificada. Le pide que lo premie
enviándolo a servir en más partes “porque quien ha podido con guerra ganar la
paz, celoso de ella, servirá mejor a Vuestra Majestad para conservarla”. Seguro
que ni le contestó, porque la petición era del todo inoportuna, ya que esa paz
de la que habla Gonzalo había sido lograda a costa de una guerra entre
españoles y de la ejecución de Almagro. Pero, pocos meses después, fue el
propio Francisco Pizarro quien le dio su gran oportunidad. Le otorgó poderes
como gobernador de Quito y licencia para lanzarse a una gran aventura: el
descubrimiento, por el terrible cauce del Amazonas, del país de la canela y del
mítico Dorado. La aventura terminó con éxito para Francisco de Orellana río
abajo, y con un tremendo, aunque heroico, fracaso para Gonzalo. Murieron casi
todos sus hombres, y también el bravísimo indio que le servía, al que (como
hemos visto hoy) le perdonó la vida por su extraordinario valor. Durante ese
tiempo, estando ausentes Hernando y Gonzalo, moría asesinado el gran Pizarro en
medio del mayor desamparo.
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