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-Arrea la mula, que se nos larga Bernal. Está ya en Chipiona. -Tranqui, reve,
que ya lo veo. Seguro que bautizó ese rincón de Cuba algún paisano de Rocío
Jurado. En Trinidad, un paisano de Bernal, Antonio ‘de Medina’ (por si las
dudas), le ayudó, y con ese alivio, había conseguido llegar a Santiago y ver a
su pariente, el Gobernador Velázquez, que ya estaba engolosinado con lo que se
contaba del viaje del fallecido Fernández de Córdoba. Preparó otra expedición, y como daba por
correcto el nombre de aquella tierra, le preguntó a Bernal “que si estaba bueno
para volver a Yucatán, y riéndome le dije que allá no lo llaman así, y que
mejor nombre sería ‘la tierra donde nos mataron a más de la mitad de nuestros
soldados’; y entonces dijo, volved otra vez a la armada que hago, que yo
mandaré al capitán Juan de Grijalva que os haga mucha honra”. Luego cuenta
detalles de la preparación. Dinos algo. -Un placer, pequeñuelo, porque saca a
relucir a cuatro pesos pesados de Indias que yo conocí bien. “Y en aquella
sazón halláronse presentes en Santiago
Juan de Grijalva, Alonso de Ávila, Francisco Montejo y Pedro de Alvarado, que
eran hombres principales”. Bajo el mando de Grijalva como capitán general, se
le confió a cada uno de los otros un barco. La noticia tuvo entusiasmado eco,
“y pronto nos juntamos 240 compañeros, y pusimos matalotaje (provisiones)
y armas; trajimos un clérigo que se llamaba Juan Díaz, sevillano, y los 3
pilotos del otro viaje, Antón Alaminos, de Palos (no de Cantabria como alguno
dice), Camargo, de Triana, y Juan Álvarez el Manquillo, de Huelva”. Ahorita le
veremos disculparse por tratar a lo llano a los tres capitanes. -Se nota,
querido Sancho, que Bernal está
escribiendo lo que tantas veces contó en un corrillo a petición de
curiosos y amigos. -Y explica por qué casi los tutea: “Parece cosa descomedida
nombrar secamente los nombres de estos grandes capitanes, pues Pedro de Alvarado fue Gobernador de
Guatemala y Caballero de Santiago, Montejo, Adelantado de Yucatán y Gobernador
de Honduras, pero Alonso de Ávila no tuvo tanta ventura, porque le prendieron
los franceses”. Es típico de Bernal liarse con lo anecdótico, y en este caso se
olvida de que Alonso de Ávila tuvo un gran protagonismo en México. Fue
llamativo que lo apresaran los franceses, pero tiene poca importancia en su
notable biografía. Acto seguido, Bernal deja claro que va a continuar un tiempo
dándoles un trato sencillo: “Les seguiré llamando solo por sus nombres hasta
que tuvieron concedidos por Su Majestad los honores mencionados”. (El monumento
de la foto es el dedicado a Bernal en Medina del Campo. Tiene grabado al dorso
los nombres de los compañeros de fatigas que él cita en 15 páginas al final de
su libro: en total, ¡unos 500! Y en el texto van sus nombres y algunos datos
personales. Es una lástima que, por respeto a los difuntos, no se añada en el
monumento la lista de los nombres de los caballos que él recordaba en su
crónica. Prodigiosamente memorioso y humano).
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