martes, 7 de febrero de 2023

(1948) Tras 7 años resumiendo la historia de Las Indias, me llega el tiempo de abandonar el tema, pero no sin seguir casi 6 meses hablando del más grande conquistador (Cortés) con el texto del mejor cronista (Bernal). No os lo perdáis.

 

(1) –Tranquilo, Babieca: ya están abriendo los boxes de salida. Va a ser una carrera larga y arriesgada, reverendo abad; nos la vamos a jugar. El plan es, nada menos, resumir ese maravilloso tocho de Bernal Díaz del Castillo, su “Verdadera historia de la conquista de Nueva España”, y lo haremos con los comentarios que procedan, en el mismo tono llano de su incomparable autor. Dudo que haya caso más pintoresco, sabroso, vivo, didáctico y de tanto calor humano en ninguna otra crónica histórica conocida. –Sepan vuesas mersedes que les vamos a ofrecer una ocasión única de conocer al detalle unos hechos trascendentales que cambiaron el mundo, contados por un irrepetible escritor nada académico, que los vivió en la fase previa a la actuación de Cortés, y en lo que ocurrió durante la caída del imperio azteca. Y se van a quedar ojipláticos. Sería mejor que leyeran el libro, pero, como tertulianos, seremos buena compañía para que se animen a darse luego el atracón. Por si hay algún malsano crítico tras las cortinas, sepa ya el perillán que mi secre y yo estamos al corriente de la “estupidez del siglo”, la de un tonto capaz de vender a su madre, ordeñador del sensacionalismo y experto en el marketing más rastrero, que ha promocionado su falsedad asegurando que la sublime joya de Bernal la escribió Cortés. Nunca más lo mencionaremos, y que el diablo se lo lleve. Solo añadiré que nosotros diremos siempre con orgullo de Bernal lo que se celebra del cerdo ibérico, que de él nos gustan hasta los andares. Prosigue, hijo mío. –Me adhiero plenamente al panfleto, entrañable ectoplasma. Precisamente Bernal es eso mismo, alguien que no escribe, sino que te está hablando, y se hace cada vez más entrañable, más humano, defectos incluidos, con sus filias y sus fobias, nunca dañinas, y con ese estilo rústico, que resulta reciamente sabroso y aromático, como la sopa de ajo castellana. Ya lo has dicho: nos gustan hasta sus andares. Nos la vamos a jugar, Sancho: ¿convenceremos? –Recuerda la que se armó con solo 12 discípulos (amados). He traído el hisopo, fiel compañero: nos empaparemos en agua bendita para triunfar con Bernal. Nació el año 1496 en Medina del Campo, lugar histórico donde los haya. A la derecha de la iglesia principal está el palacio en el que murió la gran Isabel la Católica en 1504; yo viví el duelo del pueblo, y ni te puedes imaginar lo que fue aquello. Medina era uno de los centros mercantiles más importantes de Europa. Dejemos que se presente el ilustre soldado con sus propias palabras al comienzo de su libro (tenía ya 84 años y no llegó a verlo publicado): “Bernal Díaz del Castillo, vecino e regidor de Santiago de Guatemala, uno de los primeros conquistadores de la Nueva España (México), natural de la muy noble Villa de Medina del Campo, hijo de Francisco Díaz del Castillo, regidor que fue della, al que también llamaban el galán”. El año 1514 me tocó a mí, pequeñín, preparar hasta el último detalle de una de las expediciones más impresionantes que partieron para Indias, la de Pedrarias Dávila, personaje valiente pero siniestro. Entonces conocí y registré a un mocetón de 18 años que se embarcó en aquella armada y se hacía llamar Bernal Díaz, sin poder sospechar que sería protagonista de una vida grandiosa y autor de una crónica de valor incalculable. Esto promete. 




  

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