(5) –Da miedo verlo hasta desde la barrera, secre. Que vienen, que
vienen los escuadrones de Potonchán, “con sus arcos, flechas, rodelas, espadas,
hondas con piedras, y con las caras pintadas”. -De momento fue solo un
acercamiento táctico, caro Sancio. “Esto pasó a las horas de las avemarías (anochecer)”. Los indios se marcharon,
pero “cuando ya era de día claro, vinieron muchos más y nos dieron tal rociada
de flechas y piedras que hirieron a unos 80 de nuestros soldados. Le dieron
diez flechazos (al capitán Hernández de
Córdoba), y a mí tres. Y a dos soldados llevaron vivos, que uno era Alonso
Boto, y el otro un portugués viejo”. Bernal siempre procura conservar la
memoria de sus compañeros; parte el alma saber su destino. Todos los soldados se
vieron tan desesperados, que optaron por abrirse paso a las bravas hasta los bateles de la playa. -Así fue, socio:
“Hechos todos nosotros un escuadrón, nos acogimos a los bateles, y fuimos al
navío que venía con gran prisa a buscarnos. Ya embarcados, hallamos que
faltaban unos 50 soldados, más los dos que llevaron vivos, y cinco que echamos
a la mar a los pocos días, muertos de las heridas. Los pilotos le pusieron por
nombre al lugar en las cartas de marear Costa de la Mala Pelea. Y ciertos
soldados maldecían al piloto Antón de Alaminos porque porfiaba que el lugar era
una isla y no tierra firme”. Estaba equivocado, y el “cabreo” de la gente se debía a que, de
no ser tierra firme, su descubrimiento tenía poco valor. Era muy experto, pero
se pasó de listo. -Yo creo, reverendo, que para calibrar la dosis de terror de
aquella aventura, lo mejor sería ver Apocalypto, la película de Mel Gibson. Con
todos descalabrados, “sólo un soldado quedó sin herir, y acordamos volver a
Cuba, pero teníamos falta de agua, y era
tanta la sed, que teníamos las lenguas y las bocas hechas grietas”. Y Bernal,
con el recuerdo, explota. Te dejo la delicatesen. -Okay, joven: “¡Oh, qué cosa
tan trabajosa es ir a descubrir tierras nuevas, y de la manera que nosotros nos
aventuramos! No lo pueden ponderar sino los que han sufrido esos excesivos
trabajos”. -A pesar del malestar con el piloto Alaminos por insistir
equivocadamente en que no habían descubierto tierra firme, aceptaron su consejo
de volver a Cuba por la Florida, puesto que conocía bien la ruta. Consiguieron
llevar agua al barco, “con lo que se alegraron todos como si les diéramos la
vida, pero un soldado, por la gran sed
que tenía tomó una botija a pechos y bebió tanta agua que se hinchó y murió a
los dos días”. (La imagen es ilustrativa. Alaminos se aferró a la chapuza de
creer que estaban costeando una isla, y se trataba en realidad del inmenso
México. Pero era un grandísimo navegante, y acertó al escoger el camino de
vuelta a Cuba subiendo hasta la Florida, tierra que había descubierto en 1513
bajo el mando de Juan Ponce de León, con el recorrido que muestra el gráfico).
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