(1546) Va a terminar el cronista Fray
Pedro Simón la Segunda Parte de esta crónica (titulada Noticias Imperiales), y
abreviaré lo último que dice. Cuenta que Don Juan de Borja, el nuevo
Gobernador, llegó a Santa Fe de Bogotá el 2 de octubre de de 1605. Los primeros
capitanes que puso al frente de tropas para frenar a los indios fueron Juan de
Campos y Francisco Poveda, dándose la circunstancia de que este murió de
repente. Durante dos años se aplicó un
plan de control a los indios que dio resultado. Pero el personaje más temible
seguía siendo el gran cacique Pipatón. También eran peligrosos los indios
carares, a los cuales se les había podido pacificar, pero volvieron a las
andadas: “Nuevamente se dedicaron a embestir a los que navegaban por el río
Magdalena, e hicieron un daño no pequeño el año 1612. Al subir por el río un grupo
de canoas en las que venía un mercader llamado Francisco Montero, vecino de
Santa Fe, lo mataron a él y a algunos
otros españoles, así como a indios amigos y negros remeros. También apresaron a
una española, y, por estar cercana al
parto, no la mataron, sino que la ayudaron, teniéndola consigo hasta que la
liberó el Capitán Juan de Campos, y después los ataques de los indios carares
cesaron: “No fue así en las tierras que atacaba
Pipatón, pues el Capitán Benito Franco no podía frenar sus acosos, pero luego
tuvo habilidad suficiente para traer de paz á Pipatón y a su familia ante el
Presidente de la ciudad de Vélez, donde yo lo vi y traté mucho a este Cacique. No
siendo la inclinación del Gobernador Don Juan de Borja hacer guerras y
pacificaciones con derramamientos de sangre, prefirió, a pesar de las maldades
que habían hecho los nativos, llegar a
un acuerdo con Pipatón y los demás indios, que ya eran pocos, para que se estableciesen en la parte que les señaló.
Así se hizo, dándoles como predicador y administrador de los sacramentos al
Padre Bartolomé Hernández. Pero no tardaron en volver a rebelarse, aunque por
poco tiempo, ya que los españoles apresaron de nuevo a Pipatón y a algunos de su familia. Habiéndolos traído
a la ciudad de Santa Fe, murieron todos en la cárcel, al parecer debido a las
epidemias que padecieron en general los indios de aquellas tierras, pues son ya
muy pocos los que han quedado”. Y termina diciendo el cronista: “Aunque por ese
motivo dejaron de luchar los indios, se sigue
vigilando el río Magdalena, pues casi es suficiente la presencia de un solo
indio para inquietarlo todo. Es tan grande el miedo que se les tiene, que a los
españoles solamente podrá quitárselo Dios,
a quien le ofrezco todo lo escrito en esta segunda parte”.
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