miércoles, 8 de febrero de 2023

(1949) Bernal, muy anciano, dejó de escribir sus recuerdos por complejo frente al gran cronista Gómara, pero le molestó que casi sólo hablara de Cortés, y decidió continuar escribiendo. Ni se imaginaba que iba a brillar muy por encima del adulador.

 

 

     (2) –Avante a toda máquina, habilísimo piloto: rumbo, Bernal. –Gracias, capi. Respetaremos religiosamente su jugoso estilo. Bernal llevaba tiempo escribiendo en plan casero, y quizá solo por propia satisfacción, sobre lo que recordaba del pasado con una apabullante memoria. Pero tropezó con un reto que le revolvió el estómago: el endiosamiento de Cortés en las crónicas (a quien él también admiraba profundamente) y la ausencia casi total de reconocimiento de los enormes méritos de sus acompañantes, la numerosa tropa de conquistadores anónimos. Naturalmente Bernal respiraba sobre todo por su propia herida. Nada más revelador de su carácter y su sencilla pero firme confianza en sí mismo, que su explicación del calambrazo que sufrió al leer al cronista oficial de Cortés, el gran humanista López de Gómara, que escribió su libro por encargo de Martín Cortés, hijo legítimo del superhéroe: “Estando escribiendo esta crónica, vi lo que escribe Gómara sobre la conquista de México, y viendo su policía (elegancia) y estas mis palabras tan groseras y sin primor, dejé de escribir (admirable sinceridad)”. Pero siguió leyendo, y, sin remedio, se impuso su propia dignidad, llegando a revolverse contra Gómara: “Mirando que lo que cuenta es burla acerca de lo acaecido, torné a proseguir mi relación, porque la verdadera policía e agraciado componer es decir la verdad. Y para que salga a la luz, quiero volver con la pluma en la mano como el buen piloto lleva la sonda, descubriendo bajos cuando siente que los hay. Así haré yo diciendo los borrones (mentiras) de los cronistas”. Lástima que no viera publicada su obra de arte. Tu turno, Sancho. –Es asombroso, secre, que aquel pardillo que vi marchar con 18 años sobreviviera a una permanente situación de riesgo de muerte hasta que terminó sus últimas batallas en compañía de Cortés, contando unos 30, y llegara después, casi a los 90, con tiempo y ganas para dedicar parte de sus asombrosas energías a ‘engendrar’ su maravilla. Pensaba publicarla, “porque soy viejo de más de 84 años, he perdido la vista y el oír, y no tengo otra riqueza que dejar (exagera) a mis descendientes, salvo esta mi verdadera narración”. Si supiera la que armó… Escribe, leal taquígrafo, esta fugaz explicación: Colón en su tercer viaje descubre la costa continental de la zona de Panamá. ‘Mis' pilotos de la Casa de Contratación, Solís y Yáñez Pinzón, en 1509, buscando un paso (que no existía) hacia el desconocido Pacífico, repiten la ruta de Colón y suben más al norte, hasta Yucatán. Nicolás de Ovando es nombrado Gobernador de La Española (R. Dominicana) en 1501. Su sucesor, Diego Colón, hijo del Almirante, le confía a Diego Velázquez de Cuéllar la conquista de Cuba. Lo logra fácilmente, y como es un personaje muy inquieto, saca del baúl de los recuerdos los viajes de la costa continental, y se empeña en explorar a fondo esa zona (en plan señorito, mandando a otros). Su terca ambición, le lleva a hacer tres intentos, que serán como escalones para que el último, el de Cortés, haga saltar la banca. Pero sepan quienes esto leyeren que Bernal participó en los tres viajes, por lo que solo él tiene el honor de haber corrido, con la lengua afuera, la gran carrera que terminó en Maratón, digo en Tenoctitlán-México. (En la foto, el solemne castillo de la Mota (Medina del Campo). Si esas piedras hablaran…).




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