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–Avante a toda máquina, habilísimo piloto: rumbo, Bernal. –Gracias, capi.
Respetaremos religiosamente su jugoso estilo. Bernal llevaba tiempo escribiendo
en plan casero, y quizá solo por propia satisfacción, sobre lo que recordaba
del pasado con una apabullante memoria. Pero tropezó con un reto que le
revolvió el estómago: el endiosamiento de Cortés en las crónicas (a quien él
también admiraba profundamente) y la ausencia casi total de reconocimiento de
los enormes méritos de sus acompañantes, la numerosa tropa de conquistadores
anónimos. Naturalmente Bernal respiraba sobre todo por su propia herida. Nada
más revelador de su carácter y su sencilla pero firme confianza en sí mismo,
que su explicación del calambrazo que sufrió al leer al cronista oficial de
Cortés, el gran humanista López de Gómara, que escribió su libro por encargo de
Martín Cortés, hijo legítimo del superhéroe: “Estando escribiendo esta crónica,
vi lo que escribe Gómara sobre la conquista de México, y viendo su policía (elegancia) y estas mis palabras tan
groseras y sin primor, dejé de escribir (admirable
sinceridad)”. Pero siguió leyendo, y, sin remedio, se impuso su propia
dignidad, llegando a revolverse contra Gómara: “Mirando que lo que cuenta es
burla acerca de lo acaecido, torné a proseguir mi relación, porque la verdadera
policía e agraciado componer es decir la verdad. Y para que salga a la luz,
quiero volver con la pluma en la mano como el buen piloto lleva la sonda,
descubriendo bajos cuando siente que los hay. Así haré yo diciendo los borrones
(mentiras) de los cronistas”. Lástima
que no viera publicada su obra de arte. Tu turno, Sancho. –Es asombroso, secre,
que aquel pardillo que vi marchar con 18 años sobreviviera a una permanente
situación de riesgo de muerte hasta que terminó sus últimas batallas en
compañía de Cortés, contando unos 30, y llegara después, casi a los 90, con
tiempo y ganas para dedicar parte de sus asombrosas energías a ‘engendrar’ su
maravilla. Pensaba publicarla, “porque soy viejo de más de 84 años, he perdido
la vista y el oír, y no tengo otra riqueza que dejar (exagera) a mis descendientes, salvo esta mi verdadera narración”.
Si supiera la que armó… Escribe, leal taquígrafo, esta fugaz explicación: Colón
en su tercer viaje descubre la costa continental de la zona de Panamá. ‘Mis'
pilotos de la Casa de Contratación, Solís y Yáñez Pinzón, en 1509, buscando un
paso (que no existía) hacia el desconocido Pacífico, repiten la ruta de Colón y
suben más al norte, hasta Yucatán. Nicolás de Ovando es nombrado Gobernador de
La Española (R. Dominicana) en 1501. Su sucesor, Diego Colón, hijo del
Almirante, le confía a Diego Velázquez de Cuéllar la conquista de Cuba. Lo
logra fácilmente, y como es un personaje muy inquieto, saca del baúl de los
recuerdos los viajes de la costa continental, y se empeña en explorar a fondo
esa zona (en plan señorito, mandando a otros). Su terca ambición, le lleva a
hacer tres intentos, que serán como escalones para que el último, el de Cortés,
haga saltar la banca. Pero sepan quienes esto leyeren que Bernal participó en
los tres viajes, por lo que solo él tiene el honor de haber corrido, con la
lengua afuera, la gran carrera que terminó en Maratón, digo en
Tenoctitlán-México. (En la foto, el solemne castillo de la Mota (Medina del
Campo). Si esas piedras hablaran…).
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