(1544) El cronista menciona que por
entonces (12 de septiembre de 1602)
murió el Doctor Francisco de Sande, que hacía las funciones de Gobernador del
Nuevo Reino de Granada, asumiendo su autoridad interinamente los Oidores de la
Real Audiencia de Santa Fe. Añadiré algunos datos sobre su biografía. Había
nacido en Cáceres (Extremadura) hacia 1540. En 1568 aparece ejerciendo como
letrado en la Real Audiencia de México. Pero tuvo unos traslados sorprendentes.
En agosto de 1575 dio un salto asombroso, pues tomó posesión del puesto de
Gobernador de las Islas Filipinas, donde fundó la villa de Nueva Cáceres, y
hasta tuvo sueños de conquistar Borneo, adonde mandó una expedición, e incluso
territorios de China, de lo que Felipe II no quiso saber nada. En 1580 regresó
a México, y de allí pasó el año 1593 a la Audiencia de Guatemala, nombramiento
previo al que luego, en el año 1596, le llevó, como sabemos, al Nuevo Reino de
Granada con el título de Gobernador. Esa trayectoria deja bien claro que tuvo
que ser un hombre de mucho prestigio profesional e hiperactivo. Pero, al
parecer, cuando llegó al Nuevo Reino, se le fue amargando el carácter, quizá
por los desquiciantes ataques de los indios. Se hizo tan autoritario y duro,
que, en lugar de llamarle Doctor Sande, empezaron a referirse a él como el
Doctor Sangre. Hubo quejas por su crueldad, y el Consejo de Indias ordenó que,
para aclarar lo que ocurría, se le sometiera al clásico Juicio de Residencia,
encargándole del caso al letrado Andrés Salierna de Mariaca. Para
desprestigiarlo, Francisco de Sande
corrió el bulo de que le había pedido dinero a cambio de dictar a su favor una
sentencia absolutoria. Salierna, que se encontraba muy enfermo, se agravó más,
y le echó a Sande la maldición de que en breve morirían los dos y se verían
cara a cara en el otro mundo. Como acertó en cuanto a la muerte de ambos, la la
gente consideró que aquello fue el cumplimiento de una profecía. Por si fuera
poco, Francisco de Sande tenía un hermano religioso, Fray Martín de Sande, que
había vivido siempre a su sombra, y con grandes deseos de ascender a altos puestos
de la jerarquía eclesiástica. Cuando murió Francisco, su mujer, Doña Ana de
Mesa, y sus hijos, Pedro, Fernando, María y Francisca, no lograron encontrar el
mucho dinero que había amasado, y, llegando a la conclusión de que Fray Martín
se lo había apropiado, pleitearon con él, pero inútilmente, porque lo había
derrochado buscando sin éxito influencias para conseguir un obispado. En la
imagen vemos a un barbilampiño Francisco de Sande, cosa rara en aquel tiempo.
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