(1511) Llama la atención que tan pronto se
fuera deteriorando la muy importante expedición de GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA.
Nadie cayó en la cuenta de que los fracasos de campañas anteriores no eran una
casualidad, sino la consecuencia lógica de
un territorio imposible, cuyos tesoros eran un espejismo: “Tantos
padecimientos hicieron que todos los participantes estuvieran deseando hallar la
ocasión de huir sin que lo pudiera impedir el Adelantado Quesada, a quien
también trataron de matar por haberlos metido en aquellos trabajos. Por este
motivo, Gonzalo Jiménez de Quesada ahorcó a algunos, pero, viendo por qué
deseaban volver atrás, dio permiso a otros, como su Maestre de Campo, quien
tardó seis meses en volver a San Juan de Maldonado”. Para entonces, Jiménez de
Quesada ya solo contaba con unos cien soldados, y decidió dar permiso general
para que abandonaran la empresa todos los que quisieran, haciéndolo unos
cincuenta más, de los cuales murieron en el larguísimo camino de vuelta
diecisiete. Es fácil imaginar la desesperación de Jiménez de Quesada, y prueba
de ello fue que, a pesar de todo, intentó seguir adelante con solo cuarenta y
cinco héroes. Pero era una locura: “Anduvo con estos escasos compañeros, con hartas
desgracias, dando vueltas por aquellas
tierras, y llegaron a reducirse tanto los españoles por muertes y por haber dado licencia para
marcharse a siete de ellos, de los cuales solo uno llegó a San Juan de los
Llanos, que ya sólo le quedaban 25. Vencido por los ruegos de estos pocos, decidió
volver a este Nuevo Reino de Granada, donde llegó el año 1571, consumida la
salud y su hacienda, después de tres años que gastó en la campaña. De los 300
españoles que la iniciaron, solo quedaron 64 habiendo muerto casi todos los
demás de las enfermedades que sufrieron. De los mil quinientos indios que los
acompañaban, solo llegaron vivos cuatro, tres mujeres y un hombre, y de los mil
cien caballos, dieciocho. De manera que, echando cuentas, la expedición
consumió unos trescientos mil pesos de oro, así como las vidas de tantos
hombres y mujeres como perecieron. Este mismo año de mil quinientos setenta y
uno, a once de abril, por los muchos servicios que había hecho, el Rey nombró
al Capitán Fernán Vanegas Mariscal del
Nuevo Reino de Granada”. El cronista Fray Pedro Simón no lo precisa, pero ese
nombramiento fue debido a que GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA, que era el titular de
ese cargo, lo abandonó tras el enorme desastre (tenía ya, además, 62 años), y
se retiró a vivir con cierta paz en la ciudad de Mariquita, donde murió ocho
años después.
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