lunes, 19 de diciembre de 2022

(1911) Una vez más, la campaña en busca de El Dorado fue un desastre, y, esta vez, insuperable. Gonzalo Jiménez de Quesada, que había ejecutado a algunos desertores, comprendió que tenía que permitir las numerosas huidas.

 

     (1511) Llama la atención que tan pronto se fuera deteriorando la muy importante expedición de GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA. Nadie cayó en la cuenta de que los fracasos de campañas anteriores no eran una casualidad, sino la consecuencia lógica de   un territorio imposible, cuyos tesoros eran un espejismo: “Tantos padecimientos hicieron que todos los participantes estuvieran deseando hallar la ocasión de huir sin que lo pudiera impedir el Adelantado Quesada, a quien también trataron de matar por haberlos metido en aquellos trabajos. Por este motivo, Gonzalo Jiménez de Quesada ahorcó a algunos, pero, viendo por qué deseaban volver atrás, dio permiso a otros, como su Maestre de Campo, quien tardó seis meses en volver a San Juan de Maldonado”. Para entonces, Jiménez de Quesada ya solo contaba con unos cien soldados, y decidió dar permiso general para que abandonaran la empresa todos los que quisieran, haciéndolo unos cincuenta más, de los cuales murieron en el larguísimo camino de vuelta diecisiete. Es fácil imaginar la desesperación de Jiménez de Quesada, y prueba de ello fue que, a pesar de todo, intentó seguir adelante con solo cuarenta y cinco héroes. Pero era una locura: “Anduvo con estos escasos compañeros, con hartas desgracias, dando  vueltas por aquellas tierras, y llegaron a reducirse tanto los españoles  por muertes y por haber dado licencia para marcharse a siete de ellos, de los cuales solo uno llegó a San Juan de los Llanos, que ya sólo le quedaban 25. Vencido por los ruegos de estos pocos, decidió volver a este Nuevo Reino de Granada, donde llegó el año 1571, consumida la salud y su hacienda, después de tres años que gastó en la campaña. De los 300 españoles que la iniciaron, solo quedaron 64 habiendo muerto casi todos los demás de las enfermedades que sufrieron. De los mil quinientos indios que los acompañaban, solo llegaron vivos cuatro, tres mujeres y un hombre, y de los mil cien caballos, dieciocho. De manera que, echando cuentas, la expedición consumió unos trescientos mil pesos de oro, así como las vidas de tantos hombres y mujeres como perecieron. Este mismo año de mil quinientos setenta y uno, a once de abril, por los muchos servicios que había hecho, el Rey nombró al Capitán Fernán Vanegas Mariscal  del Nuevo Reino de Granada”. El cronista Fray Pedro Simón no lo precisa, pero ese nombramiento fue debido a que GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA, que era el titular de ese cargo, lo abandonó tras el enorme desastre (tenía ya, además, 62 años), y se retiró a vivir con cierta paz en la ciudad de Mariquita, donde murió ocho años después.




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