(1498) Los cuatro soldados que aperrearon
al traidor y viejo indio guía llegaron donde estaba el Capitán Juan Rodríguez
Suárez, el cual, enterado de los apuros de los que llegaban detrás, les envió
otros soldados e indios amigos para, mediante sus ayudas, acelerarles el
regreso. Cuando ya todos se recuperaron de las heridas, puso en marcha su
ejército, alcanzaron un valle en el que los indios gritaban desaforadamente, y
allí fundaron otra población, a la que, por eso, le pusieron el nombre de
Espíritu Santo de la Grita (que hoy es territorio venezolano, tiene 88.000
habitantes y se llama, simplemente, La Grita). Siguieron después hasta cerca de
las montañas de los Andes, y, tras ver que el territorio era muy agradable y
prometedor, el Capitán Juan Rodríguez Suárez, con la conformidad de sus
soldados más entendidos, decidió fundar un pueblo de españoles, si bien no
contaba con licencia para hacerlo. Lo puso por obra, el 9 de octubre de 1558, con
las distribuciones de parcelas y los
trámites habituales, dándole a la ciudad, como recuerdo de su ciudad natal, el
nombre de Mérida (ahora es territorio
venezolano, y tiene unos 350.000 habitantes). De inmediato, el Capitán Juan Rodríguez envió
un escrito a la ciudad de Pamplona para dar a conocer lo realizado y explicar
con entusiasmo que el futuro de esta Mérida era muy prometedor. Pero no faltó
la reacción de un envidioso. Hasta algún soldado suyo quiso ponerle zancadillas
difamándolo, pero el que resultó más peligroso fue el Capitán Juan Maldonado,
vecino de Pamplona y enemigo suyo, que, además, era yerno del Gobernador Ortún
de Velasco. No desperdició Maldonado el hecho de que Juan Rodríguez fundara la
ciudad de Mérida sin habérsele encargado tal misión, y con ese argumento,
consiguió que la Real Audiencia de Santa Fe, el 28 de enero de 1559, firmara un
documento en el que se reprendía al Cabildo de Pamplona por no haberlo
impedido, y, a su vez, dieron en otro la orden de que, dondequiera que
estuviese, se apresara al capitán Rodríguez y fuera enviado a Santa Fe. Para
más inri, se le encargó de hacerlo al capitán Juan Maldonado, el mezquino
personaje que había presionado para que cayera en desgracia Juan Rodríguez. Le
pedían que examinara las características de la ciudad de Mérida, y le
autorizaban (qué más quería él…) a que, si consideraba que era necesario
trasladarla a otro lugar, lo llevara a efecto. Cuando llegó a la población, no
estaba Juan Rodríguez, pero, al saber lo que ocurría, regresó a la ciudad, y se
dejó apresar, confiando en que los Oidores de la Real Audiencia, finalmente, le
agradecerían haber fundado Mérida.
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