martes, 20 de diciembre de 2022

(1912) Para ocupar a soldados que habían abandonado al insensato Pedro Malaver, se le le encargó a Jiménez de Villalobos que los dedicara a la fundación de un poblado. Así nació la Villa de Leyva, que aún existe.

 

    (1512) Habla el cronista de unos soldados españoles que llegaron el año 1571 a la colombiana ciudad de Tunja casi como pordioseros. Y explica que formaban parte de los muchos españoles que abandonaron al Capitán Pedro Malaver de Silva, hombre de carácter muy difícil y que, curiosamente, había fracasado también, al mismo tiempo que Quesada pero por otro sitio, en sus sueños de encontrar El Dorado. (Digamos de paso que, en un segundo intento, murieron en 1574, a manos de los indios, Pedro Malaver, dos hijas suyas y los pocos hombres  que le quedaban). Y dice el cronista: “Estos vagabundos, que llegaron sin tener forma de ganar la comida, andaban tan inquietos, que se temió que hicieran alguna conspiración. Los vecinos de Tunja, deseando evitarlo, dieron aviso al Presidente de la Real Audiencia de Santa Fe, que lo era el Doctor ANDRÉS DÍAZ VENERO DE LEYVA, el cual, pareciéndole grave la situación, fue en persona a Tunja para tratar el caso”. El Doctor comprobó que el problema no era tan grave, sino, en parte, debido a comentarios malintencionados. Y ocurrió que aquel chismorreo fue un mal que acabó en bien, aunque con molestos incidentes. Leyva pensó luego que, aunque su comportamiento no era peligroso, convenía preparar en las proximidades un poblado nuevo para atender las necesidades, no solo de dichos soldados, sino también de otras personas que malvivían en Tunja. Le encargó la tarea el 12 de junio de 1572 al Capitán Fernando Jiménez de Villalobos, y, acompañado de asesores, escogió un sitio  que le pareció muy conveniente, a cuatro leguas de Tunja. Hicieron allí la fundación y le pusieron el nombre de Villa de Nuestra Señora de Leyva. Pero no llovió a gusto de todos, y las quejas de algunos obligaron a suspender las dependencias que se estaban  instalando. No obstante, el 12 de agosto de 1572, le encargaron al Contador Juan de Otálora (que sustituía a Jiménez de Villalobos) que estudiase la situación e informara si, a su juicio, era necesario anular la Villa de Leyva, de forma que, si viese que no había motivos para ello, continuase con las tareas precisas para completar las obras y la organización administrativa de la población. Juan de Otálora consideró que era necesario asegurar la permanencia de Villa de Leyva, y lo único que rectificó fue el reparto que se había hecho de solares y encomiendas de indios para los que iban a ser sus habitantes, por lo que, de inmediato, llevó a cabo una nueva distribución”. El cronista termina haciendo grandes elogios de los aspectos positivos con que contó desde entonces la Villa de Leyva (que ahora tiene 16.000 habitantes).




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