martes, 13 de diciembre de 2022

(1904) Los hiperactivos capitanes fundaban con frecuencia poblaciones rápidamente y sin permiso, pero siempre protestaban los picajosos oidores de las Audiencias Reales. A Francisco de Ospina lo apresaron por eso, pero le dieron la razón.

 

     (1504) A pesar de la provisionalidad de la  fundación de Nuestra Señora de los Remedios, y sin autorización oficial para hacerlo (que se supondría confirmada posteriormente), Francisco de Ospina repartió solares entre sus soldados, y nombró, como se acostumbraba, dos Alcaldes permanentes, seis Regidores, un Alguacil Mayor, un Procurador General, un Mayordomo de la Ciudad y otro de la Iglesia, así como  un Escribano del Cabildo. Pero, además, como habían comprobado que en la zona había mucho oro, nombró también los funcionarios del Rey necesarios para el caso: el Tesorero, el Factor, el Contador y el Tenedor de Bienes de Difuntos. Efectuados estos trámites, sus hombres lo reconocieron a Francisco de Ospina como jefe de todo el ejército, pero teniendo la última palabra la Real Audiencia. Pronto encontraron otro lugar que les pareció más adecuado, hicieron allí el traslado y le cambiaron el nombre a la ciudad por el de Buenavista. A pesar de esas prudentes medidas, la Real Audiencia, al enterarse de los hechos, se puso picajosa con respecto a la legalidad de lo realizado: “Los Oidores de la Audiencia, molestos porque se había procedido sin permiso, enviaron al Capitán Rodrigo Pardo para que trajera preso a Francisco Ospina, y lo llevó a cabo. Lo trataron bien, pero aun así, encargaron al capitán Lope de Salcedo que hiciera él el reparto de indios para los españoles. Entretanto, los Oidores, tras escuchar a Francisco de Ospina sus explicaciones, dieron por buena la fundación que había inaugurado”. Una nueva perspectiva obligó a cambiar de sitio la ciudad. Sin embargo, su destino fue trashumante, ya que la refundaron dos veces más: “Primeramente, a mediados de 1562, la emplazaron en un lugar al que llamaron Valle de San Blas, donde, al menos, permaneció estable durante 26 años. Se convirtió en una buena y agradable población, con vecinos de importancia y muchos indios de servicio. Los mercaderes llegaban habitualmente, atraídos por la abundancia de oro, pero perdieron interés porque fue disminuyendo. Otro problema fue debido a que disminuyeron en gran cantidad los indios por unas viruelas que les afectaron. Todo esto obligó a los españoles a instalarse en otro sitio en marzo de 1589, para tener los lugares de donde se sacaba el oro más cerca de la ciudad, mudándola veinte leguas más al Norte. Tenía allí también la ventaja de poder criar ganado para sustentarse, pero era necesario primeramente encontrar de nuevo minas de oro”. En la curiosa imagen vemos que un nieto de Francisco de Ospina, con su mismo nombre, figuraba como Gobernador el año 1631.




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