(1514) Los españoles no paraban de
conquistar (lo que suponía un golpe duro para los indios, aunque algunos veían
ventajas en el cambio), pero tampoco de construir: “Por el año 1566, salió en
campaña, hacia el oeste, desde la ciudad de Pamplona (establecida, como
vimos, por el navarro Pedro de Ursúa) el Capitán Francisco Hernández con
algunos soldados. Dio vista, con harto
riesgo suyo y muerte de algunos compañeros, a las tribus principales, como los
indios orotomos, carates y palenques, quienes, a su vez, tenían cercados sus
pueblos para defenderse de los continuos ataques de los motilones, gente
belicosa (cuyo nombre es de todos conocido). Hernández dio orden de dar
la vuelta, pero, el año 1572, volvieron a salir de Pamplona, y, tropezando con
miles de dificultades y peligros, llegaron al territorio de los indios carates.
Como era tierra muy templada, y bien situada para las conquistas de los indios
de la zona, que serían más de catorce mil, decidió que se estableciese allí una
ciudad. La fundó el mismo año, el veintiséis de Julio, día de Santa Ana, y le
puso este nombre, que le duró un tiempo hasta que, no sé por qué razón, Pedro
Fernández de Busto, Gobernador de Santa Marta, lo cambió por el de Ocaña (se debía a la pequeña vanidad de que él
era natural de la española Ocaña)”. Villa de Leyva y la ciudad de Ocaña
(que además tenía un buen puesto fluvial) arraigaron bien, y resultaron tan
productivas, que fomentaron el comercio y la llegada de nuevos habitantes. Entre
los que frecuentaban los viajes para venta de ganado, había un tal Pedro de
Villarroel que se dirigía a Santa Fe con sus animales, y protegido por dieciséis
soldados. Cuando bajaban una pronunciada cuesta, llamada Pernia, por haber matado
antes los nativos allí a un valeroso capitán español de este nombre, salió una
multitud de feroces indios de repente, y atacaron a Villarroel y a sus
compañeros. De poco les sirvió a los españoles su veteranía y bravura: “Los
Indios mataron a todos, menos a dos soldados mozos, uno de los cuales era un vizcaíno
llamado Gamarra. Comprendiendo que era imposible escapar de los indios,
tuvieron el acierto de meterse por una quebrada, y, viendo una cascada de agua,
se escondieron tras ella sin que los indios imaginaran que estaban allí.
Llegada la noche, salieron fuera,
consiguieron llegar a la villa de San Cristóbal y avisaron de lo ocurrido a los alcaldes, los cuales consiguieron juntar
gente, aunque escasa para ir a castigar
a los indios agresores”. Pero veremos que encontraron pronto refuerzos. La
imagen muestra la columna situada en la
Plaza de Ocaña, dedicada el año 1851 a la supresión de la esclavitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario