(1506) Hablando de los indios colimas,
Fray Pedro Simón cuenta una anécdota que considera admirable, y cuyo feliz
término los españoles lo atribuyeron a un milagro divino, aunque todo indica
que ocurrió espontáneamente. Primeramente dice que, en territorio colima, había un
tipo de maíz que resultaba muy dañino: “Es tan venenoso, que al que lo
come se le mudan las uñas, y las mujeres paren monstruos. Los indios los matan
como cosa abominable, y así lo querían hacer el año 1600 con una niña que les
nació toda cubierta de pelo tan largo como el de un mico. El clérigo Andrés
González Farfán, fijándose únicamente en que era persona, la bautizó, y
sucedió, cosa admirable, que, en cuanto la bañó con el agua bendita, se le cayó
todo el pelo y quedó completamente limpia. Todos los que lo vieron dieron mil
gracias al Señor por tal suceso”. Curiosamente, los indios panches, que también
eran de tradición caníbal, habían hecho las paces con los españoles, y les
pidieron protección, en la zona de Mariquita, contra los colimas, que no les
dejaban en paz. En esta ciudad mandaba el veterano Capitán Francisco Núñez de
Pedroso, quien, además, había sido su fundador, y, cumpliendo una orden de la
Real Audiencia, se hizo cargo de intentar pararles los pies a los colimas.
Nombró como maestre de campo de la tropa a Gutierre de Ovalle, natural de Ronda
(Málaga), el cual iba a contar con la ayuda de uno de los alcaldes de
Mariquita, el prestigioso Don Antonio de Toledo, quien, para tal fin, se había ocupado
en formar otro grupo de soldados que andaban ociosos. Ambos jefes partieron con
sus hombres de Mariquita el 11 de noviembre de 1561 para enfrentarse con los
indios colimas. Los primeros encontronazos fueron sangrientos, con muertos y
heridos por ambas partes. Los resultados no fueron malos, pero, viendo que la
multitud de los colimas era enorme, se tomó la decisión de retirarse al
campamento que tenían establecido. Los españoles, en consonancia con su
espíritu siempre activo y creador, en cuanto llegaron al puesto cayeron en la
cuenta de que aquel lugar era muy apropiado para establecer un modesto poblado.
Con gran rapidez hicieron lo cálculos precisos y, ajustándose al protocolo
habitual, crearon una nueva villa a la que le pusieron el nombre de Nuestra
Señora de la Palma, al parecer porque había plantas de ese tipo en la zona.
Pero, una vez más, la Real Audiencia de Santa Fe se pondrá puntillosa, y
exigirá responsabilidades (como antes lo hicieron con Juan Rodríguez Suárez al
fundar Mérida) por no haberse obtenido permiso previo oficial para haber dado
ese paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario