martes, 13 de diciembre de 2022

(1906) Gutierre de Ovalle y Antonio de Toledo vencen a los caníbales colimas y fundan Nuestra Señora de la Palma. Nuevamente los exigentes oidores les piden cuentas porque lo hicieron sin permiso previo.

 

     (1506) Hablando de los indios colimas, Fray Pedro Simón cuenta una anécdota que considera admirable, y cuyo feliz término los españoles lo atribuyeron a un milagro divino, aunque todo indica que ocurrió espontáneamente. Primeramente dice que, en territorio colima,  había un  tipo de maíz que resultaba muy dañino: “Es tan venenoso, que al que lo come se le mudan las uñas, y las mujeres paren monstruos. Los indios los matan como cosa abominable, y así lo querían hacer el año 1600 con una niña que les nació toda cubierta de pelo tan largo como el de un mico. El clérigo Andrés González Farfán, fijándose únicamente en que era persona, la bautizó, y sucedió, cosa admirable, que, en cuanto la bañó con el agua bendita, se le cayó todo el pelo y quedó completamente limpia. Todos los que lo vieron dieron mil gracias al Señor por tal suceso”. Curiosamente, los indios panches, que también eran de tradición caníbal, habían hecho las paces con los españoles, y les pidieron protección, en la zona de Mariquita, contra los colimas, que no les dejaban en paz. En esta ciudad mandaba el veterano Capitán Francisco Núñez de Pedroso, quien, además, había sido su fundador, y, cumpliendo una orden de la Real Audiencia, se hizo cargo de intentar pararles los pies a los colimas. Nombró como maestre de campo de la tropa a Gutierre de Ovalle, natural de Ronda (Málaga), el cual iba a contar con la ayuda de uno de los alcaldes de Mariquita, el prestigioso Don Antonio de Toledo, quien, para tal fin, se había ocupado en formar otro grupo de soldados que andaban ociosos. Ambos jefes partieron con sus hombres de Mariquita el 11 de noviembre de 1561 para enfrentarse con los indios colimas. Los primeros encontronazos fueron sangrientos, con muertos y heridos por ambas partes. Los resultados no fueron malos, pero, viendo que la multitud de los colimas era enorme, se tomó la decisión de retirarse al campamento que tenían establecido. Los españoles, en consonancia con su espíritu siempre activo y creador, en cuanto llegaron al puesto cayeron en la cuenta de que aquel lugar era muy apropiado para establecer un modesto poblado. Con gran rapidez hicieron lo cálculos precisos y, ajustándose al protocolo habitual, crearon una nueva villa a la que le pusieron el nombre de Nuestra Señora de la Palma, al parecer porque había plantas de ese tipo en la zona. Pero, una vez más, la Real Audiencia de Santa Fe se pondrá puntillosa, y exigirá responsabilidades (como antes lo hicieron con Juan Rodríguez Suárez al fundar Mérida) por no haberse obtenido permiso previo oficial para haber dado ese paso.




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