(1515) Los alcaldes de San Cristóbal, al
conocer por dos supervivientes la escabechina de españoles que habían hecho los
indios, salieron escasos de gente para castigarlos, pero tuvieron la suerte de
juntarse con otro grupo: “Viniendo de distinto lugar el Capitán Francisco de Cáceres
y sus hombres, llegaron al sitio en el que había sido la matanza, y hallaron
los cuerpos de los españoles clavados de flechas. Los indios se habían cebado
en el de Pedro de Villarroel por ser el más valeroso, y también mataron a una
mujer española. Viendo la tragedia, los españoles quedaron lastimadísimos
porque eran compañeros de muchos de los muertos. Después de enterrarlos,
siguieron camino, y, al llegar al valle de San Bartolomé, se encontraron con el
Alcalde de San Cristóbal y los 30 hombres que le acompañaban para castigar a
los autores”. No hubo ningún problema para que se juntaran ambas tropas con el
fin de vengar la salvajada de los indios, y consiguieron aplicarles, como se
pretendía siempre en casos similares, un castigo ejemplar. Resulta evidente que
a cualquiera de los soldados de las
Indias hay que darle por supuesto un valor fuera de serie. Pero hubo también
muchos, ya desaparecidos en el anonimato, que estaban dotados de cualidades extraordinarias.
Y era el caso del mencionado FRANCISCO DE CÁCERES, del que me ha costado confirmar
su identidad porque el cronista (o el copista) lo llama siempre Francisco de
Cazares. Nuestro hombre nació en Sauquillo (Segovia) el año 1527. Siendo casi
un adolescente, estuvo luchando en las guerras de Europa, y corriendo gran
peligro de perder la vida. Llegó al Nuevo Reino de Granada (Colombia) con mando
de capitán y lleno de prestigio, mostrando pronto una firme vocación fundadora
de poblaciones, e hizo surgir las siguientes: Espíritu Santo, en 1573, que no
duró mucho, pero en 1576 estableció la de La Grita (nombre puesto por la
gritería de los nativos), y luego, sucesivamente, las de
Altamira de Cáceres, Alcántara, Salazar de las Palmas, San José de
Alcántara, Villa del Escorial, Medina de las Torres, Santiago de las Atalayas,
Huesca y Valle de la Plata. Los oidores de La Real Audiencia de Bogotá le
habían acusado de fundar Espíritu Santo sin
su permiso, y el expeditivo Francisco de Cáceres se fue a España para
defenderse ante el Rey, el cual le dejó libre de cargas e incluso lo nombró
Gobernador de La Grita (actualmente territorio venezolano). También soñó con
encontrar El Dorado, de cuya campaña volvió fracasado y enfermo. Pero siguió
peleando, y el año 1589 murió en un enfrentamiento contra los indios
colombianos. Todo un carácter.
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