martes, 29 de junio de 2021

(1454) Tras un largo caminar faltos de comida, los españoles llegaron al territorio de los apalaches con gran alegría, pero pronto se dieron cuenta de que eran extraordinariamente belicosos.

 

     (1044) A pesar de la buena acogida del cacique Dulchanchelin, por la noche algún  indio tiró una flecha a un español que iba a coger agua, pero no le acertó. Y luego hubo otro amago de agresión: "El día siguiente, partimos de allí sin que viéramos a ninguno de los naturales, mas, siguiendo nuestro camino, aparecieron indios que venían de guerra, y aunque nosotros los llamamos, se alejaron sin dejar de ir detrás de nosotros. Por orden del gobernador, algunos de a caballo salieron a por ellos, y tomaron presos a cuatro indios que nos sirvieron como guías en adelante, los cuales nos llevaron por tierra muy trabajosa de andar y maravillosa de ver, porque en ella hay muy grandes montes y árboles maravillosamente altos. Un día después del de San Juan, llegamos a vista de Apalache sin que los indios de la tierra nos sintiesen. Dimos muchas gracias a Dios creyendo que era verdad lo que de aquella tierra nos habían dicho, que allí se acabarían los grandes trabajos que habíamos pasado, tanto por el malo y largo camino, como por la mucha hambre que habíamos padecido. Además, muchos de los nuestros tenían llagadas las espaldas de llevar las armas a cuestas. Mas, con vernos llegados donde deseábamos, y donde tantas provisiones y oro nos habían dicho que había, sentíamos que se nos había quitado gran parte del trabajo y cansancio".

     Pero ya vimos, en la aventura de Hernando de Soto y los suyos, la enorme agresividad de los apalaches y su desconocimiento del oro, cuyas minas se encontraron siglos después: "Llegados que fuimos a Apalache, el gobernador mandó que yo tomase nueve de a caballo, y cincuenta infantes, y entrase en el pueblo, y así lo acometimos el veedor y yo; cuando entramos, no hallamos sino mujeres y muchachos, mas, poco después, andando nosotros por él, acudieron los indios, y comenzaron a pelear, flechándonos, y mataron el caballo del veedor, pero, finalmente, huyeron. Allí hallamos mucha cantidad de maíz y muchos cueros de venados, así como algunas mantas de hilo pequeñas, y no buenas, con las que las mujeres cubren algo de sus personas. En el pueblo había cuarenta casas pequeñas y edificadas en lugares abrigados, por temor de las grandes tempestades que continuamente en aquella tierra suele haber".

     Luego el cronista hace una descripción de las características que observa en el territorio de los apalaches, que enseguida van a  mostrar su espíritu guerrero. Pronto llegaron al pueblo los indios huidos, y lo hicieron mansamente, pero por razones diplomáticas: "Dos horas después de que llegamos a Apalache, los indios que de allí habían huido vinieron a nosotros de paz, pidiéndonos a sus mujeres e hijos, y nosotros se los dimos, pero el gobernador retuvo a un cacique de ellos consigo, que fue motivo de que ellos quedaran asombrados; por lo que el día siguiente volvieron en son de guerra, y con tanto denuedo y presteza nos acometieron, que llegaron a ponernos fuego en las casas en que estábamos, pero, como salimos, huyeron, y se refugiaron en las lagunas, que tenían muy cerca; y por esto, y por los grandes maizales que había, no les pudimos hacer daño, salvo a uno que matamos".

 

     (Imagen) Lo que está ocurriendo ahora les va a dejar a los apalaches un amargo recuerdo del paso de los españoles, y, como vimos anteriormente, cuando llegó por allí unos doce años después la expedición de  Hernando de Soto, lo recibieron con un deseo ardiente de venganza. Sigue contando Cabeza de Vaca:  "Al día siguiente, unos indios también apalaches, pero de otro pueblo, vinieron a nosotros y nos acometieron de la misma forma que los primeros, y de la misma manera se escaparon, y también murió uno de ellos. Estuvimos en este pueblo veinticinco días, y le preguntamos al cacique que les habíamos apresado, y a los otros indios que traíamos con nosotros, que eran enemigos de ellos, cómo eran las tierras próximas. Nos respondieron que adelante había menos gente y mucho más pobre, pero que, en dirección Sur, había un pueblo llamado Aute en el que los indios tenían mucho maíz, frutos y pescado. Dada la pobreza de aquella tierra, y que los indios apalaches nos hacían continua guerra, y así mataron a un señor de Texcoco (México) que se llamaba don Pedro, acordamos partir de allí, e ir a buscar la mar y aquel pueblo de Aute del que nos habían hablado. El segundo día, cuando estábamos en medio de una laguna, nos acometieron gran cantidad de indios, y nos hirieron con flechas a muchos hombres y caballos, por lo cual el gobernador mandó a los de a caballo que se apeasen y les acometiesen a pie, y así pudimos ganarles el paso. A los heridos nuestros no les sirvió la buena protección que llevaban, y hubo hombres que juraron que habían visto dos robles pasados de parte a parte por las flechas de los indios, dada la fuerza y maña con que las echan. Todos los indios que vimos en la Florida  son flecheros, y tan crecidos de cuerpo, que, desde lejos, parecen gigantes". Recordemos que lo mismo decían los que estuvieron después en la expedición de Hernando de Soto. Comenta Núñez Cabeza de Vaca que también él resultó herido: "El día siguiente, yo hallé rastro de indios que iban delante, y le di aviso de ello al gobernador, que venía en la retaguardia, y así, aunque los indios salieron contra nosotros, como íbamos prevenidos, no nos pudieron atacar. Salimos a lo llano, y nos fueron siguiendo todavía, pero nos revolvimos contra ellos por dos partes, les matamos dos indios, y ellos me hirieron a mí y a otros  tres cristianos". Tras la Bahía Apalache que vemos en la imagen, estaba el territorio apalache.




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