(1043) Pasados unos días, se tomó una
decisión que no le gustó en absoluto al cronista: " Llegado
el primero de mayo, el gobernador llamó aparte al comisario, al contador, al
veedor y a mí, a un marinero que se llamaba Bartolomé Fernández, y a un
escribano que se decía Jerónimo de Alaniz, y nos dijo que tenía en voluntad
entrar por la tierra adentro, de manera que los navíos fuesen costeando hasta
que llegasen a puerto, y sobre esto nos rogó que le diésemos nuestro parecer.
Yo le respondí que me parecía que de ninguna manera debía dejar los navíos antes
de que quedasen en puerto seguro y poblado, pues los pilotos no sabían dónde
nos encontrábamos, que los caballos no estaban en buenas condiciones, y que,
además, iríamos mudos y sin intérprete, con la dificultad añadida de que
teníamos escasas provisiones. Por todo ello, le
mostré que me parecía que se
debía embarcar e ir a buscar un puerto que fuese bueno para poblar, pues la
tierra que habíamos visto, en sí era tan despoblada y tan pobre, cuanto nunca
en aquellas partes se había hallado. El comisario opinaba todo lo contrario, y
decía que, yendo siempre por la tierra de la costa, encontrarían el puerto,
pues los pilotos aseguraban que no estaría sino a unas quince leguas de allí, y
afirmaba que embarcarse sería tentar a Dios, pues desde que partimos de
Castilla tantos trabajos habíamos pasado, tantas tormentas y tantas pérdidas de
navíos y de gente. A todos los que allí estaban les pareció bien que esto se
hiciese así, salvo al escribano".
Tras escuchar las opiniones, Pánfilo de Narváez
se reafirmó en su criterio. Como Cabeza de Vaca no quería asumir las
responsabilidades de las posibles consecuencias de lo que iba a ordenar, quiso
que se dejara constancia: "Yo, vista su determinación, le requerí al
gobernador, de parte de Vuestra Majestad, que no dejase los navíos sin que
quedasen en puerto seguro, y lo pedí por testimonio al escribano. El gobernador
respondió que, puesto que él se ajustaba al parecer de los mayoría de los otros
oficiales y del comisario, yo no era
parte para hacerle estos requerimientos, y decidió levantar el pueblo que allí
había asentado, e ir en busca del puerto y la tierra que fuesen mejores. Y, después
de mandar que se preparase la gente que había de ir con él, me dijo, en
presencia de todos, que, puesto que yo tanto temía la marcha por tierra, tomase
a mi cargo los navíos y la gente que en
ellos quedaba, y poblase si yo llegase antes que él. Yo me excusé de esto, y,
después de salir de allí aquella misma tarde, tras parecerle que a nadie podía confiar
los navíos, me rogó que me encargase de ellos; y viendo que yo todavía me
excusaba, me preguntó cuál era la causa, a lo cual respondí que yo huía de
encargarme de aquello porque tenía por cierto que él no había de ver más los
navíos porque tan mal aparejados se entraban por la tierra adentro, y que yo prefería
aventurarme al peligro que él y los otros se aventuraban a encargarme de los
navíos, dando así ocasión a que se dijese que me quedaba por temor, siendo así que
yo quería más aventurar la vida que poner mi honra en esta condición. Él,
viendo que conmigo no aprovechaba, nombró, como teniente suyo para que se
quedase en los navíos, a un alcalde que que se llamaba Carballo".
(Imagen)
Núñez Cabeza de Vaca, con vergüenza torera, decidió acompañar a Pánfilo
de Narváez por tierra, a pesar de tener la seguridad de que estaba cometiendo
un error: "El sábado uno de mayo (año 1528), partimos con
trescientos hombres, entre los que iban el comisario fray Juan Suárez, otro
fraile que se decía fray Juan de Palos y tres clérigos, más los oficiales. Anduvimos
quince días hallando solo palmitos para comer. Llegamos a un río que lo atravesamos
con muy gran trabajo, y, pasados a la otra parte, salieron unos doscientos
indios. El gobernador trató de hablarles por señas, y ellos nos provocaron de manera que nos vimos obligados
a enfrentarnos con ellos, y prendimos a
unos seis. Nos llevaron a sus casas, donde tenían gran cantidad de maíz, y
dimos infinitas gracias a nuestro Señor por habernos socorrido en tan gran
necesidad". Como vimos en su día, Narváez, a pesar de sus grandes méritos,
cometía errores de estrategia, y el cronista insiste en ello. Cuenta ahora que
él mismo, junto al fraile comisario, el contador y el veedor, le pidieron que se desviase hacia el mar para encontrar algún
puerto, porque los indios decían que no estaba lejos. Narváez se negó, pero,
ante la insistencia de Cabeza de Vaca, le dio permiso para hacerlo con cuarenta
hombres y el capitán Alonso del Castillo. Atravesaron un río, pero no
encontraron lugar alguno que pudiera servir de puerto. Tras regresar sin
resultados, se pusieron todos en marcha en dirección hacia Apalache. El día 17
de junio les salió al paso un cacique con gente de su poblado, al que traía un
indio a cuestas. Fue hasta donde Pánfilo de Narváez y se mostró amable con él, pero, al saber que iban
camino de Apalache, les aclaró que aquellos indios eran enemigos suyos. Después
los españoles tuvieron que pasar un río, y ocurrió algo lamentable: "Uno
de a caballo, que se llamaba Juan Velázquez, natural de Cuéllar, por no
esperar, entró en el río, y la corriente lo derribó del caballo. Se asió a las
riendas, y se ahogó a sí mismo y al caballo. Los indios de aquel señor, que se llamaba Dulchanchelin, hallaron el caballo, y nos
dijeron dónde encontraríamos también a Velázquez por el río abajo; y así,
fueron algunos por él, y su muerte nos dio mucha pena, porque hasta entonces no
nos había faltado ninguno (desde que llegaron a La Florida). El caballo
sirvió de cena para muchos aquella noche. Pasados de allí, al otro día llegamos
al pueblo de aquel cacique, y allí nos regaló maíz".
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