sábado, 26 de junio de 2021

(1452) Otra tormenta, que estuvo a punto de hundirlos, los llevó directamente a la costa de La Florida. Una placa está allí dedicada a la memoria del valioso, pero desafortunado, Pánfilo de Narváez.

 

     (1042) Pánfilo de Narváez le ordenó a Vaca de Castro que fuera con dos navíos, llevando gente, al cercano puerto de Jagua (unos 60 km, y actualmente llamado Cienfuegos), para que invernaran allí, donde permanecieron hasta mediados del mes de febrero: "En este tiempo llegó allí (a Jagua) el gobernador con un bergantín que en la Trinidad compró, y traía consigo un piloto que se llamaba Meruelo (del que ya hablamos), al que había tomado porque decía que conocía el río de las Palmas (en la costa de Florida), y que era muy buen piloto de toda aquella zona. Dejaba también comprado otro navío en la costa de la Habana, en el cual quedaba por capitán Álvaro de la Cerda, con cuarenta hombres y doce de a caballo. Dos días después de llegar el gobernador, se embarcó, y la gente que llevaba eran cuatrocientos hombres y ochenta caballos en cuatro navíos y un bergantín. El nuevo piloto que habíamos tomado metió los navíos por los bajíos que dicen de Canarreo, de manera que enseguida dimos en seco, y así estuvimos quince días, tocando fondo muchas veces las quillas de los navíos, al cabo de los cuales, una tormenta del Sur metió tanta agua en los bajíos, que pudimos salir, aunque no sin mucho peligro". Continuaron los incidentes según navegaban para doblar la punta del extremo oeste de la isla: "Partimos de aquí y, llegados a Guaniguanico, nos tomó otra tormenta,  estando a punto de perdernos. En el cabo de Corrientes tuvimos otra, donde estuvimos tres días, y, pasados estos, doblamos el cabo de San Antonio (que es donde se cambia el rumbo hacia el Este), y anduvimos con tiempo contrario hasta llegar a doce leguas de la Habana". 

     Pero de  nuevo fueron juguetes de los elementos, y les resultó imposible llegar a su puerto, de manera que se vieron obligados a enfilar directamente hacia La Florida: "Cuando, llegado el día siguiente, estábamos a punto de entrar en La Habana, nos tomó un tiempo de sur que nos apartó de la tierra, y atravesamos por la costa de la Florida y llegamos a la tierra el martes, a 13 días del mes de abril, y fuimos costeando la vía de la Florida; y el Jueves Santo (15 de abril de 1528), tomamos tierra en la misma costa, en la boca de una bahía (la de Tampa, que fue la misma en la que desembarcó Hernando de Soto en mayo de 1539), al cabo de la cual vimos ciertas casas y habitaciones de indios. En este mismo día salió el contador Alonso Enríquez y fue a una isla que está en la misma bahía y llamó a los indios, los cuales vinieron y, por medio de rescate (a cambio de objetos españoles), le dieron pescado y algunos pedazos de carne. El día siguiente, que era Viernes Santo, el gobernador se desembarcó con bastante gente, y, cuando llegamos a las casas de los indios, las hallamos abandonadas, porque se habían ido en sus canoas. El gobernador Pánfilo de Narváez levantó pendones por Vuestra Majestad, tomó la posesión de la tierra en vuestro real nombre, presentó sus poderes y fue reconocido como gobernador, como Vuestra Majestad lo mandaba. Luego mandó que toda la otra gente desembarcase, así como los caballos que habían quedado, que eran unos cuarenta y dos, porque los demás habían  muerto con las grandes tormentas. Al otro día, vinieron los indios de aquel pueblo, y, aunque nos hablaron, como no teníamos intérprete, no los entendíamos, pero nos hacían muchas señas y amenazas, pareciéndonos que nos decían que nos fuésemos de la tierra, y luego nos dejaron sin que nos hiciesen ningún impedimento".

 

     (Imagen) Se diría que, para variar, esta vez tuvieron suerte, porque el viento los llevó  rápidamente desde Cuba a su destino: la costa de La Florida. Tomaron tierra a orillas de la bahía de Tampa, como lo haría once años después Hernando de Soto con sus hombres. La placa de la imagen nos indica la fecha de la llegada, y es otra muestra de que a los norteamericanos les gusta recordar los descubrimientos y las andanzas de los españoles por aquellas tierras (traduzco): "Aquí tomó tierra PÁNFILO DE NARVÁEZ el 15 de abril (era Jueves Santo) de 1528. Desde el lugar de este antiguo poblado indio se puso en marcha la primera exploración llevada a cabo por un hombre blanco del continente norteamericano". Aunque la expresión final no resulta muy acertada, es de agradecer que quede tan destacado Pánfilo de Narváez. Quien, ciertamente, a pesar de sus muchas desgracias, fue un hombre de gran valía, como todos aquellos que capitanearon expediciones tan importantes, tan heroicas y tan costosas económicamente. (En realidad, ya había estado por allí siete años antes, sin penetrar en el interior, Juan Ponce de León). Luego decidió Narváez inspeccionar aquel territorio: "El gobernador mandó que el bergantín fuese costeando La Florida, y buscase el puerto que el piloto Meruelo dijo  que conocía, pero no sabía en qué parte estábamos, ni dónde se hallaba el puerto. Se le ordenó que, si no lo encontraba, se dirigiese a La Habana, y volviese con las provisiones que Álvaro de la Cerda tenía en su navío". En otra salida que hicieron más tarde, apresaron a cuatro indios, que les llevaron a un pueblo donde había maíz. Pero encontraron algo más: "Allí hallamos muchas cajas de mercaderes de Castilla, y en cada una de ellas estaba un cuerpo de hombre muerto (sin duda, de indios), y los cuerpos cubiertos con unos cueros de venados pintados. Al  (fraile) comisario le pareció que esto era una especie de idolatría y quemó las cajas con los cuerpos. Hallamos también pedazos de lienzo y de paño, y penachos que parecían de la Nueva España (México), y también muestras de oro. Por señas preguntamos a los indios dónde habían obtenido aquellas cosas, y nos indicaron que lejos de allí había una provincia que se llamaba Apalache, en la cual había mucho oro". Era una mentira o un error, porque, como vimos, Hernando de Soto y los suyos se dieron cuenta, once años después, de que, lo que los apalaches consideraban oro, era, simplemente, cobre o latón.




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