(1042) Pánfilo de Narváez le ordenó a Vaca
de Castro que fuera con dos navíos, llevando gente, al cercano puerto de Jagua
(unos 60 km, y actualmente llamado Cienfuegos), para que invernaran allí,
donde permanecieron hasta mediados del mes de febrero: "En
este tiempo llegó allí (a Jagua) el gobernador con un bergantín que en
la Trinidad compró, y traía consigo un piloto que se llamaba Meruelo (del
que ya hablamos), al que había tomado porque decía que conocía el río de
las Palmas (en la costa de Florida), y que era muy buen piloto de toda aquella
zona. Dejaba también comprado otro navío en la costa de la Habana, en el cual
quedaba por capitán Álvaro de la Cerda, con cuarenta hombres y doce de a
caballo. Dos días después de llegar el gobernador, se embarcó, y la gente que
llevaba eran cuatrocientos hombres y ochenta caballos en cuatro navíos y un
bergantín. El nuevo piloto que habíamos tomado metió los navíos por los bajíos
que dicen de Canarreo, de manera que enseguida dimos en seco, y así estuvimos
quince días, tocando fondo muchas veces las quillas de los navíos, al cabo de
los cuales, una tormenta del Sur metió tanta agua en los bajíos, que pudimos
salir, aunque no sin mucho peligro". Continuaron los incidentes según
navegaban para doblar la punta del extremo oeste de la isla: "Partimos de
aquí y, llegados a Guaniguanico, nos tomó otra tormenta, estando a punto de perdernos. En el cabo de
Corrientes tuvimos otra, donde estuvimos tres días, y, pasados estos, doblamos
el cabo de San Antonio (que es donde se cambia el rumbo hacia el Este),
y anduvimos con tiempo contrario hasta llegar a doce leguas de la Habana".
Pero de
nuevo fueron juguetes de los elementos, y les resultó imposible llegar a
su puerto, de manera que se vieron obligados a enfilar directamente hacia La Florida:
"Cuando, llegado el día siguiente, estábamos a punto de entrar en La
Habana, nos tomó un tiempo de sur que nos apartó de la tierra, y atravesamos
por la costa de la Florida y llegamos a la tierra el martes, a 13 días del mes
de abril, y fuimos costeando la vía de la Florida; y el Jueves Santo (15 de
abril de 1528), tomamos tierra en la misma costa, en la boca de una bahía (la
de Tampa, que fue la misma en la que desembarcó Hernando de Soto en mayo de
1539), al cabo de la cual vimos ciertas casas y habitaciones de indios. En
este mismo día salió el contador Alonso Enríquez y fue a una isla que está en
la misma bahía y llamó a los indios, los cuales vinieron y, por medio de
rescate (a cambio de objetos españoles), le dieron pescado y algunos
pedazos de carne. El día siguiente, que era Viernes Santo, el gobernador se
desembarcó con bastante gente, y, cuando llegamos a las casas de los indios,
las hallamos abandonadas, porque se habían ido en sus canoas. El gobernador
Pánfilo de Narváez levantó pendones por Vuestra Majestad, tomó la posesión de
la tierra en vuestro real nombre, presentó sus poderes y fue reconocido como
gobernador, como Vuestra Majestad lo mandaba. Luego mandó que toda la otra
gente desembarcase, así como los caballos que habían quedado, que eran unos
cuarenta y dos, porque los demás habían
muerto con las grandes tormentas. Al otro día, vinieron los indios de
aquel pueblo, y, aunque nos hablaron, como no teníamos intérprete, no los
entendíamos, pero nos hacían muchas señas y amenazas, pareciéndonos que nos
decían que nos fuésemos de la tierra, y luego nos dejaron sin que nos hiciesen
ningún impedimento".
(Imagen) Se diría que, para variar, esta
vez tuvieron suerte, porque el viento los llevó rápidamente desde Cuba a su destino: la costa
de La Florida. Tomaron tierra a orillas de la bahía de Tampa, como lo haría
once años después Hernando de Soto con sus hombres. La placa de la imagen nos indica
la fecha de la llegada, y es otra muestra de que a los norteamericanos les gusta
recordar los descubrimientos y las andanzas de los españoles por aquellas
tierras (traduzco): "Aquí tomó tierra PÁNFILO DE NARVÁEZ el 15 de abril (era
Jueves Santo) de 1528. Desde el lugar de este antiguo poblado indio se puso
en marcha la primera exploración llevada a cabo por un hombre blanco del
continente norteamericano". Aunque la expresión final no resulta muy acertada,
es de agradecer que quede tan destacado Pánfilo de Narváez. Quien, ciertamente,
a pesar de sus muchas desgracias, fue un hombre de gran valía, como todos
aquellos que capitanearon expediciones tan importantes, tan heroicas y tan
costosas económicamente. (En realidad, ya había estado por allí siete años
antes, sin penetrar en el interior, Juan Ponce de León). Luego decidió Narváez
inspeccionar aquel territorio: "El gobernador mandó que el bergantín fuese
costeando La Florida, y buscase el puerto que el piloto Meruelo dijo que conocía, pero no sabía en qué parte
estábamos, ni dónde se hallaba el puerto. Se le ordenó que, si no lo encontraba,
se dirigiese a La Habana, y volviese con las provisiones que Álvaro de la Cerda
tenía en su navío". En otra salida que hicieron más tarde, apresaron a
cuatro indios, que les llevaron a un pueblo donde había maíz. Pero encontraron
algo más: "Allí hallamos muchas cajas de mercaderes de Castilla, y en cada
una de ellas estaba un cuerpo de hombre muerto (sin duda, de indios), y
los cuerpos cubiertos con unos cueros de venados pintados. Al (fraile) comisario le pareció que esto
era una especie de idolatría y quemó las cajas con los cuerpos. Hallamos
también pedazos de lienzo y de paño, y penachos que parecían de la Nueva España
(México), y también muestras de oro. Por señas preguntamos a los indios
dónde habían obtenido aquellas cosas, y nos indicaron que lejos de allí había
una provincia que se llamaba Apalache, en la cual había mucho oro". Era
una mentira o un error, porque, como vimos, Hernando de Soto y los suyos se
dieron cuenta, once años después, de que, lo que los apalaches consideraban
oro, era, simplemente, cobre o latón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario