miércoles, 16 de junio de 2021

(1448) Inca Garcilaso de la Vega hace un inteligente y sentido balance de lo que fue la grandiosa pero fracasada expedición de Hernando de Soto. Habla de la heroicidad de aquellos hombres, incluyendo a los misioneros.

 

     (1038) Como Inca Garcilaso va a terminar su brillante crónica haciendo un balance final de lo que fue aquella grandiosa pero fracasada empresa, procuraré recoger gran parte de sus palabras: "Esta tragedia, digna de ser llorada por la pérdida de tantos trabajos de la nación española sin lograr el éxito, fue el  final de la expedición de la Florida que el gobernador Hernando de Soto hizo con tanto gasto de su hacienda, y con tanto número de caballeros nobles y soldados valientes, pues para ninguna otra conquista de cuantas hasta hoy en el Nuevo Mundo se han hecho se ha juntado tan hermosa y lucida gente, ni tan bien armada y equipada, ni con tantos caballos como para esta se juntaron. Todo lo cual se consumió y perdió sin fruto alguno por dos causas: la primera, por la discordia que entre ellos nació, por la cual no poblaron al principio, y la segunda, por la temprana muerte del gobernador, que, si viviera dos años más, remediara el daño pasado con el socorro que pidiera y se le pudiera dar por el Río Grande (el  Misisipi), como él lo tenía pensado. Con lo cual pudiera ser que se hubiera dado principio a un imperio que pudiera competir hoy con la Nueva España (México) y con el Perú, porque en la grandeza de la tierra y su fertilidad no es inferior a ninguna de las otras, pues en riqueza ya vimos la cantidad increíble de perlas que en sola una provincia se hallaron. Las minas de oro y plata, pudiera ser que buscándolas se hubiesen hallado (de hecho, las había), porque ni México ni el Perú, cuando se ganaron, tenían las que hoy tienen, pues las de Potosí se descubrieron catorce años después de que empezó la conquista del Perú".

     El  cronista le manda con su texto un mensaje al emperador Felipe II: "Por lo cual, muchas veces suplicaré al rey nuestro señor y a la nación española que no permitan que tierra tan buena esté fuera de su imperio, sino que se esfuercen en conquistarla y poblarla para plantar en ella la Fe Católica, como lo han hecho los de su misma nación en los demás reinos y provincias del Nuevo Mundo que han conquistado y poblado, y para que España goce de este reino como de los demás, y para que él no quede sin la luz de la doctrina evangélica, que es lo principal que debemos desear, junto con los demás beneficios que se le pueden hacer, tanto en mejorarle su vida moral como en perfeccionarle con las artes y ciencias que hoy en España florecen, para las cuales los naturales de aquella tierra tienen mucha capacidad, pues, sin doctrina alguna, sino solo con el talento natural, han hecho y dicho cosas tan buenas como las que hemos visto y oído, y hasta me pesó que fueran tan magníficas y excelentes, que podían hacer sospechar que eran ficciones mías. Pero Dios me es testigo de que no solamente no he añadido cosa alguna a lo que se me contó, sino que confieso con vergüenza mía no haber llegado a describir las hazañas como me dijeron que ocurrieron, de que pido perdón a todo aquel reino y a los que leyesen este libro. Espero que esto baste para que se dé el crédito que se debe a quien, sin pretensión de interés ni esperanza de gratificación de reyes ni grandes señores, sino solo la de decir la verdad, tomó el trabajo de escribir esta historia vagando de tierra en tierra con falta de salud y sobra de incomodidades, solo por dar con ella relación de lo que hay descubierto en aquel gran reino, para que se aumente y extienda nuestra Santa Fe Católica y la corona de España, que son mi primera y segunda intención, pues, si llevan estas dos, tendrán seguro el favor divino los que fueren a la conquista, la cual Nuestro Señor encamine para la gloria y honra de su nombre, para que la multitud de ánimas que en aquel reino viven sin la verdad de su doctrina se reduzcan a ella y no perezcan".

 

     (Imagen) Aunque ya transcribí largo y tendido, pero de forma resumida, toda la extensa crónica que Inca Garcilaso redactó sobre las "Guerras Civiles del Perú", de hecho publicó el texto después de terminar su libro sobre el intento fallido de la conquista de La Florida, y, por eso, dice a continuación: "Pido a Dios me dé su amparo para que emplee lo que me queda de vida en terminar de escribir la historia de los incas, reyes que fueron del Perú, cuya mayor parte la tengo ya puesta en el telar. Diré de los incas lo que a mi madre, a sus parientes ancianos y a la gente común de la patria les oí. Asimismo contaré del descubrimiento y conquista del Perú lo que a mi padre y a sus contemporáneos que lo ganaron les oí, y hablaré del levantamiento general de los indios contra los españoles y de las guerras civiles que hubo entre Pizarros y Almagros, que así se nombraron aquellos +bandos, los cuales, para destrucción de todos ellos, y en castigo de sí propios, se levantaron contra sí mismos. Y, de las rebeliones que después pasaron en el Perú, diré brevemente lo que oí a los que en ellas de la una parte y de la otra se hallaron, y lo que yo vi, que, aunque muchacho, conocí a Gonzalo Pizarro y a su maestre de campo, Francisco de Carvajal, y a todos sus capitanes, y a don Sebastián de Castilla y a Francisco Hernández Girón, y tengo noticia de las cosas más notables que los virreyes, posteriormente, han hecho en el gobierno de aquel imperio". Pero, como remate a su obra, Inca Garcilaso tuvo especial interés en destinar el último apartado a otros héroes silenciosos, siempre ocupados en labores menos llamativas, aunque igualmente importantes: "Habiendo hecho larga mención de la muerte del gobernador Hernando de Soto, de otros caballeros principales y de muchos soldados nobles y valientes que en esta campaña murieron, me pareció que sería cosa indigna no hacer memoria de los sacerdotes, clérigos y religiosos que con ellos fallecieron, de los que entonces fueron a la Florida y de los que posteriormente han ido a predicar la fe de la Santa Madre Iglesia Romana. Los capitanes y soldados, así como los sacerdotes y religiosos, murieron en servicio de Cristo Nuestro Señor, pues todos tenían un mismo celo de predicar su santo evangelio, los caballeros sujetando con sus armas a los infieles para que obedeciesen la doctrina cristiana, y los sacerdotes y religiosos para forzarles con su buena vida y ejemplo a que les creyesen e imitasen en su cristiandad y religión".




No hay comentarios:

Publicar un comentario