(1037) Se nos va acabando la triste y
fracasada, pero muy meritoria, aventura de Hernando de Soto y sus hombres por
la Florida. Nunca sabremos si hubiese terminado siendo un triunfo de no haber
muerto el gran capitán. Inca Garcilaso se contradice un poco, ya que, en su
día, consideró que Hernando de Soto seguía adelante amargado tras el intento de
motín de sus hombres, y más por terquedad de su orgullo herido que por
convencimiento de lograr la conquista. Pero, al terminar su crónica, repite una
y otra vez que fue un error abandonar la campaña. Nos hablará ahora de lo que
hicieron otros dos capitanes que se ocuparon, por orden de Hernando de Soto, de
una misión marinera: "Porque, para acabar nuestra historia, que, mediante
el favor del Hacedor del Cielo, nos vemos ya al fin de ella, no nos queda por
decir más que lo que los capitanes Diego Maldonado y Gómez Arias hicieron
después de que el gobernador Hernando de Soto los envió a La Habana con orden
de lo que aquel verano y el otoño siguiente habían de hacer, lo añadiré. Estos
dos buenos caballeros, en cumplimiento de lo que se les mandó y de propia
obligación, trabajaron, para que la generosidad de sus ánimos y la lealtad que
a su capitán general tuvieron no quede en olvido, sino que se ponga en memoria,
de manera que a ellos les servirá de honra y a los venideros de ejemplo.
El capitán Diego
Maldonado fue con los dos bergantines a La Habana a visitar a doña Isabel de
Bobadilla, mujer del gobernador Hernando de Soto, y había de volver con Gómez
Arias, que poco antes realizó la misma jornada. Los dos capitanes habían de
llevar en los navíos provisiones y armas el otoño venidero, que era del año mil
quinientos cuarenta, al puerto de Achusi, que el mismo Diego Maldonado había
descubierto, adonde iría por tierra el gobernador Hernando de Soto. Lo cual no
tuvo lugar por el motín secreto que el gobernador alcanzó a saber que los suyos
tramaban, por lo cual huyó de la mar y siguió tierra adentro, lo que trajo como
consecuencia que vinieran todos a perderse". Visto así, quizá no fuera tan
contradictoria la opinión de Inca Garcilaso, ya que culpa también a Hernando de
Soto por no arriesgarse a ir a Achusi para establecer allí una población, como
tenía previsto. Pero no se puede olvidar que Hernando de Soto era un hombre muy
valiente, zurrado en mil batallas, y con un olfato de veterano capaz de intuir que llegar a Achusi sería convertir en realidad
el motín.
Además de los dos bergantines y la
carabela que tenían, Gómez Arias y Diego Maldonado compraron tres navíos,
llenaron a tope las embarcaciones con todo lo previsto y partieron hacia
su destino: "Llegaron al puerto de Achusi y, no hallando en él al
gobernador, salieron los dos capitanes en los bergantines, cada uno por un lado,
y costearon la costa a una mano y a otra, a ver si salían por alguna parte al
oriente o al poniente, y, dondequiera que llegaban, dejaban señales en los
árboles y cartas escritas metidas en huecos de ellos con la relación de lo que
habían hecho y pensaban hacer el verano siguiente. Y cuando ya el rigor del
invierno no les permitió navegar se volvieron a La Habana con noticias tristes
de no haberlas habido del gobernador".
(Imagen) Cuenta el cronista el fracaso que
tuvieron Gómez Arias y Diego Maldonado al no poder hallar con sus barcos a
Hernando de Soto, a los cuales les había encargado que le llevaran provisiones
desde Cuba. Tenían que encontrarse en el puerto de Achusi con él, pero allí no
estaba, y ellos no sabían que había cambiado de planes para evitar un motín de
sus hombres. Cuando empezó el invierno, se volvieron a la Habana: "Pero el
año siguiente, en 1541, recorrieron toda la costa, desde la Florida hasta
llegar a tierra de México y a Nombre de Dios (es decir, nada menos que hasta
Panamá, como muestra la imagen), a ver si podían tener noticias del
gobernador, pero, no habiéndolas, se volvieron en invierno a La Habana. Luego,
el verano siguiente, del año cuarenta y dos, salieron con la misma intención y,
habiendo gastado inútilmente casi siete meses, se volvieron para invernar en La
Habana. De donde salieron nuevamente el año 1543, porfiando en su empeño y
determinados a no desistir hasta morir o saber noticias del gobernador, porque
no podían creer que la tierra los hubiese consumido a todos, sino que algunos
habían de estar en alguna parte. Así anduvieron todo aquel verano, como
hicieron en los pasados, sufriendo los trabajos que se pueden imaginar.
Navegando, pues, con esta congoja y cuidado, llegaron a Veracruz mediado
octubre del mismo año 1543, donde supieron que sus compañeros habían salido de
la Florida y que eran menos de trescientos los que habían escapado, y que el
gobernador Hernando de Soto había fallecido en ella con todos los que faltaban de
los casi mil que habían entrado en aquel reino. Con estas noticias tristes y
lamentables volvieron a La Habana aquellos dos buenos y leales caballeros, y se
las dieron a doña Isabel de Bobadilla, la cual, como, a la pena y congoja que
tres años continuos había tenido de no haber sabido de su marido, se le
acrecentase nuevo dolor por su muerte, el mal fin de la conquista, la
destrucción y pérdida de su hacienda, la caída de su estado social y la ruina
de su casa, falleció poco después de saberlo". No exagera Inca Garcilaso,
pero se equivoca en cuanto a la muerte de la extraordinaria ISABEL DE
BOBADILLA: murió hacia el año 1555, tras tener que sufrir un duro pleito con
Hernán Ponce de León, antiguo socio de su marido. Ser conquistador, o mujer de
conquistador, podía llevar a la gloria y la riqueza o al mayor de los desastres.
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