lunes, 7 de junio de 2021

(1440) Aún tenían que superar los españoles dos peligros: 1.- No les quedó más remedio que enfrentarse a una última amenaza de los indios. 2.- Les faltaban 500 km de navegación por un mar difícil en sus precarias embarcaciones.

 

     (1030) Tras dar el cálculo aproximado de la distancia que recorrieron los españoles en su escapada de aquellas trágicas tierras por el Misisipi hasta su desembocadura en el Golfo de México, el cronista nos cuenta otra complicación que ocurrió después de haber permanecido tres días reparando los bergantines y descansando para recuperar fuerzas: "Vieron salir de unos juncales siete canoas que fueron hacia ellos. En la primera venía un indio grande como un filisteo y negro como un etíope, bien diferente en color y aspecto de los que habían dejado tierra adentro. Puesto en la proa de su canoa, con una voz gruesa y soberbia dijo a los castellanos: 'Ladrones, que andáis por esta ribera inquietando a los naturales de ella, partid de este lugar si no queréis que os mate a todos y queme vuestros navíos'. Pudieron entender lo que el indio dijo por los ademanes que hizo, y por muchas palabras que los indios criados de los españoles tradujeron. Y con esto que dijo, sin aguardar respuesta, se volvió a los juncales. Los españoles, habiendo considerado las palabras del indio, y viendo que de cuando en cuando asomaban canoas acechando por entre los juncos, decidieron darles a entender que no les temían, para que no se atreviesen a flecharlos y a echar fuego sobre las carabelas. Por lo cual, entraron cien hombres en cinco canoas, y, llevando por caudillos a Gonzalo Silvestre y Álvaro Nieto, fueron a buscarlos y los hallaron tras un juncal con más de sesenta canoas. Los españoles, aunque vieron tanto número de indios y canoas, no desmayaron, sino que embistieron contra ellos y, del primer encuentro, volcaron tres canoas, hirieron a muchos indios y mataron a unos doce, porque llevaban veintidós ballesteros y tres flecheros, siendo uno de ellos un indio que había sido criado del capitán Juan de Guzmán, quien, cuando entró en la Florida, lo apresó, pero se había aficionado tanto a su amo y a los españoles, que, como uno de ellos, había peleado siempre con su arco y flechas contra los de su raza. Con la maña y destreza de los tiradores, y con el esfuerzo de toda la cuadrilla, desbarataron las canoas de los enemigos y los hicieron huir. Mas los nuestros no salieron de la batalla tan libres que no quedasen heridos los más y entre ellos los dos capitanes".

     Explica Inga Garcilaso que, además de los arcos y las flechas, los indios utilizaban otra arma muy peligrosa, con cierto parecido a una ballesta, que también usaban los incas en Perú y era lo que más temían los soldados por las heridas que producía: "Un español salió herido de un arma que los castellanos llaman en Indias tiradera, la cual arma no habían visto los nuestros en todo lo que por la Florida habían andado. En el Perú la usan mucho los indios. Es un arma de una braza de largo, en las que ponen flechas con puntas de cuernas de venado y cuatro arpones, y a la que se ata una correa para que haga efecto de lanzadera. La flecha que hirió a nuestro español tenía tres arpones en lugar de uno. El arpón de en medio era una cuarta más largo que los de los lados, y le pasó en el muslo de una banda a otra, quedando los colaterales clavados, y, para sacarlos, fue menester hacer una gran carnicería en el muslo del pobre español, porque eran arpones y no puntas lisas. Y de tal manera fue la carnicería, que, antes de que le curasen, expiró, no sabiendo el triste de quién quejarse más, si del enemigo que le había herido o de los amigos que le habían apresurado la muerte".

 

     (Imagen) Llegados a las aguas del Golfo de México, va a haber un cambio de tercio en lo que se refería a los peligros. No habrá más amenazas de indios, pero el enemigo será ahora el mar: "Decidieron hacerse a la vela hacia el poniente para encontrar la costa de México, llevando siempre a mano derecha la tierra de la Florida, porque no sabían dónde estaban, ya que no tenían carta de marear ni aguja ni astrolabio. Sólo entendían que, siguiendo siempre la costa hacia el poniente, habían de llegar a las tierras de México. Al levantar las anclas, se les quebró una maroma, pues estaba hecha de remiendos. El ancla quedó perdida, porque no le habían puesto boya, y, como les era necesaria, no quisieron irse sin ella. Se echaron al agua los mejores nadadores que había, pero, por mucho que trabajaron para hallarla, no les valió su diligencia hasta las tres de la tarde, y la encontraron al cabo de nueve horas que habían estado haciendo de buzos. Navegaron durante dos días, y, en toda aquella distancia, había agua dulce del Río Grande (Misisipi), de lo que se admiraron los nuestros". Luego Inca Garcilaso, respetuoso con lo que escribió en su pequeña crónica Alonso de Carmona, recoge literalmente un párrafo suyo: "Y así fuimos navegando con la costa casi en la mano, porque los aderezos de la navegación nos los quemaron los indios o se quemaron cuando dimos fuego a la población de Mabila. El capitán Juan de Añasco, que era un hombre muy curioso, tomó el astrolabio y lo guardó, pues, como era de metal, no se dañó mucho, y, de un pergamino de cuero de venado hizo una carta de marear, y, de una regla, hizo una ballestilla, y por ella nos íbamos rigiendo. Y, conociendo los marineros y otros con ellos que no era hombre de la mar ni en su vida se embarcó salvo para esta jornada, se mofaban de él; y, sabido que se mofaban de él, lo echó a la mar, excepto el astrolabio. Y los de otro bergantín que venía atrás lo tomaron, porque la carta y la ballestilla iban atadas. Y así navegamos ocho días, hasta que por causa de un temporal nos recogimos en una caleta". No queda clara la intervención de Juan de Añasco. Es muy probable que tuviera esa reacción airada (ya vimos que era propio de su carácter), pero parece ser que, finalmente, les vino bien a todos su 'bricolaje' para poder orientarse mejor, y así se afirma en algunas fuentes, como mencioné anteriormente. En la imagen vemos la distancia desde Nueva Orleans (desembocadura del Misisipi) hasta la frontera de México (558 km en línea recta).






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