(123) -Lo de siempre, secre: al casi
noqueado le salvó la campana.
-Sin duda, sagrado presbítero, Cortés se
encontraba en una situación desesperada, por dos razones: 1.- La muy airada
reacción de joven monarca. Bernal pone estas palabras en su boca: “Yo quiero
enviar a castigar a Cortés, de quien tanto mal dicen que ha hecho, por mucho
oro que envíe, porque más riqueza es
hacer justicia que todos los tesoros que pueda enviar”. 2.- Su orden de
que fuera a Indias el almirante de Santo Domingo con soldados para que, si
hallaba culpable a Cortés, le cortase la cabeza, era prácticamente una
sentencia de muerte, porque dejaba en sus manos la decisión en un lejanísimo
México, donde, para los poderosos
enemigos del gran capitán, sería muy sencillo lograr que fuera
decapitado. Pero el astuto Cortés supo escapar del tremendo aprieto, y, aunque
ya no con tanta gloria, le quedaban aún 23 años de ajetreada vida, sin que le faltaran honores y la permanencia de
su extraordinaria fama. Esta vez quienes le salvaron el pellejo fueron sus
procuradores en la Corte y, especialmente, la intervención a su favor ante el
emperador del duque de Béjar. Más un golpe de suerte: el almirante encargado de
ir a examinar a Cortés, y cortarle la cabeza si lo viera culpable, empezó a
titubear: “Recibidas ya las provisiones reales, parece ser que el almirante no
se atrevía a venir a México porque no tenía dineros y porque le aconsejaron que
mirase la buenaventura de Cortés, que había desbaratado a Narváez y su gran
armada, y le decían que no hallaría en él ni en ninguno de sus compañeros culpa
ninguna, sino mucha lealtad”. Sin embargo se dispuso a partir. “Al saberlo los
procuradores de Cortés (entre ellos, su
padre) fueron adonde el duque de Béjar, quien hubo gran sentimiento de todo
porque ya estaba concertado casar a Cortés con su sobrina, doña Juana de Zúñiga.
Y sin más dilación fue a ver a Su
Majestad con algunos condes deudos suyos, humillándose ante él, y le dijo el
duque que le suplicaba que no diese oídos a la carta de un hombre como Rodrigo de Albornoz, que era
contrario a Cortés, hasta que hubiese otras informaciones de fe y de creer, y
que no enviase la armada”. El duque se empleó a fondo, desacreditando a
Albornoz e insistiendo en la valía de
Cortés y en sus enormes servicios prestados a la corona. ¿Y cómo reaccionó el
rey, cósmico abad?
-El joven monarca (24 años), aunque luego
resultó un extraordinario estadista, debía de acusar todavía el vaivén de las
influencias de una corte llena de lobos, engrosada por los que se trajo de
Flandes, que no eran mancos. No
obstante, esta vez su decisión fue sensata, quizá porque el duque de Béjar
fuera muy convincente: “Y viendo Su Majestad la justicia clara que Cortés y
todos nosotros teníamos, mandó proveer que le fuese a tomar residencia una
persona que fuese de calidad y ciencia y temeroso de Dios. Y mandó llamar al
licenciado Luis Ponce de León, ordenándole que fuese luego a la Nueva España y le tomase residencia a Cortés,
y que si en algo fuese culpable de lo que le acusaban, que con rigor de
justicia le castigase”. Fue una decisión salomónica: ya no era una expedición
armada la que iba a ocuparse de Cortés, sino un letrado; pero seguía en pie la
posibilidad de que resultara condenado en juicio. En cualquier caso, la
situación había mejorado considerablemente. Y mejoró aún más: “El licenciado
Ponce de León dijo que cumpliría el real mandato, y comenzó a prepararse para
el camino, pero no vino con tanta prisa, porque tardó en llegar a la Nueva
España más de dos años”. ¡Ay, Cortesito!, no sé si te merecías tanta suerte:
¡otros dos años de respiro! Terminemos diciendo que Bernal, para mostrar la
maledicencia de Albornoz, cuenta que, pasado el tiempo, trató también de
desprestigiar ante el rey al primer Virrey de México, el competente don Antonio
de Mendoza, que le paró los pies al chismoso, “y quedó muy avergonzado y
afrentado”.
(Foto.- Un flash para no liarnos con los
Ponce de León:
1.- Juan, vallisoletano; el
más importante: conquistador de Florida.
2.- Juan, hijo del anterior;
luchó al lado de Cortés con extraordinario valor, y se portó como un héroe en
la Noche Triste.
3.- Hernán, amigo de Pizarro;
recogió su cadáver decapitado.
4.- Luis, el encargado de
juzgar a Cortés. Como era de Córdoba, ponemos en su honor una foto de esa
maravillosa ciudad, de la que vemos el puente romano y la mezquita-catedral).
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