(111) –Vamos
allá, poético jubilado, con el ‘sin ventura’ Olid.
-Y veremos, por desgracia, ilustrísimo abad, cómo Cortés podía ser
implacable con otros que tenían las mismas manchas que él. Bernal anticipa el caldo de cultivo de la armada que
partió hacia Honduras bajo el mando de Cristóbal de Olid. Deja claro que
Cortés obligaba a los soldados a salir
de expedición: “No aprovechaba nada decirle: ‘Señor, déjame descansar, que harto estoy de servir’. Y Olid llevó muchos
soldados que no estaban a bien con
Cortés por los malos repartos de indios y de oro”. Iban en seis navíos y
llegaron primero a La Habana para aprovisionarse. Allí empezaron los enredos
mefistofélicos: “Cinco soldados que eran personas de calidad, pero muy
bandoleros y bulliciosos, aconsejaron al Cristóbal de Olid que, ya que iban a tierra con fama de rica, que se alzase
presto contra Cortés”. Por si fuera poco, actuaban en representación “del
gobernador Diego Velázquez, enemigo mortal de Cortés, que vino adonde estaba la
armada, y se concertó que él y Olid se quedaran con Honduras en nombre de Su
Majestad, a quien se haría sabedor de ello”. Y como Bernal conoce el triste
final, nos retrata ahora a Olid.
-Dado que era tan amante del detalle como Nabocov (vete aprendiendo,
voluntarioso escribano), lo pinta así: “Si Cristóbal de Olid fuera tan sabio y
prudente como era esforzado y valiente, a pie y a caballo, sería extremado
varón; mas no era para mandar, sino para
ser mandado. Tenía unos 36 años, natural de Baeza o Linares, de buen cuerpo, muy
membrudo y gran espalda, bien entallado, algo rubio y con buena presencia en el
rostro; y traía el belfo (labio) de abajo como hendido, a manera de grieta. Su
plática era algo gorda e imponente, de buena conversación, y tenía también la
condición de ser generoso. Al principio, cuando estaba en México, fue gran
servidor de Cortés, pero esta ambición de mandar y no ser mandado le cegó; y asimismo por causa
de los malos consejeros; además fue criado en casa de Diego Velázquez cuando
mozo, y su lengua de indios (intérprete)
en la isla de Cuba, de manera que le reconoció el pan que comió, aunque más
obligado estaba a Cortés que a Velázquez”. Qué terrible inquina la de este
gobernador, que no abandonó nunca el intento de liquidar a Cortés, aunque le
quedaba poca cuerda: murió el año siguiente. Observen vuesas mersedes que Olid acaba de hacerle a Cortés lo que
este le hizo a Velázquez. Continúa
Bernal: “Hecho este concierto con Velázquez, llegó Cristóbal de Olid a una
bahía, fundó una población y la llamó Triunfo de la Cruz, nombrando como
alcalde y regidores a los que Cortés le había mandado, y tomó posesión en
nombre de Su Majestad y de Hernán Cortés. Y todo esto lo hacía para que los
amigos de Cortés no entendiesen que iba alzado”. Olid planeaba un doble juego:
“Si había buenas minas y tierra muy poblada, alzarse con ella; de no ser así,
volverse a México, a su mujer y repartimientos de indios, y disculparse con
Cortés diciéndole que el trato que había hecho con Velázquez era solo para que
le diese bastimentos y soldados”. La lejanía del destino le permitió a Olid
mantenerse a salvo de las garras de Cortés, que tardó más de ocho meses en
enterarse de que era un hombre engañado. Pero la reacción fue instantánea:
“Como Cortés era muy animoso y no se dejaba burlar en tales casos, acordó
enviar a Francisco de las Casas, persona de la que se podía fiar y era su pariente,
contra el Cristóbal de Olid, con cinco navíos y 100 soldados. Llegaron a la
bahía de Triunfo de la Cruz con banderas de paz, pero Olid no las tuvo por
ciertas, y preparó dos carabelas para no
dejarles saltar a tierra”. La situación va a resultar de lo más
complicada. No se impacienten sus
señorías, que mañana se lo contamos todo.
(Foto: Los datos de Bernal siempre responden a la realidad. Todavía
existe en Honduras la población Triunfo de la Cruz, fundada por Olid el 3 de
mayo de 1524, día de esa conmemoración religiosa, “a unas 15 leguas (unos 85 km) de Puerto Caballos (ahora, Puerto Cortés)”. No va a tener
nada fácil Francisco de las Casas el trabajito que le encargó Cortés, porque Cristóbal
de Olid era uno de los militares más notables y eficaces de las durísimas
campañas de la Nueva España).
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