(110) -Qué
variados destinos, socio, los de los capitanes de Cortés.
-Hubo de todo, santo clérigo. Conquistado México, se nos cambian los
decorados, y los actores interpretarán también papeles diferentes, pero casi
siempre muy dramáticos. Seguiremos viendo la valía de Sandoval, pero así mismo
su sencilla muerte, de pura enfermedad como cualquier labriego, al llegar a
España en un viaje que hizo con Cortés; fue en 1528 y solo tenía 31 años. Alvarado
y Olid morirán ejerciendo los dos como militares, pero de qué forma tan
distinta el uno del otro. Asistamos a lo que sería el inicio del gran
protagonismo histórico que iba a alcanzar Pedro de Alvarado (Tonatio, “rubio
como el sol”). Escuchemos a Bernal: “Como Cortés tuvo siempre los pensamientos
muy altos, quiso en todo remedar a Alejandro Magno; después que hubo poblado (de españoles) la gran ciudad de México,
tuvo noticia de que en la provincia de Guatemala había recios pueblos e minas,
y acordó enviar a conquistarla y poblarla a Pedro de Alvarado”. Partió para
allá el 13 de noviembre de 1523. Llevaba unos 450 soldados, más los consabidos
indios, no demasiados, pero de todos los pueblos que ya eran amigos:
tlaxcaltecas, cholultecas y mexicanos. No era un viaje de placer, así que por
el camino las escaramuzas fueron constantes, aunque con buen balance, “por
manera que de aquellas victorias ya temían aquellos pueblos mucho al Alvarado,
y los indios concertaron en aquella comarca de Utlatan demandarle paces”. Era
una trampa, y Alvarado, que lo supo a tiempo, les siguió la corriente: “No
pudiendo ya disimular más la traición que tenían urdida, mandó prender al
cacique principal y, por justicia, le mandó quemar, y dio el señorío a su hijo”. Una vez más en las
ajetreadas andaduras de los españoles, a Alvarado le cayó como una bendición la
enemistad entre indios: “En el gran pueblo de Guatemala se supo que Pedro de
Alvarado había salido vencedor en todas las batallas, y como los de Utlatan
eran enemigos suyos, acordaron enviar mensajeros con presentes de oro y darse
por vasallos de Su Majestad, y Pedro de Alvarado les recibió de buena
voluntad”. Va a pasar luego algo que le irá dando fama a Alvarado, a pesar de
su encanto personal, de excesivamente duro y con pocos escrúpulos en el
sometimiento de los indios. En Guatemala fue bien recibido, y el vasallaje
pacífico. Matiza el tema, reverendo.
-Lo que ocurrió es que los indios amigos incitaron a los españoles para
que machacaran a sus enemigos, con razón o sin ella: “Muchos de los pueblos que
se habían hecho vasallos de Su Majestad se quejaron de que los de Izquintepeque eran malos y les
saqueaban. Y dieron otras muchas quejas, e no fueron verdaderas. Y el Pedro de
Alvarado fue contra ellos para robarles muy hermosas indias, e sin llamarles
antes de paz, haciendo mucho daño y presa. Y valiera más que así no lo hiciera,
sino conforme a justicia, que fue muy mal hecho e no como lo que mandaba Su
Majestad”. Lo que demuestra que, en medio de toda aquella brutalidad, había
unas reglas de conducta para ponerle cierto límite, y en la conciencia de
Bernal estaban muy claras. Veremos cómo Pedro de Alvarado fue liderando
empresas de gran envergadura, llegando a ser el gobernador de Guatemala. La
otra cara de la moneda será Cristóbal de Olid: un empeño parecido, traerá como
consecuencia que Cortés ordene su ejecución. Vayamos tirando del hilo: “Como
Cortés tuvo noticias de que había ricas tierras y buenas minas en lo de
Higueras y Honduras, envió allá con una armada al capitán Cristóbal de Olid,
creyendo que le sería fiel y haría lo que le encomendase. También quería Su
Majestad que se buscase el estrecho o pasaje para la Especiería”. Dejemos la
historia de momento en este punto. Como muy bien saben vuesas mersedes, tal
paso dejó de ser un sueño solamente cuando
el franchute Lesseps, a finales del siglo XIX, hizo la machada de iniciar, con
espantosa quiebra financiera de por medio, el proyecto del canal de Panamá; así
que, como no existía ningún enlace marítimo hacia el Pacífico, se esfumó la prematura
esperanza de Carlos V, y fue necesario conformarse con la ruta que ya había
descubierto Magallanes casi por el fin del mundo.
(Foto: Mapa de México y Centroamérica. Derrumbado el imperio azteca,
había que disfrutar de sus viejos dominios, e incluso más allá. Sandoval
sometió al cacique de Colima (al norte de Acapulco). Cortés mandó a Alvarado y
a Olid, respectivamente, a las zonas de Guatemala y Honduras (a 2.000 km desde
Tenochtitlán). Lo que Bernal llama las Higueras, que pronto se conoció como las
Hibueras, viene a ser lo mismo que Honduras. En el gráfico se ve bien lo
descaminada que era la idea de encontrar un paso marítimo al Pacífico por esas
tierras. Tenían que andar también con cuidado con el vecino de abajo, el
temible Pedrarias Dávila, que dominaba Panamá y pretendía Nicaragua).
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