(121) –Dilo,
dilo, notario real: hubo clérigos ejemplares en Indias.
-Nobleza obliga, reverendo: algunos brillaron como arcángeles entre
tanta brutalidad. Bernal, que siempre se mostró piadoso, humana y
religiosamente, habla emocionado de la llegada de los primeros franciscanos:
“Habíamos escrito a Su Majestad suplicándole que nos enviase religiosos
franciscos de mucho mejor vida que
nosotros éramos, para que nuestra fe fuese siempre ensalzada y los
naturales de esta tierra entendiesen que las predicaciones que les decíamos eran
verdaderas. Y entonces vinieron doce, y con ellos fray Toribio Motolinía (su apellido real era Benavente); le pusieron este nombre los
caciques, que quiere decir ‘pobre’, porque cuanto le daban de limosna lo daba a
los indios, quedándose algunas veces sin comer, y traía una hábitos muy rotos y
andaba descalzo, y los indios le querían mucho porque era una santa persona”.
Se te cae la baba, santo padre: ¿Qué te pasa?
-Me desborda la emoción, discípulo amado, pensando en aquellos que, con
santo amor, honraron nuestros hábitos aunque los llevaran deshilachados. Ya
hablamos de Motolinía, y tú le diste un sitio de honor en la sin par biografía
que me has escrito. Recordemos solamente, como prueba de que cada maestrillo
tiene su librillo, que tanto él como Bartolomé de las Casas defendieron
apasionadamente a los indios, pero según su carácter. Llegó a cabrearse tanto
(excuse me) Motolinía con el vehemente Bartolomé, que le escribió a Carlos V
quejándose de las exageraciones de sus críticas contra ‘todos’ los españoles,
hasta el punto de decirle que ‘no sabía cómo podía Su Majestad aguantar a un
hombre tan pesado’. Pero el caso es que, ambos dos, fueron una bendición para
los indígenas. Por su parte, el contradictorio Cortés, que era un maquiavélico
depredador y al mismo tiempo un hombre de verdadera fe cristiana, trató con la
máxima reverencia a los franciscanos cuando llegaron a México: “Cuando nos encontramos con los reverendos
religiosos, el primero que se arrodilló
delante de fray Martín de Valencia (el
superior) y le fue a besar la manos fue Cortés, y no se lo consintió. Y le besó los hábitos, y
así hicimos la mayoría de los capitanes y soldados que allí estábamos, y el
Cuauhtémoc y los señores de México”. Respeto sincero de Cortés, pero
sobreactuado y con doble intención: los indios observaban. Hizo mella entre los
nativos y fue muy didáctica la escenificación de Cortés. “Y desde que el
Cuauhtémoc y los demás caciques vieron a Cortés de rodillas besándole las
manos, asombráronse en gran manera; y como vieron a los frailes descalzos y
flacos y con los hábitos rotos, y que no
llevaban caballos, sino ir a pie y muy amarillos, y a Cortés, que le tenían por
ídolo o como sus dioses, así arrodillado delante de ellos, desde entonces
tomaron ejemplo todos los indios, y así, cuando ahora vienen los religiosos,
les hacen los mismos recibimientos y acatos. Y más digo: cuando Cortés hablaba
con aquellos religiosos, siempre tenía la gorra quitada y en todo les tenía
mucho acato (queda claro que no fue puro teatro su actitud en presencia de
los indios). Y ciertamente estos buenos religiosos franciscos hicieron
mucho fruto en toda la Nueva España.
Unos tres años después vinieron 12 frailes dominicos, siendo prior fray Tomás
Ortiz, vizcaíno, e quiso Dios que pronto les dio mal de modorra, de lo que casi todos murieron. E después han venido
otros muchos religiosos de santa vida de la misma orden, y han industriado muy
bien en nuestra santa fe a los naturales de esta provincia de Guatemala (donde vivía Bernal cuando escribió su libro
de las maravillas)”. No menciona al dominico Bartolomé de las Casas, a
quien conocía muy bien, y al que sin duda tuvo que admirar, pero seguro que no
le caía bien su extremismo; así que, mejor callarse.
(Las dos fotos repiten una misma escena, pero lo bonito es que ha
servido para que quede memoria en los dos mundos de los primeros 12 franciscanos que se presentaron
en México. Los azulejos están en el convento de Belvís de Monroy, provincia de Cáceres (Hernán se
apellidaba Cortés Monroy). De ahí partieron los santos frailes; el tercero a la
izquierda figura con su sobrenombre náhuatl: Motolinía. La pintura sobre
cerámica fue copiada del fresco en blanco y negro que está en Huajotzingo,
cerca de Puebla, en lo que fue el convento que los frailes fundaron apenas
llegados, en 1524).
No hay comentarios:
Publicar un comentario