(116) –Es dura
la naturaleza, secre: el macho alfa tiene mal futuro.
-Hasta el monarca más poderoso, docto clérigo, es una simple pieza de
recambio. Cortés fue un grandísimo líder que sirvió para derribar el imperio de
Tenochtitlán; fue su cénit, y le vamos a ver caminando hacia el ocaso, aunque poco
a poco. Tuvo que aguantar las tarascadas de los que aspiraban a ocupar su
puesto, y la actitud de un rey que deseaba recortarle las alas porque temía que
volara demasiado alto: el gran error de Hernán en la Corte fue llegar con
excesivo relumbrón y maneras aristocráticas, algo que los nobles de cuna no
podían digerir. Lo malo es que, antes de que eso ocurriera, ya habían ido otros
deseosos de hacerle el mayor daño posible, y su primer paso fue buscar el apoyo
de Fonseca. Cálmate, Sancho.
-Es agua pasada, jovencito, y hasta a él le dan risa estas historias
ahora en Quántix. Leamos a Bernal: “Llegaron a Castilla Pánfilo de Narváez (el derrotado por Cortés) y Cristóbal de
Tapia, el que había enviado el obispo Fonseca a quitarle a Cortés la
gobernación de Nueva España (y salió
trasquilado), y fueron a pedirle a dicho obispo favor para irse a quejar de
Cortés ante Su Majestad, y como no deseaba otra cosa sino que hubiese quejas de
Cortés, les dio tales promesas, que fueron con procuradores delante de nuestro
señor y se quejaron reciamente de Cortés. Y le pusieron tantas acusaciones, que
Su Majestad estaba enojado de oír tantas injusticias como de él decían,
creyendo que eran verdad”. Consiguieron, pues,
dejarle tocado a Cortés en su honra ante el rey, y rápidamente ordenó
que se reunieran campanudos miembros de su Consejo. “Y desde que se juntaron,
les mandó que mirasen los debates que había entre Cortés, Diego Velázquez y
aquellos querellosos, y que en todo ello hiciesen justicia”. Se iniciaron las
declaraciones con procuradores de ambas partes. Los enemigos de Cortés
expusieron todo un catálogo de acusaciones contra él convirtiéndolo en un
temible sospechoso, lo que, naturalmente, sus defensores negaron abiertamente,
argumentando que eran radicalmente falsas o estaban basadas en meros indicios.
En realidad, esa sería la situación habitual en el plano judicial. Fue la misma
basura que siempre le echarían machaconamente encima en juicios posteriores.
Tanta saña iba a perjudicarle a Cortés, pero nunca fue condenado, aunque yo,
hijos míos, a nivel personal, vigilaría
mi cartera estando a su lado. Veamos la metralla utilizada. Por
supuesto, las quejas ante el rey comenzaron con la rebelión de Cortés contra
las órdenes del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, y los sucesivos ninguneos
a sus enviados, Narváez y Tapia (quienes, además, llegaron a México apoyados
por el representante del monarca, el obispo Fonseca), con especial gravedad en
el caso de Narváez porque lo sometió
militarmente, el cual, aunque había reaccionado con nobleza en la
derrota, ahora iba a revolverse rabiosamente. No se dejaron en el tintero
ninguno de los delitos dudosos o flagrantes de Cortés que nos ha venido
contando Bernal, siendo los principales: quedarse con un quinto de los beneficios
de la conquista, como si fuera el rey; causar la muerte de Francisco de Garay
“dándole ponzoña en un almuerzo”; ser el autor de la muerte de su esposa,
Catalina Suárez Marcaida; y también mandar “quemar los pies a Cuauhtémoc y a
otros caciques para que diesen el oro, así como cortarle los pies al piloto
Umbría sin causa ninguna y ahorcar a dos hombres que se querían volver a Cuba”.
Los representantes de Cortés, entre los que estaba su padre Martín, lo
defendieron bien, con argumentos idénticos a los que utilizó Bernal cuando
trataba de estos asuntos, lo que pone de relieve que los consideraba válidos,
aunque en algunos casos concretos
mostrara su disgusto o su disconformidad, como en lo que se refiere al
quinto que se ‘beneficiaba’ y a la tortura de Cuauhtémoc. Hay un aspecto
muy significativo para eliminar
cualquier responsabilidad de Cortés en el debatido tema de la muerte de Moctezuma: ninguno de sus rabiosos enemigos
le hace responsable, y no por falta de ganas. Seguiremos con la sentencia que
se dictó.
(Foto: El gobernador de Cuba, Diego Velázquez, tuvo como secretario a
Cortés, peligroso corredor de fondo que se ganó su total confianza: tanto que
en 1515 le nombró nada menos que alcalde de la entonces capital de la isla,
Santiago. El cuadro representa el
momento en que el brillante
discípulo de Maquiavelo está jurando sobre la Sagrada Biblia la fidelidad al
cargo, al gobernador Velázquez y a Su Majestad, entonces, como regente,
Fernando el Católico. Con la habilidad, la valentía y el cinismo necesarios, lo
violó todo y consiguió la gloria).
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