(113) –Ahora le
toca a Bernal, querido colega, ser protagonista.
-Va a estar enredado, consagrado abad, en una expedición menor que las
de Alvarado y Olid, pero ningún otro cronista la recoge con tanto detalle, y
procura adornarse toreramente, para ver si el rey se da cuenta de que los
simples soldados no fueron suficientemente recompensados. Bernal y otros veteranos de la conquista se habían
asentado en Coatzacoalcos, como centro encomendero de indios de una extensísima
zona que abarcaba las provincias de Tabasco y Chiapas. Nunca vivió en México, aunque lo visitara, y
terminó por establecerse definitivamente en Guatemala. Veremos que también
participaría pronto en una insensata campaña de Cortés por Honduras, pero ahora
había un problema urgente: “Como los que nos quedamos en Coatzacoalcos siempre
andábamos pacificando a los indios que se
nos alzaban, mandó Cortés al capitán Luis Marín (hombre importante, pero menos conocido que los constantemente citados)
que fuese a pacificar la provincia de Chiapas, e me mandó con él”. Lo que
ocurría era que los indios habían quedado aparentemente sometidos, pero “muchas
de las provincias de la Nueva España se
alzaban cuando se les pedía tributos y aun mataban a los encomenderos”. Marín
le mandó a Bernal y a otros tres soldados “que fuésemos al pueblo de Zimatán
para traerlos de paz; estando a dos leguas, les mandamos mensajeros, y la
respuesta que dieron fue salir contra nosotros tres escuadrones que, con la
primera refriega de flecha, mataron a dos de
nosotros, e a mí me dieron un flechazo en la garganta, estando mi vida
en harto peligro con la mucha sangre que salía. Mi otro compañero, Francisco
Martín, vizcaíno, aunque siempre nos enfrentábamos juntos a los contrarios,
tomó calzas de Villadiego (así se decía
entonces) y se fue a unas canoas. Y como yo quedaba solo e malherido, tomé
tal esfuerzo que rompí por los indios y a estocadas salí de entre ellos y
llegué a las canoas (donde estaban el
vizcaíno y 4 indios amigos que también se habían esfumado). Pasamos el río
y, para que no nos siguiesen los zimatecas, estuvimos ocho días por los
montes”. En Coatzacoalcos les dieron por muertos, y, según costumbre, “Luis
Marín repartió sus indios entre otros conquistadores, y vendió nuestras
haciendas. Al cabo de 20 días llegamos a la villa, de lo que se holgaron
algunos de nuestros amigos, mas a quienes habían dado los indios les pesó”. La
realidad es cosa dura. Prosiga su reverencia.
- Cortés mandó orden de que se fuera a pacificar la provincia de Chiapas
y se fundara una población. Dice Bernal que “los chiapanecas eran los mayores
guerreros que yo había visto en toda la Nueva España, y lo digo porque jamás
México los pudo señorear, y daban guerra a sus comarcanos, robándoles y tomando
esclavos, y con los que mataban hacían sacrificios y hartazgos”. Partieron
hacia allá unos 116 soldados, 80 indios mexicanos, y algunos de Cachula “que
iban temblando de miedo”. Bernal había
prosperado: tenía un caballo. Por el camino, se les echó encima de repente una
avalancha de chiapanecas, a los que pudieron frenar tras larga batalla.
Balance: “mataron a dos soldados y cuatro caballos, hiriendo a unos quince y
a muchos de nuestros amigos (quedó bastante averiado el capitán Luis Marín)”. En la siguiente
batalla, “traían en medio de los escuadrones una india algo vieja y muy gorda,
que la tenían por diosa y adivina, y sin miedo ninguno se metió entre nuestros amigos los indios, que iban muy
agrupados, y pronto fue despedazada la maldita diosa”. De nuevo consiguieron
hacerles huir, con un premio añadido: los sometidos por los chiapanecas
comenzaban a liberarse y peleaban contra ellos ayudando a los españoles.
Consiguieron derrotarlos pronto y que dieran obediencia a Su Majestad; también
lo hicieron todos los pueblos comarcanos “porque estaban asombrados de que
siendo tan pocos, habíamos podido vencer a los chiapanecas”. Algunos de los que
tenían esclavizados “salieron del poder de ellos con sus haciendas, mujeres e
hijos, y se fueron a poblar a diez leguas de Chiapas, donde está ahora
Xaltrepeque”.
(Foto: La peripecias que cuenta ahora Bernal las está pasando en el
camino que va de Coatzacoalcos, donde él vivía asentado como encomendero de
indios, hacia Tuxtla, al sur, territorio de la provincia de Chiapas. Digamos
ya que, pasado un tiempo, Carlos V no quiso que Cortés tuviera la máxima
autoridad en México, y le compensó con
el título de Marqués del Valle de Oaxaca, que figura en el mapa al oeste de
Tuxtla).
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