miércoles, 26 de abril de 2023

(2015) Narváez, vencido y tuerto, asumió deportivamente la derrota. Hubo varios muertos por ambas partes. Cortés, amigo de calmar el ambiente, obligó a sus hombres a que devolvieran lo que se habían apropiado de los vencidos.

 

     (68) –Es una delicia viajar juntos, socio, con Cortés y Bernal.

     -Nos lo estamos pasando de miedo, reverendo: es una borrachera deliciosa tocar con la mano la epopeya que vivieron. Me falta poco para terminar de releer las 700 páginas  del asombroso libro de Bernal (que dejaremos en unas 170 sesiones), y el festín sigue igual de sabroso hasta el postre. ¿Qué pasó tras la derrota de Narváez?

     -La verdad es que, competentísimo cronista, Narváez, a pesar de ser algo fantasma y hablar “como de bóveda (Bernal dixit)”, llega a inspirar ternura tras la derrota: “Como estaba muy mal herido y con el ojo quebrado, demandó licencia a Sandoval para que su cirujano le curase, y se la dio. Al saber que estaba allí Cortés, dijo: ‘Señor capitán Cortés, tened en  mucho esta victoria que de mí habéis habido’. Y le contestó (no muy generosamente) que desbaratarle había sido una de las menores cosas que había hecho en la Nueva España. Luego vinieron muchos caballeros de los de Narváez a besar las manos a Cortés. Y era cosa de ver la  gracia con que les hablaba y abrazaba, e qué alegre estaba sentado en una silla de caderas, y tenía mucha razón de verse en aquel punto tan señor y pujante”. Pero Bernal no se olvida de la parte trágica. Recógelo.

     -Con tu venia, reverendísimo: “Digamos agora de los muertos y heridos que hubo. Murieron de los de Narváez el alférez Fuentes, el capitán Rojas, así como otros dos más; murió Alonso García el Carretera, uno de los tres soldados nuestros que se habían pasado a su bando; y heridos de los de Narváez hubo muchos. Y también murieron cuatro de los nuestros, e hubo más heridos, y el cacique gordo también salió herido, porque se refugió en el aposento de Narváez y allí le hirieron, y luego Cortés le mandó curar muy bien y le puso en su casa, y mandó que no se le hiciese enojo”. Conseguida la victoria, Cortés derrochó espíritu organizador; de momento apresó a Narváez y a sus capitanes, se quitaron las armas a todos sus soldados, controló sus 18 navíos, y como  sus tropas se habían reforzado con el gran número de los derrotados, preparó de inmediato expediciones para poblar dos zonas, la de Pánuco y la de Coatzacoalcos. Para utilizarlos como mandos, liberó a los capitanes de Narváez. Y lo que cuenta Bernal resulta cómico y de una sinceridad entrañable. Hizo algo normal en la guerra, pero él y sus compañeros actuaron como raterillos. Prosiga su reverencia.

     -Gracias, hijo mío. Cortés ordenó a los suyos que le devolvieran a los capitanes de Narváez todas las armas  que les habían ‘rapiñado’: “Y los soldados le dijimos claramente que no se las queríamos dar, porque ellos quisieron prendernos y tomar lo que teníamos. Y Cortés porfiaba, e como era capitán general hubo que hacer lo que mandó. E yo les devolví un caballo que tenía ya escondido, ensillado y enfrenado, y dos espadas, tres puñales y una adarga. Y como Alonso de Ávila era capitán y persona que osaba decir a Cortés cosas que convenían, le dijo que parecía remedar a Alejandro de Macedonia, que más procuraba hacer mercedes a los que vencía que a sus propios soldados, porque además había dado joyas y bastimentos a los de Narváez, y nos olvidaba a nosotros como si no nos conociera. Cortés le contestó que todo cuanto tenía sería para nosotros, pero que al presente tenía que dar las dádivas a los de Narváez porque eran muchos y se podían levantar. Alonso de Ávila le respondió con palabras algo soberbias, de tal manera que Cortés le dijo que si alguien no le quería seguir, las mujeres seguían pariendo soldados en Castilla”. ¿Se callaría el Ávila?: ni de coña, y lo que dijo fue casi un desafío: “Y el Alonso de Ávila, con palabras muy soberbias e sin acato le contestó que así era en verdad, que parían soldados y capitanes y gobernadores”. Cortés se calló, y optó después por ganárselo con dádivas y por mandarle a asuntos de importancia para tenerle alejado.

     (Foto: En los dibujos del Lienzo de Tlaxcala, de mediados del siglo XVI, también se recoge -de manera secuencial- la escena del prendimiento de Narváez; arriba se ve el ataque que sufrió en la cima de un adoratorio, y debajo lo que vino después, cuando Gonzalo de Sandoval lo encadenó. Hay un detalle erróneo: todo el trabajo lo hicieron solitos los 276 soldados de Cortés, porque los indios de Tlaxcala no participaron en la batalla; tuvieron miedo: los de Narváez eran 1.300, y, además, españoles).






No hay comentarios:

Publicar un comentario