miércoles, 5 de abril de 2023

(1997) Bernal cuenta los horrores que vieron en el interior del templo mayor de los aztecas. Que Cortés se escandalizara provocó un sacrificio de reparación. Los españoles descubrieron que, tras una pared, Moctezuma guardaba el tesoro de su padre.

 


     (50) –Y va Cortés, querido biógrafo mío, y solicita ver el horror.

     -México no solo era bucólico y pintoresco, sabio ectoplasma. “Por medio de doña Marina, le dijo a Moctezuma: ‘Os pido por merced que nos mostréis vuestros dioses y teúles. Y Moctezuma después de hablarlo con sus papas, nos dijo que entráramos en una torrecilla donde estaba su dios de la guerra, Huichilobos, de rostro muy ancho e ojos disformes y espantables. Y estaban allí unos braseros con copal, que es su incienso, y tres corazones de indios que aquel día habían sacrificado y se quemaban; y todas las paredes y el suelo tan bañados y negros de sangre y de costras que hedía muy malamente, peor que los mataderos de Castilla”. Describe otros ídolos, igualmente con corazones de sacrificados, “y todo estaba lleno de sangre, y  no veíamos la hora de salirnos afuera y quitarnos de tan mal hedor y peor vista; y tenían un tambor grande en demasía, con un sonido tan triste que parecía instrumento de los infiernos”. (Llegará el día en que Bernal oirá “aquellos malditos tambores” mientras sacrificaban a sus compañeros). “Y Cortés, medio riendo, le dijo a Moctezuma: ‘No sé yo cómo un gran señor y sabio  varón como vuestra merced es no haya colegido que estos vuestros ídolos no son dioses, sino cosas malas que se llaman diablos. Y el Moctezuma respondió medio enojado: ‘Señor, Malinche, si tal deshonor como has dicho creyera que habrías de decir, no te mostrara mis dioses. Nosotros los tenemos por buenos, y nos dan salud y victorias, e tenémoslos que adorar e sacrificar”. Total que Cortés solo consiguió que hubiera otra víctima, porque Moctezuma dijo que “antes de marcharse tenía que rezar e hacer un sacrificio para reparar el gran pecado que había hecho al dejarnos ver a sus dioses y ser causa del deshonor que les hicimos”. Luego Bernal va dando datos de todo el entorno sagrado, con otros  adoratorios, a cuyos altares llama “sacrificaderos”, y uno de ellos “con  muchas ollas grandes donde cocinaban la carne de los tristes indios que sacrificaban, y se la comían los papas. Y asimismo, detrás de  aquella maldita casa había tzompantlis de calaveras e zancarrones. Subrayaban (y dulcificaban) la religiosidad del recinto “otros grandes aposentos a manera de monasterio donde se recogían muchas hijas de mexicanos como monjas hasta que se casaban”. Tras la ‘idílica’ excursión, dear daddy, ¿qué hicieron?

     -Como Cortés tuvo que desistir de colocar un altar y una cruz en las mismísimas entrañas del tenebroso Templo Mayor, decidió pedirle permiso a Moctezuma para hacer la instalación en los aposentos de los españoles. Mandó con el recado a doña Marina, a Aguilar y (atención) a su paje Orteguita, curiosísimo mancebo que aprendió pronto el náhuatl, fue muy apreciado por Moctezuma y presenció hechos históricos de gran calado. Obtenida la licencia, lo prepararon en dos días, “y allí se decía misa a diario hasta que se acabó el vino; pero seguimos rezando por costumbre de buenos cristianos, y para que los mexicanos lo viesen y se inclinasen a ello; y uno de nuestros carpinteros, Alonso Yáñez, vio en la pared señal de que había habido una puerta que estaba anulada, y sospechose que detrás estaría el tesoro de Axayaca, el padre de Moctezuma, porque teníamos noticia de ello. Y secretamente abrimos la puerta y vimos tal número de joyas de oro, piedras preciosas y otras riquezas, que quedamos perturbados. E acordamos que no se tocase cosa ninguna, sino que la puerta se volviera a cerrar y encalar como estaba antes”. Increíble la suerte de los españoles y garrafal el descuido de Moctezuma.

     (Foto 1ª: Reproducción de la inmensa explanada de Tenoctitlán-México, en la que se encontraba el Templo Mayor con sus numerosas dependencias, entre ellas otros adoratorios; hermosísimo conjunto arquitectónico destinado a los ritos más crueles que han podido surgir de las necesidades religiosas del ser humano. Foto 2ª: Montaje fotográfico de gran eficacia para poder comprender el gigantesco volumen que tenía el Templo Mayor, y su emplazamiento exacto. Sirva de comparación el enorme edificio de la catedral de México, con la grandísima plaza del Zócalo enfrente, que tiene a su izquierda la interminable fachada del Palacio Nacional. Ciertamente, algo faraónico).






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