-Y qué remedio, santo abad: “Teníamos muy bien platicado el orden que en
todo habíamos de guardar, y estábamos muy apercibidos”. Bernal nos señala la
fecha porque es muy consciente de que está hablando de unos hechos trascendentales:
“Y fue nuestra venturosa y atrevida entrada en la gran ciudad de
Tenoctitlán-México a ocho días del mes de noviembre de 1519 años. Gracias a
Nuestro Señor Jesucristo por todo”. Después de comer, volvió Moctezuma para
tener una conversación más extensa, aunque los contenidos fueran parecidos,
salvo su creencia en que “verdaderamente debe ser cierto que éramos los que
nuestros antecesores de mucho tiempo pasado habían dicho que vendrían de donde
sale el sol a señorear estas tierras (sus
actitudes siempre serán desconcertantes). Cortés le respondió con las
lenguas que consigo siempre estaban, en
especial doña Marina, que no sabía con qué pagar sus mercedes”. Y le hizo el
habitual resumen de la estructura político-religiosa que debía dominar el mundo.
“Hubo otras amables pláticas, pero por ser esta la primera vez que nos venía a
visitar Moctezuma, e por no serle pesado, cesaron los razonamientos. Y se
despidió con gran cortesía de nuestro capitán y de todos nosotros, y salimos
con él hasta la calle”. Bernal siempre hablará de Moctezuma con respeto, e
incluso con afecto. El día siguiente Cortés le devolvió la visita. Prosiga
vuestra reverencia de la manita de Bernal contándonos detalles de lo que fue
ocurriendo a partir del big bang.
-Se presentó Cortés, querido secre,
con varios soldados y sus oficiales más importantes (la jerarquía se iba
consolidando): “Llevó consigo cuatro capitanes, Pedro de Alvarado, Juan
Velázquez de León, Diego de Ordaz (recuérdese
que estos dos ‘conversos’ habían sido del bando del gobernador de Cuba) y
Gonzalo de Sandoval (el más joven y el preferido de Bernal)”. El gran capitán habló de
lo de siempre, pero machacando a fondo (aunque en frío), “e porque pareció que
Moctezuma quería responder, cesó Cortés la plática e nos dijo a nosotros: ‘Con
esto cumplimos, que es el primer toque’. Y Moctezuma dijo: ‘Señor Malinche: ya
conozco todas las cosas que habéis venido predicando en los pueblos. No os
hemos respondido porque desde siempre adoramos a nuestros dioses y los tenemos
por buenos. También lo deben de ser los vuestros, pero no curéis más de nos
hablar de ellos”. Y luego se despidieron de él. Los españoles sintieron
espontáneamente la necesidad de tratarle a Moctezuma con respeto: “Platicábamos
de las buenas maneras y crianza que
tenía e que le deberíamos tener mucho acato, e nos quitábamos las gorras acolchadas
(no usaban casco) cuando delante de
él pasábamos”. Y el ‘retratista’ Bernal nos lo describe: “Era el gran Moctezuma
de unos 40 años (tenía bastantes más),
de buena estatura, bien proporcionado e cenceño (delgado), y el rostro era largo e alegre, e los ojos de buena
manera. E mostraba en el mirar, por una lado amor, e cuando era menester,
gravedad. Era muy pulido e limpio; bañábase cada día una vez a la tarde. Tenía
muchas mujeres por amigas (amantes),
aunque tenía dos grandes cacicas por legítimas mujeres, que cuando usaba con
ellas era muy secretamente. Era muy limpio de sodomías. Y sé que ciertamente,
desde que nuestro capitán le reprendía el sacrificio y comer carne humana, mandó
que no le guisaran tal manjar”. Curiosamente, tenía también bufones, como en
las cortes europeas: “unos, indios corcovados muy feos, que entre ellos eran
chocarreros (groseros), y otros que
debían de ser truhanes y le decían gracias, e otros que le cantaban e
bailaban”. Tenía un maravilloso zoo, con un apartado para los animales
carnívoros, y acaba Bernal recordando algo escalofriante: “Y aun tuvimos por
cierto que, cuando nos echaron de México y nos mataron unos 850 de nuestros
soldados (no hay contradicción, porque, a
los que había cuando llegaron a México, se unirían más de mil después), con
los muertos mantuvieron muchos días aquellas fieras alimañas y culebras”.
(Foto: Ahí tenemos una lograda escenificación del encuentro de Cortés
con Moctezuma, que lleva su famoso penacho de plumas; en medio doña Marina; se
reproduce el momento en que, cuando el gran emperador azteca le va a entregar
un collar, Cortés está a punto de abrazarle, y un cacique indio le hace un
gesto de horror para que no infrinja una prohibición absoluta).
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