(52) –En
Quántix, trovador, nos inspiráis una profunda compasión.
-Certo, dottore: somos juguetes del destino. A pesar de la demencial
crueldad de la religión azteca, parte el alma ver que el todopoderoso Moctezuma se va a convertir en una pobre
mosca atrapada en la tela de araña. ¿Cómo pudo ocurrir, reverendo?
-Vivamos la historia con Bernal, lloroncico: “Como teníamos acordado
prender a Moctezuma, estuvimos toda la noche en oración. Al otro día, Cortés le
hizo saber que iba a ir a su palacio, y contestó que fuésemos. Y aunque
entramos a su palacio con todas las armas, Moctezuma no lo tuvo por cosa nueva
porque siempre nos presentábamos de esa manera. Y Cortés, después de hacer sus
acatos acostumbrados, le dijo con nuestras lenguas (¡qué momentos vivió la increíble doña Marina!) que estaba
maravillado de que tan valeroso príncipe y amigo hubiese mandado a sus
capitanes que tomasen armas contra sus españoles de la Villa Rica”. Luego
siguió razonando igualito que en las discusiones de pareja, diciéndole que
había sido un ingrato, y él muy generoso, sacando a relucir muchas cosas que
conocía perfectamente, como sus planes para matar a todos los españoles, pero
que “las había disimulado por lo mucho que os quiero”. Y llegó el bombazo:
“Conviene, pues, que, para excusarse todo, vengáis a nuestro aposento, que allí
estaréis como en vuestra propia casa, haciéndolo sin alboroto, porque si dais
voces, seréis muerto por estos mis capitanes’. Y cuando esto oyó Moctezuma
estuvo muy espantado y sin sentido, y respondió que nunca mandó que se tomasen
armas contra nosotros; y en lo de ir
preso, que no era persona la suya para que tal se le mandase”. Fue tan
dramática la situación, que Cortés, sin duda también conmocionado, se enredó en
razonamientos con el trágico emperador azteca. “Y el capitán Juan Velázquez le
dijo algo alterado: ‘¿Qué hace vuestra merced con tantas palabras? O le
llevamos preso o démosle de estocadas, pues más vale que aseguremos nuestras
vidas o las perdamos”.
-Se me está haciendo un nudo en la garganta, daddy. “Y como el capitán
Velázquez dijo aquello con voz alta y espantosa, que así era su hablar, y
Moctezuma vio a nuestros capitanes como enojados, preguntó a doña Marina qué
decían”. Te dejo el honor de seguir con nuestra querida indita, que, además, va
a tener intervención propia.
-El aterrorizado y ultrajado Moctezuma quería saber por qué los
capitanes discutían con Cortés. “Y como doña Marina era muy entendida, le dijo:
‘Señor Moctezuma, lo que yo os aconsejo es que vayáis a su aposento sin ruido
ninguno, que yo sé que os harán mucha honra, como gran señor que sois; y de
otra manera, aquí quedaréis muerto’. Y entonces el Moctezuma le dijo a Cortés:
‘Señor Malinche; tengo un hijo y dos hijas legítimos: tomadlos como rehenes, y
a mí no me hagáis esta afrenta, pues ¿qué dirán mis principales si me ven
llevarme preso?”. Pero al final tuvo que ceder. En el aposento estuvo siempre
libre de movimientos, y con visitas continuas de sus notables, que incluso le
pedían que ordenara un ataque contra los españoles, pero nunca se lo permitió.
Jamás le faltaron al respeto los soldados que lo guardaban (salvo un mentecato del que luego hablaremos), “y todos cuantos
servicios y placeres que le podíamos hacer, se los hacíamos, y tenía sus
servidores y mujeres; se hizo a estar preso sin mostrar pesar por ello, y le
acompañaban grandes señores, consejeros y capitanes, viniendo con pleitos
embajadores de lejanas tierras, y despachaba negocios de importancia”. Total
que, de la noche a la mañana, lo convirtieron en un emperador títere.
(Foto: Representa el trágico momento en que el siempre anticipado Cortés, con unos cuantos soldados,
le pilla por sorpresa a Moctezuma sin dejarle opción: o preso o muerto. En el
grabado se muestra el asombro de Moctezuma y de sus asistentes principales,
mientras la excepcional doña Marina le va traduciendo al náhuatl las palabras
de Cortés. Apresarlo era la cosa más sencilla del mundo, pero también la más
osada: un grupo de menos de 400
españoles se quedaba con su sagrada presa en el más profundo rincón del gran
hormiguero del ejército azteca. ¿Y luego, qué?).
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