miércoles, 12 de abril de 2023

(2003) Cortés azotó a un español que le faltó al respeto a Moctezuma, el cual era muy amable con los españoles. Se construyeron dos pequeños bergantines como ensayo de otros once que serían decisivos para vencer a los aztecas.

 

     (56) –Me gusta ver, querido colega, que Cortés exigía el máximo respeto a Moctezuma. Hubo otro bocazas que se pasó.

     -Y recibió su merecido, entrañable abad: “Acaeció que un soldado que se llamaba Pedro López, gran ballestero, tuvo palabras con su cuadrillero (cabo) sobre si le tocaba o no tomar la guardia de Moctezuma, y dijo: ‘¡Oh, pese a tal con ese perro!, que por velarle a la continua estoy muy malo, a me morir del estómago’. Y Moctezuma lo supo, y le pesó en el alma; y cuando lo conoció Cortés, tomó tanto enojo que al Pedro López, aun siendo muy buen soldado, lo mandó azotar. Algunas personas me han preguntado (sin duda cuando Bernal contaba estas cosas) por qué lo hizo no siendo la falta muy grave, si el soldado era bueno, nosotros tan pocos, y sabiendo que los indios tendrían noticia de ello. A esto digo que  entonces todos, y aun Cortés, cuando pasábamos delante del gran Moctezuma le hacíamos reverencia con los bonetes quitados, y él era tan bueno y tan bien mirado que a todos nos hacía mucha honra, y él se la merecía, no solo por ser rey de esta Nueva España, sino también por su condición y su persona. Y demás de todo esto, ¿en qué estaban nuestras vidas sino solamente en que mandara a sus vasallos que le sacasen de la prisión y nos dieran luego guerra?”. Y Cortés no paraba: le llegó  material que había pedido a los de la Villa Rica para hacer unos ‘juguetes’.

     -Razón tienes, prestigioso funcionario. Seguro que se llevaba el mérito de ideas ajenas, pero nadie como él para ponerlas en práctica: construyó dos pequeños bergantines “para holgar por la laguna”, pero visto lo que luego pasó, se diría que no era sino un ensayo para la estrategia que llevó a la conquista definitiva de México, cuando volvieron al ataque después de ser expulsados de la ciudad. Contó para ello con un personaje extraordinario pero de borroso recuerdo: Martín López, habilísimo carpintero naval y valiente soldado. Con la ayuda de los indios, todo fue muy rápido, “y los bergantines salieron tan buenos y veleros como si se hubiera tardado un mes en tomar los gálibos (plantillas), porque el Martín López era muy extremado maestro, y este fue el que hizo los trece bergantines para ayudar a ganar México, como adelante diré, y fue un buen soldado para la guerra”. En cuanto supo Moctezuma que se habían botado ya los bergantines, se ilusionó con la idea de ir en ellos a un terreno de caza, y Cortés se lo permitió, por supuesto bajo la custodia de los soldados. Lo pasó en grande, pero había turbulencias políticas subterráneas. Veamos el proceso. Moctezuma tenía ‘mono’ religioso, “y le dijo a Cortés que quería ir a sus templos para cumplir sus devociones; y le dio licencia diciéndole que mirase que no hiciese cosa con que perdiese la vida, porque a tal efecto mandaría con él a sus capitanes. Y yendo como íbamos al maldito templo de Huichilobos, al llegar a las gradas de lo alto estaban muchos papas aguardándole, e ya le tenían sacrificados de la noche anterior cuatro indios. Y por más que nuestro capitán se lo decía y el padre de la Merced se lo retraía, no aprovechaba cosa ninguna, sino que contestó que había de matar hombres para hacer su sacrificio. Y no podíamos en aquella sazón hacer otra cosa sino disimular con él, porque la adversa fortuna vuelve de cuando en cuando la rueda, y estaban muy revueltos México y otras grandes ciudades con los sobrinos de Moctezuma, que habían convocado a otros muchos caciques y a toda la tierra para darnos guerra, soltar a Moctezuma y alzarse algunos de ellos por reyes de México”. La amenaza del desastre era una pesadilla constante.

     (Foto: Verosímil representación de la hechura de los dos bergantines que Cortés mandó construir. Se muestra uno en plena acción de guerra, pero eso ocurriría más de un  año después; de momento el que lo estrenó, y lo disfrutó como un niño, fue Moctezuma, que jamás había visto cosa igual; quizá se olvidó por un instante de que los españoles no estaban precisamente para juegos).




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