-Y recibió su merecido, entrañable abad: “Acaeció que un soldado que se
llamaba Pedro López, gran ballestero, tuvo palabras con su cuadrillero (cabo) sobre si le tocaba o no tomar la
guardia de Moctezuma, y dijo: ‘¡Oh, pese a tal con ese perro!, que por velarle
a la continua estoy muy malo, a me morir del estómago’. Y Moctezuma lo supo, y
le pesó en el alma; y cuando lo conoció Cortés, tomó tanto enojo que al Pedro
López, aun siendo muy buen soldado, lo mandó azotar. Algunas personas me han
preguntado (sin duda cuando Bernal
contaba estas cosas) por qué lo hizo no siendo la falta muy grave, si el
soldado era bueno, nosotros tan pocos, y sabiendo que los indios tendrían
noticia de ello. A esto digo que
entonces todos, y aun Cortés, cuando pasábamos delante del gran
Moctezuma le hacíamos reverencia con los bonetes quitados, y él era tan bueno y
tan bien mirado que a todos nos hacía mucha honra, y él se la merecía, no solo
por ser rey de esta Nueva España, sino también por su condición y su persona. Y
demás de todo esto, ¿en qué estaban nuestras vidas sino solamente en que
mandara a sus vasallos que le sacasen de la prisión y nos dieran luego
guerra?”. Y Cortés no paraba: le llegó material
que había pedido a los de la Villa Rica para hacer unos ‘juguetes’.
-Razón tienes, prestigioso funcionario. Seguro que se llevaba el mérito
de ideas ajenas, pero nadie como él para ponerlas en práctica: construyó dos
pequeños bergantines “para holgar por la laguna”, pero visto lo que luego pasó,
se diría que no era sino un ensayo para la estrategia que llevó a la conquista
definitiva de México, cuando volvieron al ataque después de ser expulsados de
la ciudad. Contó para ello con un personaje extraordinario pero de borroso
recuerdo: Martín López, habilísimo carpintero naval y valiente soldado. Con la
ayuda de los indios, todo fue muy rápido, “y los bergantines salieron tan
buenos y veleros como si se hubiera tardado un mes en tomar los gálibos (plantillas), porque el Martín López era
muy extremado maestro, y este fue el que hizo los trece bergantines para ayudar
a ganar México, como adelante diré, y fue un buen soldado para la guerra”. En
cuanto supo Moctezuma que se habían botado ya los bergantines, se ilusionó con
la idea de ir en ellos a un terreno de caza, y Cortés se lo permitió, por
supuesto bajo la custodia de los soldados. Lo pasó en grande, pero había
turbulencias políticas subterráneas. Veamos el proceso. Moctezuma tenía ‘mono’
religioso, “y le dijo a Cortés que quería ir a sus templos para cumplir sus
devociones; y le dio licencia diciéndole que mirase que no hiciese cosa con que
perdiese la vida, porque a tal efecto mandaría con él a sus capitanes. Y yendo
como íbamos al maldito templo de Huichilobos, al llegar a las gradas de lo alto
estaban muchos papas aguardándole, e ya le tenían sacrificados de la noche
anterior cuatro indios. Y por más que nuestro capitán se lo decía y el padre de
la Merced se lo retraía, no aprovechaba cosa ninguna, sino que contestó que
había de matar hombres para hacer su sacrificio. Y no podíamos en aquella sazón
hacer otra cosa sino disimular con él, porque la adversa fortuna vuelve de
cuando en cuando la rueda, y estaban muy revueltos México y otras grandes
ciudades con los sobrinos de Moctezuma, que habían convocado a otros muchos
caciques y a toda la tierra para darnos guerra, soltar a Moctezuma y alzarse
algunos de ellos por reyes de México”. La amenaza del desastre era una
pesadilla constante.
(Foto: Verosímil representación de la hechura de los dos bergantines que
Cortés mandó construir. Se muestra uno en plena acción de guerra, pero eso
ocurriría más de un año después; de
momento el que lo estrenó, y lo disfrutó como un niño, fue Moctezuma, que jamás
había visto cosa igual; quizá se olvidó por un instante de que los españoles no
estaban precisamente para juegos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario