(533) Tras desahogarse, Cieza sigue contando la historia, aunque, por su
gusto, no lo haría: “Puesto que no puedo dejar de proseguir lo comenzado,
aunque muchas veces retuve la mano desechando de mí el papel, será necesario
que, para salir presto de tan gran agonía, digamos lo que Lope de Idiáquez y el
factor Mercado hicieron. Después de salir de aquel campamento (la tropa de
Almagro), que, por su locura, iba a ser sacrificado, holgándose mucho de
verse fuera, caminaron hacia Huamanga”.
Luego cuenta cómo, aun sin haber llegado de vuelta los fracasados
mensajeros, se fueron preparando las cosas nerviosamente para la batalla:
“Temiendo Vaca de Castro que Don Diego fuese a la Ciudad de los Reyes, e
hiciese en ella más daño que cuando mató al Marqués, con el parecer de todos
marchó de donde estaba hasta ponerse en la llanada de Chupas”. Cieza habla de
que el enfrentamiento iba a ser entre unos dos mil hombres, y, de nuevo, pone a
los españoles de Indias como los soldados más bravos del mundo: “Si esta
batalla fuera dada en otro sitio, bastaría decir que se juntaron dos mil
hombres para matarse. Pero causa gran admiración que hagan navegaciones tan
peligrosas por el Océano, que viniendo tan poco a poco se junten tantos, y que
hagan temblar a todas las naciones (de indios) que se extienden desde el
Estrecho (de Magallanes) hasta el fin de la tierra, sin osar mostrarse
los bárbaros contrarios a ellos. Pues bien sé yo que dos mil españoles fuera de
mi patria son dondequiera temidos, e que saben usar la guerra civil con tanta
crueldad como lo dará presto a entender un soldado que era Sargento Mayor en el
campo de Vaca de Castro”. Esperemos que
nos dé más detalles Cieza, pero me temo que se refiere al terrible
Francisco de Carvajal, ya que Vaca de Castro le asignó ese puesto.
La llegada de los mensajeros despejaron toda duda sobre las intenciones
de Diego de Almagro: “Al poco tiempo vinieron adonde el Gobernador el factor
Mercado e Lope Idiáquez, dándole cuenta de que los almagristas trataron de
matarlos, y de que la guerra era segura porque la paz no tenía remedio.
Inmediatamente reunió Vaca de Castro a sus capitanes, y les expuso las razones
por las que el choque se iba a producir, a pesar de que su deseo había sido no
causar perjuicios a los almagristas. Les anunciaba que daba orden de que
empezara la guerra. Tomó una disposición legal que declaraba rebeldes a los
almagristas, diciendo a sus hombres: “Para que los nuestros tomen ánimo, y el
castigo se haga conforme a tan gran delito, determino dar por traidores a Diego
de Almagro y sus valedores, y libertad para coger lo que en su campamento fuese
hallado”.
Sus capitanes, el sargento mayor (confirma Cieza que era Francisco de
Carvajal), y los demás que allí estaban respondieron: “Que, puesto que él
era Gobernador del Rey, e tan docto en letras, ellos le ayudarían en todo lo
que mandase ejecutar por justicia”. Luego Vaca de Castro reunió a toda los
soldados de la tropa y les comunicó lo que se había decidido. Y Cieza añade un
comentario que me parece discutible: “Vaca de Castro no tenía poderes para
hacer por su autoridad este auto, mas, en semejantes tiempos, requiere hacerse
la guerra de tal manera que la teman”. Desde luego era competencia suya
declarar la guerra y rebeldes a los contrarios. Si acaso, lo que podía estar
más allá de sus competencias sería la licencia de pillaje, puesto que choca con
el debido juego limpio entre enemigos.
(Imagen) Conviene hablar de quienes vamos viendo como protagonistas de
las guerras civiles. Por ejemplo, DIEGO LÓPEZ DE ZÚÑIGA. Se da la circunstancia
de que, con el mismo nombre, hubo otros personajes históricos de rancio
abolengo, que dejaremos de lado. Sin embargo hay que aclarar que es muy fácil
confundirlo con otro que estuvo incorporado por entonces a las tropas de Pedro
de Alvarado, y también que, desde 1561 hasta 1564, fue Virrey de Perú el Conde
de Nieva Diego López de Zúñiga, hombre demasiado amigo de las florituras
cortesanas. El ‘nuestro’ supo más de luchas y sufrimientos. De estos méritos de
DIEGO LÓPEZ DE ZÚÑIGA habló, el año 1592, Jerónimo de Morales, casado con Ana
de Zúñiga, una nieta suya. Lo cuenta en el documento de la imagen (que resumo):
“Fue uno de los principales capitanes de Don Francisco Pizarro. Estuvo en la
conquista de Las Charcas, siendo fundador de la Ciudad de la Plata (la
boliviana Sucre). Se puso al servicio de Vaca de Castro y peleó contra Diego
de Almagro el Mozo en la batalla de Chupas. Estuvo también con el General Diego
Centeno en la Ciudad de la Plata cuando se rebeló Gonzalo Pizarro, luchó con el
dicho general al servicio de su Majestad, y mataron al Capitán Francisco de
Almendras, que había sometido la dicha ciudad en nombre de Gonzalo Pizarro. De
allí fueron a la ciudad del Cuzco, y la redujeron al servicio de Su Majestad. Sabiendo
el General Centeno que Alonso de Toro, capitán de Gonzalo Pizarro, estaba con soldados
en la provincia de Las Charcas, envió al Capitán Diego López de Zúñiga como
embajador, con el fin de que lo redujese al servicio de su Majestad, y, por
haberse desabrido Alonso de Toro con él, lo detuvo muchos días, con mucho
riesgo y peligro de la vida, pero, en hábito de fraile, se escapó y volvió al
campo del General Centeno. Luego fue, con el General Centeno, el Capitán Alonso
de Mendoza y otros, a luchar contra Gonzalo Pizarro en la batalla de Huarina,
donde peleó con mucho esfuerzo y cayó muerto de un arcabuzazo. Le robaron todo,
dejando a su viuda pobre”.
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