(531) El cabal Cieza, que en tantas batallas se vio, nunca les escatimaba
méritos a los españoles de las Indias (ya fueran pizarristas o almagristas):
“Las palabras que Juan Diente dijo a aquellos indomables capitanes y soldados (almagristas)
no les causaron ningún temor, siendo solo quinientos cincuenta, y los enemigos
mil cien. No sé por qué causa tenían tan poco temor los pocos a los muchos,
pues todos habían nacido en aquella tierra que al cuero del buey se compara (España),
e, muy encendidos todos, pedían la batalla. Los de Vaca de Castro aguardaban
con gran deseo ver qué conclusión había tenido el negocio al que había ido Lope
de Idiáquez adonde los almagristas. Ocurrió que, yendo a correr el campo (como
vigía) un tal Francisco Gallego, se pasó a los enemigos, e, antes de esto,
habían hecho lo mismo Juan García, Pedro López de Ayala, Diego López Becerra y
otros que habían sido amigos de García de Alvarado. Pero, aunque estos había
huido, y se supo que algunos otros tenían el mismo deseo, no bastó para domar
ni poner miedo a los diamantinos corazones de los almagristas, porque ya habían
tomado en su pecho aquella decisión”.
Llegaron al campo almagrista Lope de Idiáquez y el Factor Mercado con
los mensajes de Vaca de Castro, que, realmente, estaban condenados al fracaso
por sus rígidas exigencias, aunque estuvo a punto de dar pie (eterno cantar)
a una contraoferta de paz: “Vaca de Castro les mandaba deshacer la tropa, e que
le fuesen entregados Martín de Bilbao, San Millán, Diego de Hoces, Juan
Rodríguez Barragán, Marticote y los otros que tuvieron que ver con la muerte
del Marqués Pizarro (equivalía a mandarlos a la horca). Le decía también
a Diego de Almagro que le sería hecha cumplida merced en nombre de Su
Majestad. Se juntaron Don Diego, sus capitanes y los mensajeros, y, tratando sobre
el negocio, determinaron enciar a Juan Balsa para que, perdonando Vaca de
Castro a los que mataron al Marqués, en los demás se hiciese como él quisiese”.
Luego surgió algo comprometedor para uno de los capitanes, al que ya
conocemos muy bien: “Apareció una carta que Agamenón escribía a Pedro de
Candía, su suegro, persuadiéndole para que falsease la artillería, pues le veía
equivocado y contra el servicio a la Majestad Real, y le decía que, viendo la
poca fuerza que traían, no podían dejar de ser vencidos, e después tenidos por
traidores. Traía esta carta un indio del mismo Agamenón”. Parece ser que el
mismo Candía, para no parecer traidor, se la llevó a Diego de Almagro. El
efecto del escrito fue demoledor, porque produjo la ruptura de las negociaciones
de paz: “Leída públicamente la carta, poco faltó para que los mensajeros de
Vaca de Castro dejaran allí las vidas, porque Don Diego e los demás se indignaron
demasiadamente, viendo que por una parte les pedían paz y por otra les hacían
cautelosa guerra. E, con furioso coraje, juraron todos morir o vencer, mandando
a los mensajeros que se volviesen e aquello diesen por respuesta, e que no
volviesen otra vez con conciertos, porque perderían las vidas. E así se cerró
todo camino de paz”.
(Imagen) Justo ahora vemos que PEDRO LÓPEZ DE AYALA (con alguno más)
abandona precipitadamente el bando de Diego de Almagro el Mozo, y se pasa al
del gobernador Vaca de Castro. Acertó en su apuesta, porque los derrotados van
a ser los almagristas. Pero también corrió mucho riesgo, ya que era uno de los
que participaron en la preparación del asesinato de Pizarro. De hecho, estuvo
encausado por el delito, pero no encuentro datos de que lo ejecutaran. Es muy
probable que fuera perdonado por decidirse a luchar al servicio de Vaca de
Castro, que es lo que le ocurrió a otro implicado en aquel crimen: el
irascible, peleón y gran capitán
cordobés NICOLÁS DE HEREDIA (del que ya vimos algo). Pedro y Nicolás estuvieron
juntos en una calamitosa campaña cerca de La Plata. Sin razones suficientes,
Heredia mató a un subordinado suyo llamado Saavedra. Volvieron todos al Perú y
se unieron a los almagristas. A Pedro, le perdemos la pista tras pasarse al
bando contrario. Seguiremos, pues, con Nicolás, que haría lo mismo, porque,
muerto Diego de Almagro el Mozo, fue admitido por Vaca de Castro en la dura expedición
a Tucumán que ya conocemos. Recordemos que había varios al mando. Murió Diego
de Rojas, tuvo que abandonar Felipe Gutiérrez, y ocurrió que, aunque, según lo
dispuesto por Vaca de Castro, le seguía en el turno Nicolás de Heredia, usurpó
el mando Francisco de Mendoza, por lo que Diego Álvarez, un capitán de Heredia,
lo mató. Decidieron volver al Perú e incorporarse a las tropas que luchaban
contra el rebelde Gonzalo Pizarro. Entonces Heredia se unió a otro Mendoza, el
notable LOPE DE MENDOZA. Pero el terrible y hábil estratega FRANCISCO DE
CARVAJAL los cercó, los derrotó y los decapitó a los dos, como se dice en el
texto de la imagen, que corresponde al expediente de méritos y servicios de
NICOLÁS DE HEREDIA. Sucedió en el mes de agosto de 1546.
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