sábado, 26 de octubre de 2019

(Día 938) Almagro el Mozo 'le exigía' en su carta a Vaca de Castro que le respetara la gobernación heredada de su padre, amenazándole con la guerra si no lo hiciese, y al mismo tiempo presumía de lealtad al Rey. La carta enviada por sus capitanes fue igual de dura.


     (528) Almagro le dice a Vaca de Castro que desista de luchar contra él, y le pide lo imposible, renunciar a los poderes que el Rey le ha dado: “Depuestas las armas, estese Vuestra Merced en esa Gobernación de la Nueva Castilla, dejándome a mí en esta (la heredada de su padre, Nueva Toledo), de la que el Rey me ha hecho merced, hasta que se sepa la voluntad de Su Majestad, porque es la que obedeceré yo”. Le hace responsable a Vaca de Castro de todas las desgracias que se puedan producir si no cambia de actitud, y le advierte que “procuraré dilatar esta lucha hasta saber lo que Su Majestad conteste al despacho que le he enviado de mi parte con Jerónimo de Zurbano, y, si Vuestra Merced no hace lo que le pido, no partiré del campo de batalla hasta que una de las dos partes quede vencida”. Le dice también que sabe que los pizarristas están tratando de ganarse la voluntad del rebelde Manco Inca, pero confía en que pronto “venga a ayudarme a hacer la guerra, porque, aunque es indio, conoce las traiciones e maldades de los pizarristas, y la justicia e razón que yo tengo”. Para suavizar su agresivo tono, termina la carta indicándole a Vaca de Castro que “tengo por cierto que Vuestra Merced no tendría intención de hacerme ningún agravio si estuviera en total libertad”. La carta está fechada el cuatro de setiembre de 1542.
     La que le enviaron a Vaca de Castro los capitanes era más breve, pero igual de contundente (incluso sazonada  con la firmeza militar) y basada en la misma argumentación. Recojo parte de ella: “Suplicamos a Vuestra Señoría que, pues su Majestad no puede ser servido con la muerte de tanta gente, y esta no se podrá evitar viniendo Vuestra Señoría en compañía de nuestros enemigos, que se aparte ya de ellos y se ponga a mediar, hasta que Su Majestad, informado de los derechos que el Gobernador Almagro tiene, exponga su voluntad, pues los que hasta ahora le hemos sustentado y ayudaremos hasta morir por los derechos heredados de su padre, don Diego de Almagro, certificamos a Vuestra Señoría que, si persevera en venir contra nosotros con mano armada, nos hallará en los límites de la Gobernación defendiéndola contra todos los del mundo, hasta que los de una parte queden vencidos”.
     Hacen también una advertencia (quizá jugando de farol) para quitarle a los pizarristas de la cabeza la idea de que muchos almagristas deseaban pasarse a su bando: “Podría ser que Perálvarez, Tordoya e los apasionados que de acá fueron en su compañía le digan a Vuestra Señoría que  vengan contra nosotros, dándole a entender que, oído el nombre del Rey, unos de los nuestros se irían a su bando, e otros huirían a Chile. A esto respondemos que el Gobernador Almagro e los que con él estamos tenemos la voz de Su Majestad, e deseamos más su servicio que nuestras propias vidas e haciendas, para que en ningún tiempo dejemos de ser tenidos por muy verdaderos súbditos e vasallos suyos”. Las firmas de la carta nos revelan la relevancia de ciertos capitanes almagristas: “Juan Balsa, Diego de Hoces, Diego Méndez, Martín de Bilbao, Cárdenas, Pedro de Candía, Marticote, Juan Gutiérrez Malaver, Pedro de Oñate y Juan Pérez. Escrita la carta, fue entregada a Lope de Idiáquez para que se la diese a Vaca de Castro, deseando que, con total firmeza, evitase la ruptura, ajustándose a que, como dijo Cicerón, nunca hubo tan mala paz que no fuese mejor que una guerra”.

     (Imagen) Vemos, en la complicada letra del registro de embarque  que aparece en la imagen (fechado en junio de 1534), el siguiente dato: “Jerónimo de Zurbano, hijo del licenciado Sancho Díaz de Zurbano y de doña María de Arbolancha, natural de Bilbao. Pasó en la nao de Sancho Prieto al Perú (dos testigos juraron que no era de los prohibidos)”. Nos toca, pues, hablar de alguien apenas conocido, pero de muy intensa biografía: JERÓNIMO DE ZURBANO. Tenía parentesco con la nobleza vizcaína y era, sin duda, de una familia bilbaína bien situada,  probablemente relacionada con el mercadeo portuario, porque desarrolló en las indias actividades varias: soldado, mercader y marino, sin que le faltaran importantes cargos administrativos. Resulta muy llamativo que le concedieran permiso para traficar con la enorme cifra de 150 esclavos negros. Estuvo al servicio de Pizarro en la lucha contra el cerco de Manco Inca y sus indios. Todo indica que hizo dos viajes de vuelta a España, donde, hacia 1540, se casó con Petronila de Zurbarán. Da la impresión de que sus lealtades con los bandos de las guerras civiles fueron oportunistas. Por lo que nos cuenta Cieza, sabemos que Diego de Almagro el Mozo le envió a España para defender su causa ante el Rey. Fue entonces cuando se casó, y, a su vuelta, se entregó a la causa realista, en la que sirvió al mando de una flota. Luego hubo un duelo entre dos taimados y peligrosos gallos de pelea: aunque Hernando Pizarro presentó una demanda contra él por participar en el asesinato de Pizarro (para defenderse, volvió a España), hay constancia de que el Rey le otorgó al escurridizo JERÓNIMO DE ZURBANO un trato de privilegio, pues quedó libre de toda responsabilidad, y se premiaron sus actuaciones militares (luchó también al lado del gran Pedro de la Gasca). El resto de su vida estuvo lleno de éxitos y honores. Le dio tiempo para fundar la ciudad costera de San Vicente de Cañete (hoy con 90.000 habitantes), y murió en el Cuzco hacia el año 1567.



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